jueves, 31 de diciembre de 2009

AÑORANZAS DE LUZ

Me admiró que existiera tanta oscuridad. Fue cerrar los ojos durante unos minutos y todo se fue llenando de más y más oscuridad, de forma tal que unas oscuridades tenían que condensarse para dejar paso a otras oscuridades que acababan de llegar y que reclamaban también su espacio en la humedad de mis ojos. Yo me decía para mis adentros que cuando quiere pasar algo lo más normal es que pase, así que no puse obstáculo alguno a que pasaran todas las oscuridades que quisieran pasar. El problema fue conseguir que se fueran. Para que salieran tuve que engañarlas, me refiero a las oscuridades, con la dificultad que suele tener este tipo de operaciones ya que para engañar a las oscuridades primero hay que engañarse a uno mismo. Noté que ya me había engañado lo suficiente cuando oí un ruido seco y algo mustio que llegó a mis oídos desde alguna parte de mi cerebro. Luego dejé de pensar, dejé incluso de desear, y las oscuridades poco a poco fueron saliendo por donde habían entrado. El olor que despedían sus cuerpos al irse despertó en mí viejas añoranzas de luz.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

PASEAS EN MI INTERIOR...

Paseas en mi interior montada en tus zapatillas de bala perdida, y en ese afán, casi sin querer, rasgas los invisibles tejidos que provocan en mí la temida queja melancólica. No contenta con lo hecho, vuelves en paseo repetido y te declaras de golpe señora de todo, de lo creado y de lo increado, gesto este que yo aprovecho para volver por mis fueros y actuar como el perro loco y miedoso que siempre soñé ser. Reconvertido en perro las cosas me van mejor: olisqueo la muerte hueca y los huesos exentos de toda luz mientras imagino el instrumental sonido de tu voz e intento disimular el hecho cierto de que apenas si sé aullar a las lunas. Mis ojos no encuentran el contrapeso adecuado en los tuyos y crece en mí el pensamiento moscón que todo lo estropea. Es entonces, en medio de tanta lluvia seca, que surge el llanto, y a renglón seguido todo en mí llora en llanto innúmero, y aún sin ser, todos los llantos son ya míos.

martes, 29 de diciembre de 2009

VIVITOS Y COLEANDO

No crean que resultan nada fácil de atender las rigurosas instrucciones que, seguidas al pie de la letra, me permitirán entrar en su cabecita loca, de ahí que en ocasiones me entren dudas de si merecerá la pena transcribir éste o aquél recuerdo, o si esta historia será apropiada para según que paladares, o si beber agua infectada por el cuerpo de un suicida resultará un hecho lo suficientemente contundente y novedoso como para llamar su atención y que los más agnósticos del lugar empiecen a pensar que estoy hablando en serio. Sea como fuere, no tengo otra que volver a intentarlo, y como de alguna forma tengo que empezar empezaré diciendo que fue una lágrima muerta y envuelta en tristeza la que dio forma primero al mundo, un mundo que por cierto presumía de eternidad, y luego a sus ojos, que bastante tenían con saberse bellos. Vivió en su corazón durante más de mil años hasta que al final huyó de aquel lugar ayudado por las alas de un millón de mariposas. Conforme levantaban el vuelo miró hacia atrás y descubrió el abismo de una vida prácticamente hueca. Lloró lo que no está escrito pero al final, mira tu por donde, llegó a un lugar hermoso, un mundo repleto de señales que hablaban a las claras de la presencia de vida. Para que nadie se llevara a engaños, nada más llegar a su nuevo hogar una mosca se posó en su oreja y le susurró al oído el mensaje fundamental: no te creas propietario ni de la saliva que con dificultad maceras en tu boca; simplemente eres parte de la vida. Con el tiempo, por cierto, lograron mejorar sus condiciones de vida, porque descubrieron que tanta vida hay con frío que sin frío, con hambre que sin hambre, y lo cierto es que parecía haber coincidencia casi unánime en que era mejor vivir sin frío y sin hambre. Con otro poco más de tiempo descubrieron remedios que lo curaban todo, desde el cáncer más complejo hasta la más básica de las estupideces, pero la maldición de la muerte parecía no tener cura, lo que no dejaba de resultar una molestia y una incomodad para todo bicho viviente. Y ahí les dejé, vivitos y coleando, aunque molestos e incómodos.

lunes, 28 de diciembre de 2009

EN MI RETINA

Su imagen persiste en mi retina y se mueve, y eso que acabo de decir tiene mucho valor porque lo digo sabiendo como sé que tanto la imagen como el movimiento no son sino pura ilusión. Pues bien, la ilusión de su imagen que se mueve en mi retina pareciera moverse sacudida por un viento que pone nervioso al más pintaó, un viento que pareciera también capaz de remover la amalgama de azogue tranquilo donde se esconden si no todos sí al menos una parte significativa de los secretos del mundo. Tan es así la cosa que algunos que me acompañan arrancan a pronunciar nombres de dioses en una especie de letanía más propia de una agrupación creyentes desesperado que, como es el caso, de un grupo de náufragos irredentos y borrachos que acaban de salir del cine satisfechos después de consumir a euro el cuarto de hora de obra maestra. Sordo por costumbre y ciego por afición, aún así no soy capaz de quitar su ilusoria imagen de mi retina. Tan inútil como preguntar a la luna qué hace en el cielo, así de inútil me veía yo preguntando a la imagen de aquella mujer, armado con una voz más o menos convincente, qué diantre hacía en la retina de mi ojo. Este naufragar ininterrumpido en el que se convierte la vida, que es como un temblor sordo capaz de cambiar los destinos del mundo cada cincuenta metros, me fuerza a funcionar con la eficiencia y la discreción propia de un franciscano, es decir, llorando y riendo pero todo a un tiempo, siempre con reverencia, siempre con algún resabio de temor. Vistas así las cosas, comprenderán que me cueste mirarme cara a cara en el espejo del baño y comprobar todos los días cómo crecen en mi rostro las inconfundibles llagas del aburrimiento. Este mirarse sin miramiento alguno es un acto que requiere valor. Y darse la vuelta y hacer como si no pasara nada, también requiere valor. Afortunadamente, su imagen aún persiste en mi retina y se mueve.

domingo, 27 de diciembre de 2009

LA ENE

Además de dar nombre a un conocido río del amado Perú, también la decimosexta letra del alfabeto español suele atender al nombre de ene, y dicen de ella que representa un fonema consonántico, ya que consonante es, además de nasal y alveolar por las razones que en su momento saldrán a relucir. Ni que decir tiene que la explicación anterior resulta insuficiente para describir el complejo mundo en el que se mueven las enes cuando salen de nuestra linda boquita. En mi opinión, si alguna virtud tiene la ene además de cumplir de forma correcta con las funciones consonánticas básicas, es su capacidad de adaptación al medio. Expliquémonos. La ene adopta forma de sonido alveolar cuando va al principio de palabra o entre vocales. Correcto. Sin embargo, cuando el lugar que ocupa es final de sílaba y se encuentra seguido de consonantes, entonces nuestra protagonista se adapta al sonido que tenga a bien construir la consonante que le sigue, convirtiéndose en palatal cuando pronunciamos la palabra roncha, ya que la che adopta esta forma palatal, o en labiodental si la palabra pronunciada es la palabra enfermo, ya que labiodental resulta en este caso el sonido de la efe. Yo no sé a ustedes pero, en lo que a mí respecta, esa capacidad camaleónica de la ene no deja de resultarme de todo punto asombrosa. Claro que, como a todo hijo de vecino, también a la ene la pueden surgir problemas de relajación. En su caso, estos problemas se acentúan cuando la ene va seguida de una ese, relajación ésta que debiéramos esmerarnos en corregir para que, pongamos por caso, la palabra construir sonara a lo que tiene que sonar sin que su sonido llegue a degradarse hasta un extraño kostruír, y los monstruos siguieran sonando como tales sin llegar a la monstruosidad de quedar convertidos en unos deformados móstruos. Mención aparte merece el caso de la palabra consciencia, palabra ésta en la que aconteció el proceso contrario, es decir, perdió ya hace mucho tiempo, no la consciencia de sí propiamente dicha sino la ese de la palabra en su lucha con la ene por hacerse un hueco en la consciencia de los hispanohablantes, quedando al final la tal consciencia convertida en mera conciencia. Esta mutación fue bien acogida tanto por los hablantes de a pie como por letrados, bachilleres y académicos de variado signo y condición. Finalizando ya, conviene reseñar también que también se utiliza la ene, la ene a secas, cuando queremos dejar constancia de un nombre que o bien no lo sabemos o sabiéndolo no lo queremos decir a las claras por las razones que sean, y decimos eso de llámale ene como otros dicen eso de llámale equis. Por último, quizás no esté de más comentar que la ene, como si de un ascensor se tratara, sirve además de todo lo dicho para elevar los números a un estado de indeterminada potencialidad. Así, si yo elevo diez ene veces, lo que estoy haciendo es elevar el número diez a un número indeterminado de veces, número indeterminado éste para el cual utilizo el signo de la ene. Esta función llamémosla mecánica de la ene no ha sido valorada todo lo que se debiera.

sábado, 26 de diciembre de 2009

CUANDO DUERMO CREO QUE EXISTES

Atardezco como atardece el otoño en esos atardeceres a los que nos tiene tan acostumbrados cuando se da la feliz coincidencia de que es otoño y está atardeciendo. Es una pena que ya no sea otoño para que los atardeceres puedan coincidir con él, como lo es también el hecho de que sólo existas cuando renuncio a mí. Eso está mal dicho. Lo que quería decir es que es una pena que no existas de normal y que sólo existas cuando renuncio a mí, momento éste que suele coincidir con el atardecer. También existes cuando las cosas dejan de estar en su sitio y empiezan a estar donde no deberían estar. Por ejemplo, esa pastilla de jabón. En este instante, la única razón conocida que justifica tu existencia es que la pastilla de jabón está en el suelo, medio escondida en el quicio de la puerta del baño, y no donde suele estar que en este caso y sin que sirva de precedente coincide además con el lugar en el que debe estar. Menos mal que el mapa de pulcros recuadros en el que convirtieron el sueño del baño todo lo oculta. Pero bien mirado hay más circunstancias en las que existes. Olvidar en plena búsqueda aquello que se está buscando hace que el tiempo se pare. En esos casos, cuando el tiempo se para, también existes sin necesidad de que esté atardeciendo y que renuncie a mí. Cuando te olvido no sé si existes. Por ejemplo, cuando los ocupados se olvidan de los desocupados no saben si los desocupados existen o no, o si existen les importa una mierda. Esa es una ley general. Para olvidar ésta y cualquier otro tipo de leyes similares lo mejor es dormir escuchando el tranquilizador rumor del agua en su ir y venir por las cañerias la casa hasta convertir este ruido en el ruido de fondo de tu propia cabeza. Cuando duermo creo que existes.

viernes, 25 de diciembre de 2009

IMAGINAR

Imaginar el hondo cielo de sus ojos no deja de ser una literaturización, un capricho propio de quien está creando unos ojos y un cielo que en modo alguno le corresponden. En su juego de ficción, la callada palabra del creador persigue descifrar el mundo, y para ello lo sueña, y todo este trajín de descifrar y soñar lo hace para que algún día pueda hablar de los sueños en flor y para poder decir, ese mismo día o al día siguiente, que el mundo era aquello que soñó. Pero pretender estar en las cosas, en todas las cosas, y pretender además que esa estancia sea una estancia radical, de cuerpo entero, es demasiado pretender. Al final, porque todo tiene un final, aconteció lo inevitable: se deshizo su rostro todo, profundidades de ojos y cielos incluidos, ultrajado aquí y allí por los rigores del tiempo y la desmemoria, hasta que apenas si quedaron de él un puñado de dignos despojos. Y vuelta a empezar. El poeta siente, y eso le fuerza a ser.

jueves, 24 de diciembre de 2009

EL CONGELADOR

En el congelador guardaba un par de bombillas en aparente buen estado, unas viejas zapatillas muy cómodas, de esas de estar por casa, y un despertador extremadamente grande y redondo al que se habían adherido un manojo de cubitos de hielo. Cuando aquella mañana abrió la puerta de habitáculo invernal, el frío rodeó sus manos y tiró de ella hacia dentro. Su reacción instintiva fue tirar de sí misma hacia afuera, pero la cosa no pintaba fácil porque a la fuerza del frío del congelador se sumó a la de su frío interior, y la fuerza unida de ambos fríos logró engullir en su santiamén sus dos brazos, colocando la nariz y el resto de la cara, que ya tenían claros síntomas de congelación, a las puertas mismas del infierno de hielo. En un esfuerzo supremo hizo palanca con los pies y también con el culo y, jugándoselo todo a una carta, dio un empujón enorme hacia atrás logrando así zafarse de esa fuerza rabiosa con aspecto de perra loca que pretendía enterrarla en lo más recóndito del congelador. Aún aturdida por el impacto físico y emocional de lo que había ocurrido, se dio cuenta que en la mesa de la cocina estaban preparadas un par de bandejas con hojas de acelgas rellenas de arroz, algo asqueroso para personas a las que, como era su caso, no les gustaba ni las acelgas ni el arroz, y algo preocupante a la vez porque se supone que esa era su cocina y jamás se le hubiera pasado por la cabeza preparar algo parecido. Estaba claro que alguien, no se sabe bien con qué propósito, pretendía que abriera la puerta del horno.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA TE

Late en apocalíptica señal, esta vigésima tercera letra del alfabeto español, cuando proveniente del Tau de los griegos aparece como una cruz sin cabeza. Basta para convocarla con arrimar la punta de la lengua a los dientes posteriores y despedir el aliento para, a renglón seguido, volverlo a contratar. Así se pronuncia la te y, si hiciera falta, la doble te, con el peligro de que le ocurriera como al forjado de doble te, donde las tes se oponían por la base. También pueden llegar a oponerse por la altura, produciendo un grito tan alto como el que tuvo que escuchar San Antonio Abad, ese de “te voy a matar”, proveniente de un enemigo que se echó por esos caminos de dios, a lo que el santo respondió con eso de “Como no dejes de decir tonterías te pospongo al verbo y te me conviertes en enclítico”. Los niños y los tartamudos usamos la te como muleta en sustitución de la terrorífica ese, mudando así el “si señor” habitual por el ti teñor, que es como nos expresamos cuando queremos decir al que manda que no se preocupe, que lo hemos entendido todo a la primera y que no hay ningún problema. Debe evitarse, por compasión o por lo que quieran, pronunciar las tes finales de sílaba como si fueran zetas. El objetivo de este esfuerzo es que el ritmo siga siendo ritmo, sin necesidad de que lo convirtamos en un rrízmo irreconocible. A estas alturas ya se habrán dado cuenta de que, dental, oclusiva y sorda como es, la te poco o nada tiene que ver con el té de las cinco.

martes, 22 de diciembre de 2009

PALABRA Y COLOR

Arranca oscuro y confuso, pero arranca. Sale a la luz no sin dificultad y con parsimonia va adueñándose del color. Se construye sin saber qué es. Sin consciencia alguna de qué pueda ser, el ser que habla surge desde lo más profundo de un vientre de café y se estiliza. Aguzado por la necesidad, afina su propio ser para poder decir de si lo que le urge decir. La cosa dicha por el ser no es otra cosa que el ser mismo que dice. Y se dice pronto. Surge así la conciencia de ser lo que se dice y de pensar sólo aquello que puede ser dicho. El ser que habla piensa y embadurna papeles mientras se piensa a sí mismo, y tanto la cosa del pensar y del hablar, como la de pensar y pensarse, las realiza con palabras mientras habla con el pincel.

lunes, 21 de diciembre de 2009

CARTA A LA ATENCIÓN DE UNA PIEDRA ENAMORADA

Estimado mineral: Espero que al recibo de la presente te encuentres bien y que tus propiedades intensivas de pétrea sustancia, tan del agrado de la madre tierra, se mantengan intactas. Sé que eres materia, y tal cosa la sé no sólo por razones derivadas de la intersubjetividad de la medida, sino porque ocupas un lugar en el espacio; también sé que gustas de huir del carbono como otros huyen de la peste. La tierra amamantó tu estructura cristalina, y ya sea como agua petrificada o como sal de piedra, que todo es materia al fin, tienes por costumbre tropezar dos veces en la misma piedra, tirar la piedra y esconder la mano, y hasta quedarte de piedra, tan duro como una piedra, cada vez que coincides con esa piedra preciosa y labrada con pico, que es piedra picotada, que te remite a los dulces anhelos propios de las canteras donde surge el amor. Basta mirarte para saber que te mueres por esa fósil de amanita, negra, regular y esférica, tú, que no eres sino piedra tosca y perdida. Que sepas que te entiendo bien.

domingo, 20 de diciembre de 2009

CARTA ELOGIO DEL VEGETAL

No mudas de lugar por impulso voluntario, y es por eso que ya seas colirrábano, yuca o ñame te mantienes firme donde estás, como si el disfrute de la vida no requiriera de la extravagancia del movimiento. Es sin embargo tu corazón de celulosa el que se multiplica vertiginoso en minúsculos granos de trigo, cebada o arroz que sirven de alimento al mundo, mientras sintetizas tu propio alimento convirtiéndote en higo, aguacate o toronja, y todo esto lo haces partiendo de la inorgánica nada. Protagonista del milagro fotosintético, te basta cuarto y mitad de agua, un puñado de sal y algunos rayos de sol para que te entregues en forma de legumbre, si es que te ha dado por nacer en tierra de garbanzos, o como digno champiñon si el sol no acompaña. Que sepas que lo intento pero, por más que vegeto, no logro reproducir el milagro.

sábado, 19 de diciembre de 2009

CARTA DE AMOR MAMIFERO

Amas y te amo como el animal eucariota que eres, y como ademas pecas de placentario, alimentas los embriones y los miedos de tus descendientes con la leche de tus mamas. Gritas con tu mandíbula de un solo hueso, gritas mucho mientras espero que te me entregues a temperatura constante. Te lo diré de nuevo: me reconforta pensar en tus vértebras protectoras. Heterótrofa y pluricelular, a ti te elegí de entre las más de cuatro mil quinientas especies, y sólo a ti te quiero, peludo animal que sufriras y amaras, no sé en qué orden, por los siglos de los siglos.

viernes, 18 de diciembre de 2009

PROFUNDOS SECRETOS

Los profundos secretos, encallados primero y perdidos después en algún lugar entre el espejo y la tinta, emergieron de nuevo en busca de aquel piadoso animal de inocente culpabilidad que se había empeñado en vivir vidas ajenas y que murió victima de unas malas fiebres después de un atracón de realidad. Hay que decir de esta rata mística que, en el entreacto de un verano loco, mucho antes de su irremediable encuentro con la parca, tomó la decisión de construir un tranvía verde que le sacara de esa galerna de historias inacabadas en la que vivía. Para financiar la operación tuvo que tomar algunas decisiones dolorosas. La primera fue vender la charcutería para dedicarse al videoarte, y la segunda consistió en llegar a un acuerdo con sus personajes para organizar la búsqueda conjunta de la redención. Nada funcionó. Los días pasaron uno tras de otro dejando en las niñas de sus ojos aluviones de soledad extrañada, en su corazón minucias obsesivas de odio, asco y miedo, y en su cabeza la certeza de que, descubierta la gaseosa, poco o nada de importancia quedaba ya por hacer. Al final, todo el legado de Humboldt y el de un Byron enamorado quedaron en eso, en un tiempo curvo de incorpórea desazón.

LA KA

Su nombre es ka, la ka, y no sirve para echársela en el pelo porque se trata de una letra. Si son muchas se las dice kas, aunque rara vez se ven muchas ya que sólo se emplea con palabras que tienen por origen o destino el afamado distrito madrileño del Valle del Kas, el griego clásico o cualquier otro idioma extranjero en general. En las voces de origen patrio, el sonido de la ka permanece más o menos camuflado cuando se mezcla con vocales como la a, la o, o la u, ya que entonces se asemeja al sonido de la ce fuerte, y cuando es con la i y la e, entonces pareciera como si el sonido apropiado fuese el de la cu. A pesar de su inutilidad general, inutilidad que llevó a más de un sesudo académico a pensar que bien pudiera desaparecer de nuestro alfabeto, la ka fue tomada del latín, que a su vez lo adoptó de la kappa griega, que a su vez la importó del kaf fenicio. En mi opinión, el proceso de globalización le ha sentado bastante bien a la ka. A diez mil metros de altura, en el alfabeto aeronáutico internacional, si quieres decir ka tienes que decir kilo, para evitar confusiones que pudieran resultar fatales entre, pongamos por caso, el aeropuerto de kádiz y la kasa del piloto. La k es también el símbolo por excelencia del kelvin, que es la unidad de temperatura, y su vitamina, la vitamina k, tiene un montón de propiedades cuya ausencia provoca un montón equivalente de problemas. Pero tampoco conviene exagerar ya que, a diferencia de lo acontecido con las ies, no se conoce a nadie que haya muerto o haya sido asesinado por una ka de más o de menos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

DESOLACION

La he visto actuar y conozco su modus operandi. La desolación se cuela por los intersticios de las palabras, como quien dice entre los huecos que quedan entre palabra y palabra, provocando en quien la padece una peculiar forma de sequedad que se apodera primero de su boca, luego de sus labios hasta que finalmente toma posesión de todo su ser. Una vez desolado, todo aquello que la memoria del ser ocupado es capaz de traer ante su presencia tiene el inconfundible tufillo de la desolación, y suele ocurrir también, aunque no siempre, que toda la energía disponible se consume en si misma sin que pueda aportar valor añadido alguno al desolado ser que la soportaba. No es fácil dar con la diferencia entre un hombre desolado y su sombra, especialmente si el hombre en cuestión aparece semidesnudo y arrodillado frente a un confesionario, y la sombra es enorme, como suele ser el caso de las sombras que habitan los descampados que hay a medio camino entre el cementerio y el lupanar. En esos territorios de la tranquilidad habitan los muchachitos bombo infierno que matan el tiempo jugando a ser canallas, y pululan las bocas secas que hablan como hablan las flores del añil, es decir, malamente, pronunciando una tras otra palabras feas, huecas y mudas. Pero tampoco conviene exagerar con esto de la desolación ya que estas ideas que les comento pertenecen a las capas altas de la cabeza y desaparecen, como los cirros, cuando llegan a su vertical.

martes, 15 de diciembre de 2009

EL ENCUENTRO

Ladra el pájaro mientras el garbanzo continua vegetando en su habitual estado de somnolencia y remojo. Si bien es cierto que los tres habitan el mismo astro, el tercer planeta del sistema solar, me parecía a mi que seria tarea difícil, pero que muy difícil, conseguir que el perro, el pájaro y el garbanzo pudieran conocerse en los apenas cinco minutos que disponían para ello. Además, el garbanzo no dejaba de pensar tonterías, al punto de que quien esto escribe tenia la sensación de que si el garbanzo no dejaba de pensar estupideces ya, de forma inmediata, no lo dejaría jamás. El pájaro, por su parte, continuaba a su bola, soñando como siempre en un inexistente jardín repleto de pétalos de hortensias color blanco azahar, siendo el caso que si el sueño iba de pesadilla entonces las imágenes que venian a su diminuta tenían que ver con la inhóspita herrumbre de unas azaleas recubiertas de un verde mas que sospechoso. Respecto al perro, poco que decir. Desde que tuvo uso de razón insistía en comerse su propio rabo y en diseccionar su propia muerte, obteniendo como misterioso resultado de tanto esfuerzo unos ojos de can que carecían de fondo, de forma y manera que mientras te miraban parecían, no como si no miraran, que eso seria hasta normal, sino que no hubiesen mirado jamás de los jamases en toda su vida perruna. Convendrán conmigo que la cosa no estaba fácil para que el encuentro tuviera lugar. Lo más normal seria que la frialdad del más profundo de los silencios se adueñara de todo. Sin embargo, no todo estaba perdido. Los garbanzos son capaces de llegar muy lejos, tan lejos que llegado un punto ya no hay forma de seguirlos. Además, los designios de los perros son inescrutables y también son capaces de cosas extraordinarias, como la de avanzar mas allá de los trillados caminos de la conciencia. Y del pájaro que decir: tras su plumaje, en el interior de lo que parecía ser una casa desabitada, se adivinaba un alma hermosa. En fin, apenas si queda un minuto para que su pequeño mundo dejara de existir, pero bien pudiera producirse el milagro de que se sentaran a hablar sobre la esencia de las cosas exponiendo alto y claro sobre la mesa lo que cada cual tuviera a bien decir. Medio minuto. Quince segundos. Lamento informarles de que el milagroso encuentro no tuvo lugar.

lunes, 14 de diciembre de 2009

LAGUNOSO DE UÑAS SUCIAS

Estoy sin mí, y me extraño. Rebosante de ausencias y sombras, triste y sin apenas sitio para la palabra, me soy desconocido. Lagunoso de uñas sucias, falto de sol, boca y ojos. Descuidado y frío, respiro sin mí. Por mi frente resbala todo lo increado y es en mi no ser y en todo lo inmensamente ciego que soy donde nacen las señales que me avisan del peligro. Negado, indolente y hasta falto de nombres que echarme a la boca, observo mi desorden desnudo y me veo ausente. Pero hasta aquí llego el vacío. La actriz suicida por fin se envenenó, y el otrora manso monstruo que me habita ha despertado. O eso al menos llegué a pensar. Sin mi y todo, levanto mi crin sobre la ruina que soy, y me dirijo directo a la fuente de la privación. Y todo para nada, para rendirme de nuevo sobre su pecho mientras observo sus espachurrados redondeles líquidos mirándome tras el cristal.

domingo, 13 de diciembre de 2009

LO SUFICIENTE

Fuera del tiempo, la embriaguez de la escritura resultaba insoportable. El cansancio iba encogiendo la lengua del escritor y era así como surgían inesperados papeles que se agavillaban en batiburillos de tensión que poco a poco y con precisión matemática iban devorando las entretelas de su creador. Era como si una especie de pan no terminara de llenar su buche de mamífero depredador convirtiendo a su vez en sobras al sujeto que lo consumía. Consumado el acto, el lastre del tiempo se hundió como un puñal sobre su espíritu y los secretos túneles que conducen a las azoteas del amortajado paraíso fueron anegados con capas y más capas de oscuridad que se superponían unas a otras en los diferentes planos conocidos de la conciencia. En ese instante crucial, llegada la hora de la batalla, el abismo indigerible se apodero del hombre insignificante que dice lo verdadero y lo acogió sobre si con un abrazo. Menos mal que guardaba en la urna oscura que tenia por cabeza, como si de un acto litúrgico y salvador se tratara, los suficientes restos de pensamiento inverso como para poder alejarse de la realidad y relajarse siquiera por un rato en sueños del que colgaban faldas a modo de transparentes columnas de aire y color. Se vio a si mismo, lánguido y elegante, mirando detenidamente los antiguos restos de agua que reposaban en la bandeja, escudriñando aquí y allá en busca de todo lo que de sutil e implícito pudiera encontrar. Y volvió a la carga. En una pantalla a cuadros fue construyendo de nuevo la atroz experiencia de un poema que se abría y se cerraba zigzagueando en caprichosos grumos indigestos. Por fin, después de infinitud de intentos, se sintió amo de un mundo tan minúsculo como su propia vida, y fue dueño siquiera por un instante del poder sobre su propia muerte. Lo suficiente.

sábado, 12 de diciembre de 2009

LA JOTA

La undécima letra del alfabeto español tiene por nombre jota, y que su mera mención produce tensiones de distinta intensidad dependiendo del lugar en el que se pronuncie es cosa ya sabida por haber sido dicha de forma oficial por los académicos, a lo que podemos añadir que son pocos a los que deja indiferentes. Fricativa, velar y sorda, la gama de posibles pronunciaciones de la jota abarca desde las formas más vibrantes a la simple y llana aspiración. Y bien mirado es lógico que en ciertas zonas del planeta exista una tendencia generalizada a aspirar la jota, sobre todo si tenemos en cuenta los beneficios que aporta y lo fácil que resulta convertirla en hache. Es fácil encontrar jotas oportunistas, especialmente cuando la jota se arrejunta con la e o con la i, que hacen su agosto camuflándose de ges. El espíritu y hasta el aliento con el que se construye la jota proviene, como en todos los casos, del interior de nuestros pulmones, teniendo la jota de peculiar que su sonido cobra forma en la mitad de la lengua, la cual debemos forzar para inclinarla muy al principio del paladar, introduciendo ésta todo lo que podamos en la garganta, todo ello en el buen entendido de que se tratará siempre de la garganta propia si lo que queremos producir es una jota; a introducir la lengua en la garganta ajena sólo recurriremos en el caso de que lo queramos producir sea un beso de tornillo, no siendo ahora ni el sitio ni el momento de hablar ni de besos ni de tornillería. La jota no sólo muda en su sonido sino también en tamaño, que como todo el mundo sabe es lo que más importa. Las jotas grandes se suelen utilizar para el baile, la música y la copla, ya que son grandes los saltos y las voces que hay dar para que la jota salga como dios manda, y que la jota puede ser también cosa mínima queda claro cuando digo que no entiendo ni jota de algo, o que no veo ni jota, ya que lo que en realidad estoy diciendo es que de ese algo no tengo ni pajolera idea o bien que no veo tres en un burro, todo lo cual da a entender que se conoce poco y se ve menos.

viernes, 11 de diciembre de 2009

PAJARILLO FRITO

Como no tengo un yo de referencia a veces me ocurre que no sé ni con quién hablo en esos momentos de intimidad en los que me da por hablar conmigo mismo. Y créanme que resulta agotador. Además, he comprobado que, sea cual sea el yo que en esos momentos tenga en uso, esta situación anómala de no saber quien es quien me avinagra muchísimo el carácter. De nada me vale disponer, como es mi caso, de un pasado imperfecto, de un corazón inmortal y de una belleza etérea que ya quisieran para sí muchos ángeles, porque el despiste sigue siendo igual. Yo creo que lo que pasó es que el buen dios, intentando sacar de mi cabeza lo que de inútil y falso tiene el orgullo, se olvidó de convertir el verano en otoño, de forma tal que me quedé atascado en una especie de veranillo del membrillo con visos de infinitud, lo que trajo consigo una calentura estructural que con el transcurrir del tiempo degeneró en demencia. Pero peor hubiera sido no ser, y eso que de pequeño amanecí tan huesudo y esquelético como un pajarillo frito, de forma tal que tenía dificultades serias para que la felicidad saliera de mi cuerpo y para seguir siendo algo un día después de otro, aunque ese algo fuere un algo con aspecto de pajarillo frito. Claro que mi hermano mayor estaba peor, no en lo que a huesos se refiere pero sírespecto a lo de la azotea. Me decía que había que abrir el grifo del agua fríay esperar unas cuantas horas a que ésta se vaya calentando. Yo, un yo cualquiera de esos que tuve y que por las razones que ya saben me cuesta ubicar,decía que yo no hacía más que decirle una y otra vez que las cosas no funcionan así. Es el grifo del agua caliente el que hay que abrir durante dos o tres horas para que el agua se vaya enfriando. Pero nunca me hacía caso.

jueves, 10 de diciembre de 2009

PULGARCITO

El cuento de Pulgarcito te lo he contado ya una docena de veces en lo que va de año. Me niego en redondo a contarte otra vez la misma historia. Eres más pesada que una vaca en brazos. A tus ochenta y cuatro años ya va siendo hora de un cambio en tus hábitos literarios. Si te parece, voy a realizar algunos comentarios a vuela pluma a propósito del cuento y mañana lo comentamos en el desayuno. Abuela, por dios, no pongas esa cara que no es para tanto. Venga. Atenta. Primera reflexión: es muy frecuente confundir la bondad y la timidez en el habla con la falta de seso. Si además de parco en palabras resulta que se es pequeño, del tamaño de apenas un dedo pulgar, la cosa de la tontería se da por hecha, que es ni más ni menos que lo que le sucedió a nuestro Pulgarcito. Segunda reflexión: supongamos un año de gran escasez, un año en el que la imposibilidad de unos padres de alimentar a sus hijos se convierte no ya en una hipótesis sino en un hecho cierto, ¿qué es preferible, abandonarlos a su suerte o verlos morir de hambre? Tercera reflexión: no debemos preocuparnos tanto de los bosques espesos como de las mentes poco claras. Cuarta reflexión: supongamos que no tenemos otra que ponernos a andar camino de nuestra perdición ¿qué truco debemos utilizar para no perder el camino de vuelta? Cuarta reflexión: dado que los Pulgarcitos aparecen muy rara vez sobre la tierra, no es probable que nada de esto nos ocurra ni a nosotros, que ya no tenemos edad, ni a ningún tierno infante de cualesquiera ramas de la familia, pero si ocurriera, debemos tener presente que, bien sea por confusión o por falta de pericia, los ogros terminan degollando a sus propios vástagos en detrimento de su alimento natural, que no son otros que los rollizos infantes de entre tres y doce años. Quizás todo esto que te he contado pueda resultarte un poco pelmazo, pero dale algunas vueltas al asunto mientras te duermes y veras como mañana tenemos un desayuno de lo más sabroso. Abuela, eres un cielo.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

EL HOMBRE DEL TRAJE GRIS

El hombre más paciente del mundo entendía la vida como un don dichoso, pensamiento éste que acarreaba como resultado inevitable vivir el día a día no sin cierto asombro. El apacible don del que disfrutaba aquel hombre no hubiera sido posible sin haber podido liberar con antelación, nadie sabe cómo, la palabra del lenguaje. Desde el observatorio privilegiado en el que se encontraba, el mundo se le antojaba un lugar diáfano ocupado sólo por libros y pinturas desde el que se podía observar la deuda del logos oscuro para con la luz y el privilegio de la forma. Cualquier excusa era suficiente para iniciar un hermoso viaje a través del viento y la arena, y las columnas de hierro forjado se levantaban ligeras al socaire de sus deseos, como si ante cada duda fueran más de dos mil doscientas las almas que trabajaran al unísono para hacer posible el sueño. De vez en cuando abría una ventana por la que se colaban los humanos, sus queridísimos humanos, la mayoría comiendo galletas chicas, así como un montón de almas rezagadas que exigían otra vuelta de tuerca más a su panza del burro blanco. También se colaba de vez en cuando un hombre de traje gris que traía consigo un puñado de polvo y que vendía, a modo de tiempo recobrado, como el único remedio eficaz para encontrar algún sentido al pasado. En realidad el vendedor de los polvos milagrosos era él mismo, pero vestido de gris, lo que pasa es que como tenía una memoria de pez que competía con otras memorias procedentes de neuronas de madera, resultaba que su doble personalidad pasaba perfectamente desapercibida. En éste contexto amnésico, nadie se extrañaba de que el hombre del traje gris no temiera a la lluvia, ya que en realidad venía con el cogote bien mojado y estaba harto de recrearse desde pequeñito en los musgos que crecen en derredor de cualquier casa parroquial. Ésa y no otra era la forma peculiar que encontró para resistirse a los milagros del desencanto.

martes, 8 de diciembre de 2009

LA CRUZ

Decidió ser hombre y cargar con la cruz que le había tocado en suerte, y como la cruz en cuestión no era otra que la de hacernos reír y llorar de forma alternativa y constante, pues resultó ser un tipo tragicómico, personalidad ésta bastante jodida de llevar y mal pagada casi siempre. Para sobrevivir en medio de tanto trajín emocional, aprendió a mezclar alternativamente agradecimiento con perplejidad, como aprendió también a navegar perdido entre los agradecimientos o a quedarse inmóvil en el mar de las perplejidades, según y como las circunstancias aconsejaban una cosa o la otra. Por las noches, en vez de dormir, se dedicaba a follar con su mujer a calzón quitado, y cuando no era el caso de la folladera, entonces tanto él como su mujer se dedicaban a llorar como benditos y a imaginar la soledad en que quedarían cuando traspasaran las puertas del purgatorio. Coincidiendo con las horas de folladera o de lloriquera, un astro nocturno de dimensiones brutales se desplazaba por entre las azoteas de la ciudad, de forma tal que sólo cuando éste daba por terminado su paseo se podía mirar hacia arriba y ver la bóveda celestial toda cubierta de sueños y estrellas. Cruces a parte, fue feliz, y como sea que su vejiga estaba un día estropeada y otro día fuera de servicio, no se sabe si murió cuado iba o cuando venía.

lunes, 7 de diciembre de 2009

BOCAMINA

Es la convexa inconsistencia de sus palabras la que me hace llegar hasta el fondo de la oquedad. Allí, todo huele a sol y la niebla de deshace en lunas que giran dibujando eclipses en torno al centro mismo de su bocamina. Toda esa imperfección tan deseada habita ya en mis ojos y es lo que permite que, a la postre, el aljibe empurpurado de mentiras iluminadas quede abandonado a su suerte y pueda acercarme casi sin querer a los mensajes del misterio. Y a los misterios llego ciego, sordo e insensible, y sin un triste cuadernillo en el apuntar los desvelamientos que se produzcan en el orden en el que éstos se produzcan. Parto de mis raíces y me encaramo a las auroras que aún no son, y caigo alto, y salgo de mí para no explotar mientras caigo, yendo a caer al fin mi asaltada carne sobre la blanda tierra del plomo. Salgo pues malamente de los misterios, pero más consciente si cabe de la indeleble torpeza que palpita y da a luz la sombra que viste al desnudo. Escucho de nuevo la loca algarabía propia de un corazón entibado y desvaído, y me siento bien.

domingo, 6 de diciembre de 2009

DUEÑOS DE NUESTRO TIEMPO

Atrozmente vivo, desasosegado en parte por tanta ausencia y extravío, cargó sus bolsillos interiores de piedras de harina y sal, y se dispuso a sumergirse en la piel del otro. Sin culpa. Sin pecado. Su fin, consistente en hacer de lo nauseabundo una obra de arte, justificaba a priori la utilización de cualquier medio. Toda acción parecía redimida de antemano con tal de que el aburrimiento no se adueñara de una vida, corta por definición, construida con el sumatorio de horas tan largas que parecían rosarios de eternidades. Tanto la mosca pesada que sobrevolaría su cadáver años más tarde con una insistencia digna de mejor causa, como los niños que a esa misma hora estarían rociando de gasolina a los vagabundos medio adormilados en los soportales de la Gran Via, comprendían perfectamente su desesperado intento de dar la espalda a la propia sangre pretendiendo, al tiempo, definirse por aquello que nunca fue. Inundado permanentemente de luz, su intelecto era capaz de albergar un universo asombrosamente prolífico de miedos instintivos en el que no abundaban ni los héroes ni los payasos, ni mucho menos los prestidigitadores. Y en eso consistía buenamente de su atractivo. Al fin y al cabo, en el espejo de la paciencia los genios y los locos tienen el mismo aspecto desmejorado que tenía Jonás después de permanecer tres días con sus correspondientes noches en el vientre del pez. Nunca llegaremos a ser dueños de nuestro tiempo, de ahí que a nadie importe ya la hora a la salga el tren de la estación. A él tampoco.

sábado, 5 de diciembre de 2009

LA AVISPA

Durante mucho tiempo no supo cómo escapar, pero al menos sabía que de morir tenía dirigir su alma hacia las fuentes amarillas. Ahora las cosas habían cambiado: ni sabía dónde estaba, ni si quería escapar o por lo el contrario preferiría quedarse donde está, y mucho menos sabía dónde ir, en el caso de que algún día llegara a saber dónde se encontraba y decidiera marchar. Así pues, desde el punto de vista del saber hay que reconocer que las cosas habían ido a peor. Siempre se imaginó a sí misma vagando sin rumbo, fea y sucia, en lo más profundo de un pozo sin fondo, pero las cosas habían llegado a un extremo más allá de lo imaginable. Si al menos tuviera a mano alguna de raíz de ginseng. Dicen que es muy bueno para la confusión. Lo único claro es que todo en ella era propiedad de la muerte, pero muerta y todo pensaba que resultaría reconfortante llegar a saber algo. Llegar a saber, por ejemplo, si los seres muertos antes que ella echan de menos a los vivos o, como era su caso, sólo añoran a otros muertos. En lo que a los sentidos se refiere las cosas no estaban mejor, ya que le costaba horrores discernir si lo que tenía enfrente era la boca de un mono o las fauces de una montaña. Aún así, no ahorraba esfuerzos. Por ejemplo, se pasaba los días de oscuro en oscuro intentando descifrar aquel manuscrito, pero se desesperaba ya ni siquiera atinaba a adivinar si estaba escrito en chino mandarín o en chino cantonés. Lo de que estaba escrito en chino nunca llegó a dudarlo. La pena es que nunca llegara a saber que lo que intentaba leer eran los signos producidos sobre el papel por las alas de una avispa, toda ella embadurnada de tinta, en el breve lapsus de tiempo que transcurrió entre que escapó del tintero y murió envenenada. Así pues, el chino no era otra cosa que los espasmos gráficos en los que quedó resumida la agonía del himenóptero. El cielo ardía en medio de una lluvia de rayos fosforescentes, y ella seguía sin saber.

viernes, 4 de diciembre de 2009

EL NIÑO DE LA NIÑA BUENA

No acabo de entender tu afán por los cuentos clásicos. Pero en fin, con tal de que te duermas como si nos tenemos que remitir a los antiguos egipcios. La historia de hoy va de una mala madrastra y de una buena niña que dormía, creo recordar, sobre un mal jergón. Para que veas. Tú duermes en una cama estupenda y calentita mientras las princesas de los cuentos duermen en colchones de mala muerte. En fin, el caso es a todo esto se estaban realizando los preparativos para una fiesta espectacular en el palacio de la capital. De esto sí que estoy seguro. Las hermanas de la niña buena, a la sazón hermanastras, se preparaban para ir ataviadas con las mejores galas, y hasta adornos de brillantes que no debían ser confundidos con granos de anís. La niña buena, empero, nada tenía más que lágrimas, así que no podía ni soñar con ir al baile. Por no tener no tenía no móvil. Pero su madrina, que debía ser algo parecido a un hada buena, concibió el milagro de convertir una calabaza en una carroza, de unos ratones sacó unos hermosos corceles más un cochero, y hasta pudo mutar a seis lagartos para convertirlos en seis lacayos porque tanto hoy día como antaño a las fiestas de palacio es conveniente llevar lacayos. Ya ves lo importante que es tener una buena madrina. Claro que tu madrina, tu tía Antonia, no parece que te haga mucho caso, y tampoco parece tener dotes de hada, pero a lo mejor cuando menos te lo espera viene en tu ayuda si te encuentras con un problema de verdad. Lo del vestido para la fiesta lo resolvió la madrina con un ligero toque de su varita mágica, así como el asunto de los zapatos, que resultaron ser lindos, pequeños y muy cómodos, según se pudo saber luego. Para que te hagas una idea sería algo así como una convers originales de la época, pero muy elegantes. Así pues, ya tenía la niña buena toda lo que le hacía falta para ir a la fiesta pero –si te das cuenta, con cuentos o sin cuentos, siempre hay un pero- su madrina la dijo tenía que estar de vuelta antes de las doce, lo cual me parecía cuando me contaron el cuento y me sigue pareciendo ahora una hora razonable. Ni que decir tiene que la niña buena, entre lo guapa que era de natural y todos los atavíos que le proporcionó su madrina, ser convirtió en la comidilla de la fiesta y el príncipe se quedó absolutamente prendado, primero de su belleza, y luego con su insistencia en irse cuando quedaban tres cuartos para las doce y la animación estaba en lo mejor. Tal fue el azoramiento de la muchacha en escapar que dejó olvidada por las escalinatas de palacio una de sus zapatillas. Y no sé si fue el Rey, o si no el Rey el hijo del Rey, o el presidente de gobierno, o algún ministro el caso es que quien tuviera tal función publicó un edicto en el que dejó claro que el príncipe se casaría con aquella mujer que pudiera calzarse esa zapatilla. Sólo los piececitos de la niña buena dieron la talla, ya que en zapato era bien pequeño, azaña ésta que completó sacando de su bolsillo la otra zapatilla. Y nada, que se casaron, y la niña como era buena y aún a pesar de que las hermanastras no hacían más que hacerla la puñeta, ella se portó muy bien y las dejó vivir en palacio sin dar ni golpe. Y colorín colorado este servidor se va para la cama y tu a dormir que ya va siendo hora. No te olvides de apagar la luz y como se te ocurra levantarte mañana antes de las once te descuartizo.

jueves, 3 de diciembre de 2009

EL GATO BLANCO

Debiera colgarme con dos pinzas de la cuerda de secar la ropa a ver si así, colgado a la intemperie, aprendo cuatro o cinco frescas de las que están ahí fuera o, en su defecto, a ver si viento me trae algo que me explicara algo de mí mismo, es decir, que explicara parte al menos del sentido de mi existencia, en tanto que instrumento que sin ninguna duda soy en manos de los cuatro vientos. La verdad es que mis sobacos huelen a una mezcla tal de chatarra y sangre que ni yo mismo me aguanto, razón por la cual la idea de orearme un rato tiene sentido en sí misma, aunque no aprenda nada y aunque el viento traiga sus bolsillos vacíos de explicaciones existenciales. Ensimismado como me suelo encontrar en el recuerdo de aquel cementerio de nubes por el que paseé de pequeñito, no hace falta ser un lince ni tener la lengua mutilada para pensar en la posibilidad cierta de que me estuviera volviendo loco. Puede ser. Pero loco y todo hay que vivir, y siendo como soy lo más parecido que van a encontrar a una rata, no debieran extrañarse si mi realidad y la suya difieren. Errarían, empero, si llegasen por ello a la conclusión que su situación es como para tirar cohetes. Al fin y al cabo, su destino y el mío, a pesar de mi cobardía innata y del turbio cruce de miradas con el que nos regalamos mi otro yo y yo cada vez que nos cruzamos por la calle, su destino y el mío, digo, coinciden en lo esencial: nacimos, cada cual de su padre y de su madre, y que a nadie le quepa la menor duda de que moriremos. Lo contrario sería algo así como pretender cruzar la sierra que separa Chihuahua de Sonora y salir de allí indemne de la excursión. Sería un sueño. Claro que ahora que lo pienso no tengo muy claro si son ustedes los que interrumpen en mi sueño o yo en el suyo. En el mío no he visto ningún gato blanco ¿y en el suyo?

miércoles, 2 de diciembre de 2009

ASADURA INTELIGENTE

Exquisito paisaje éste del corazón que crece entre penas de óxido seco y asexuado. Visto así, pareciera una asadura inteligente capaz de llegar a saber qué murmura el arroyo con su voz arrulladora y por qué la nostálgica azucena embalsama sus olorosos pétalos antes de tiempo. Sin duda que la afortunada criatura poseedora de tal víscera está de suerte, como suerte tendrá también el aguafuerte o el daguerrotipo capaz de inmortalizar las vejigas de los seres anfibios que hablan con voz de mujer. En este día falso de callada elocuencia, busco la sintonía del plenilunio y el lobo, busco también unos labios y unos pechos que poder morder, pero sólo encuentro antiguos pájaros que gorgojean una muerte largamente presentida en medio de profundos pozos de espanto. Me temo que, un día más, los mimosos labios de encarnada caoba tendrán que esperar, y no quedará otra que conformarse con la ración de preguntas ignoradas de monocroma olvidanza, esas mismas que visten, calzan y tienen por corolario lógico el ya manido ramillete de respuestas imposibles.

martes, 1 de diciembre de 2009

VIVIR CAÍDO

Se adentró su lengua en mi aliento y yo me refugié en el gran tintero del mundo. Pero no hubo forma de escapar, y sucumbí, aún a pesar del catafalco de consejos, a sus iracundos gemidos de hembra hambrienta. Nada pudieron contra su sed ni las alfabéticas pirámides ni los limbos sígnicos en los que de normal hacía descansar el sonido de la carne. Lleno de mundo como estaba, me mataron obligándome a morir. Sus ojos me decían que, puestos a hacer, bastante tenemos con seguir haciendo de las nuestras. El estropicio resultaba bien visible: duros pedazos de paloma azul, y andrajos gaseosos e infinitos de lagarto viejo. Y si no me creen a mí, que hable la calavera y nos diga con su voz grave lo que vio, todo lo que vio, y nada más que lo que vio, antes que los gusanos la tomaran al asalto y lograran pernoctar en las marcadas cuencas de sus ojos. Pienso que va a hacer falta del llanto unido de todos los hombres para que me incorpore de donde caí y lentamente, muy lentamente, eche de nuevo a andar. Y no espero tanto. Ansioso yuntero de su carne fui, ya que era yo quien la araba entre soledad y soledad. Claro que andando el tiempo las neuronas te coronan de polvo viejo, y desde sus cubículos cóncavos miden mucho las instrucciones que dan al cuerpo, ya que piensan para sí que bastante tiene el cuerpo con lo suyo, es decir, con lo de seguir siendo cuerpo. De ahí que ahora piense con seriedad en la posibilidad de vivir caído.

lunes, 30 de noviembre de 2009

CONTRARRELOJ

Fue contrarreloj como pudo distinguir el arrebato aquel vértigo insano que separa el vacío figurado del real, y lo que le permitió a la postre vivir un día más, arrebatado, sin otro oficio conocido que el de subrayar sus enfermizas obsesiones. Espero que crean esto que les digo sin necesidad de que se produzcan grandes horrores en forma de hambres y pestes, como tampoco espero que sea necesario que sus ojos vislumbren espeluznantes milagros que iluminen la bóveda celeste para que entiendan que el reloj no es que representara una pálida alegoría del caos sino que era el caos mismo. De ahí que las cosas hechas a contrarreloj tuvieran, entre otras propiedades, la de acentuar la sensación de no hay tiempo que perder, como si uno pudiera hacer con el tiempo otra cosa que perderle. Por ejemplo, uno cualquier se olía a sí mismo, pero se olía contrarreloj, de forma tal que sólo oliéndose a sí mismo era capaz de reubicar los desiertos de cada día en las nuevas geografías de la sorpresa. Todos esos escenarios criminales donde los silencios se fabricaban cada día, representándose a continuación para el distinguido público, mudaban con rapidez, a contrarreloj, como tiene por costumbre de mudar el miedo de una neurona a otra. Era contrarreloj también como el áspero espíritu del bebedor se compadecía cada día peor de la perfecta alegría con la que el ángel caído nos anuncia su promesa. Las inevitables fricciones que surgieron entre los náufragos destinados a los infiernos se disolvieron como por arte de magia al contacto de éstos, los náufragos, con las cloacas, y ni que decir tiene que tal disolución tuvo lugar contra el reloj. Como ente revelador de cosas nuevas, la luna llena y andrógina que habitaba en el interior del reloj parecía a su vez embarcada en una carrera contrarreloj, y la tal carrera tenía lugar antes de que llegara a sus manos la lluvia que inevitablemente aparecería en forma de gotas de azaroso caos. Así pues, era muy habitual que el río de las cosas fluyera muy cerca de su cadera de reloj de cuco sin que ni el reloj ni el cuco le concedieran importancia alguna. No hacía falta ser un lince para entender que también el río estaba en lucha contra el reloj, y ni que decir tiene, porque es asunto de sobra conocido por todos, que fue el reloj el que venció en todas y cada una de las carreras en las que aventuró su eterna honra.

domingo, 29 de noviembre de 2009

GUISO DE OTOÑO

Cuando el mundo decide estar contra ti es muy difícil cambiar eso. Hay que tener en cuenta que ellos, todos los que forman parte del mundo, han invertido mucho tiempo y esfuerzo en ponerse de acuerdo contra ti y no van a cambiar así como así, como quien dice de la noche a la mañana. Son muchos y la cosa no es fácil. Fuera de ti, es la bruma la que manda, de ahí que debas centrar tus fuerzas en cuidar lo que ocurre por debajo de tu epidermis, más allá de cada víscera concreta, ya que las fiebres y los temblores pueden empezar en cualquier momento. El mundo no está contra ti en vano. Fluyes libremente en tu escribir, todo lo libre al menos que puede fluir un espíritu embutido en su materia, y por eso te crees libre; eres capaz de sujetar una pulga entre el pulgar y el índice procediendo a renglón seguido a su destrucción, y por eso te crees eficaz; te indignas, con la indignación máxima que puede alcanzar un cuerpo de uno setenta y cinco de estatura y sesenta kilos de peso, y por eso te crees digno; cuando el rayo de luz se posa sobre el templo te llegan noticias de los dioses, y por eso te crees amado. Atiende éste consejo: si quieres sobrevivir, no debes perder de vista que tu libertad, tu eficacia, tu dignidad y hasta el amor que crees recibir son asuntos que acontecen en un mundo que ha decidido estar contra ti. Y ahora, te ruego que me digas si a este guiso de otoño que acabas de probar le falta sal o le sobra dolor.

sábado, 28 de noviembre de 2009

LA E

Esta vocal, abierta y fuerte como la que más, esconde bajo su apariencia de sencillez una naturaleza compleja de versatilidad poco común. Esto que digo es así no sólo porque en sus ratos libres haga trabajos de conjunción copulativa -reemplazando a la y para evitar el hiato- sino porque la sexta letra del abecedario español, la segunda de sus vocales, es en realidad algo más que una letra. Prefijo por excelencia de todo lo electrónico, signo de la proposición universal negativa, la e ha llegado a convertirse en símbolo de un número, pero no de un número cualquiera sino de un número trascendente, concretamente el 2,7182, que es la base de los logaritmos neperianos. Ahí es nada. A la manida pregunta de cómo dar a luz una e se le pueda dar una respuesta relativamente fácil, aunque convenga estar atento ya que ciertos detalles pueden escapar al entendimiento común. Por lo pronto, no es probable que usted sepa que, entre las muchas cosas que posee, querido lector, es propietario de un predorso. No se extrañe, lo tiene, es suyo, y para más señas lo tiene ubicado en su lengua. Pues bien, elevando el predorso de su lengua hacia la parte anterior del paladar y estirando levemente los labios hacia los lados como si se estuviera atusando un bigote, se encontrará con un sonido que debiera parecerse en algo a la e, a no ser que se haya demorado en exceso con lo del bigote en cuyo caso le saldrá un sonido irreconocible o en el peor de los casos un eccema. A mi juicio, la principal precaución que debemos tener cuando pronunciamos esta vocal es la de no convertir la e átona en i, pasando, pongamos un por ejemplo, de pedir un vestido a algo así como pidír un bistído, que no es que no te lo vayan a dar, sobre todo si es un familiar o conocido a quien se lo pides, pero que queda fatal.

viernes, 27 de noviembre de 2009

CHABELA

Mezcla de vino y chicha, gustamos Chavela y yo de emborracharnos con chabela. El asunto se desarrolla más o menos de la siguiente forma: Chavela viene a España y, mientras Lorca toca el piano, bebemos hasta que roba mi corazón a punta de pistola, todo ello a la espera de que el pájaro amarillo nos despierte a todos y llegue la fea cosa del morir. Llegado ese momento, Chavela abre sus brazos y nos redime a todos del inútil sufrir.

jueves, 26 de noviembre de 2009

PARA EMILIANO MONGE

La Primera Guerra Mundial se inicio en Acapulco, de eso no hay duda, y fue después que vinieron las muertes no anunciadas, incluida la de Margarita. Es cierto que el hacha del ruso ya no corta como antes y los caciques, aquí y allá, siguen dominando los páramos. Pero qué le vamos a hacer. Claro que para ahorcar a un inocente hace falta algo más que una cuerda, al menos hace falta alguien un poco menos inocente que el inocente que se haya propuesto colgarle. Que lo sepas: todos los años están igual de apretados, y eso lo deberías saber ya que el fenómeno de las apreturas temporales se explica por la misma razón que todas las fugas resultan interminables. Mis amigos se acuerdan de mí, y de vez en cuando también se acuerdan de mi señora madre que, claro está, no tiene la culpa de nada. Eso de que los cadáveres huelen a podredumbre, a leche fermentada y a elixir de hienas son sólo palabras. Depende del cadáver. Y depende del tiempo que la carne lleve muerta. Transcurrido cierto tiempo nada huele. Qué sepas que en los panteones también se folla, y si no me crees pregúntale a Bolaño. Nunca he visto un tigre, ni triste ni nada. Por aquí los lunes son días propicio para tomar el sol y comenzar el período de desempleo. La cuestión es que todas las personas que quieren ir a África lo convierten en una cuestión personal. De hecho, no recuerdo de nadie que haya querido ir a África y no lo haya convertido en una cuestión personal. No me acuerdo de Bartheby, aunque Platón, según creo, sí que recuerda la metempsicosis. Me ha llegado sólo como rumor pero creo que Pandora y Epimeteo tuvieron algo. Son demasiadas las veces que, con tentación o sin tentación, se fracasa sin amor. El silencio se esconde y el Damasceno tampoco recuerda que estaba comiendo mientras le cortaban la cabeza. Las vidas eran tan minúsculas en 1984 como en 1984. Orwel no hacía al respecto distinción alguna. Ir del escritorio a la cama también es un buen viaje. Una tarde, cerca de Pedernales, hizo tanto calor que vi las alas de los pájaros se derritiéndose en tierra. El Missisipi se encuentra cerca de Mark Twain, pero un poco más alto y un poco más a la izquierda. No me extraña que no te acuerdes de otra mejor: la vuestra es una comedia cojonuda, mucho mejor que los insultos de Parra, mucho mejor que París de noche y mucho mejor que el Rey Lear, aunque esto ya empieza a cobrar tintes de melodrama. No recuerdo ningún niño del que emanara tranquilidad. Herodes tampoco. Conocí, eso si, una serpiente de la cual se alimentaron. El frío de los cerillos es horroroso. Hay un axioma general que dice que el oso suele estar cerca de sus garras. Es triste pero debes saberlo: Carlota puede que no vuelva. Ni al medio día ni más tarde. Puede que se vaya para siempre. Un último consejo: no salgas tras del espejo en su búsqueda. ¿Para qué?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

EN CASO DE DUDA SOBRE LO SALADO

A veces puede suceder que, después de un largo día de ingente atiborramiento intelectual, llegues a casa, eches en falta algo, y no sepas en qué consiste la misteriosa ausencia. En un primer momento pensarás en el dedo anular de Laura. Pero no. Si a estas alturas no has llegado ya a la locura psicomunicativa más absoluta te darás cuenta que no es eso. Mira a ver si tienes las llaves. ¿Has olvidado el portátil? Si todo parece en orden y la necesidad continúa, no te sulfures. Descansa e intenta dormir. A la mañana siguiente, si sigues notando esa indecible necesidad y aparecieran después del café síntomas como la desgana, nebulosas emanaciones tendentes al mareo tonto y sosería en general, entonces es que tu cuerpo y tu espíritu necesita de los ingredientes propios de aquello que algunos han dado en llamar la sal de la vida. Tómate el día libre, date una vuelta por el Rabal y en cualquier bareto pide un poco de tequila con sal, limón, musiquita y algunas risas. Veras como todo vuelve a subir.

martes, 24 de noviembre de 2009

CUENTO DE OTOÑO

Que lo sepan ya aquellos que aún no lo saben: no es fácil encontrar un ángel bueno que endulce la amargura que nos reserva el destino, como tampoco lo es encontrarse en el camino con un ogro que posea el don de transformarse en el animal que en cada momento mejor se le acomode. Sin embargo, hete aquí que ambos personajes, uno después de otro, salieron a mi encuentro, y que tales apariciones tuvieron lugar después de haberme mamado un par de buenas botellas de vino, del más católico de la comarca, si bien algo rancio y avinagrado. El frío que azotaba las altas tierras de castilla en este camino de santos créanme que justificaba plenamente el uso de la grasilla de uva, ya que era el único adminículo del que podía servirme en caso de necesidad, y la necesidad en forma de viento y frío se hacía evidente a cada paso. Apenas acabado el último trago de la último botella se apareció el ángel, y del susto que me dio apunto estuve de subirme por las paredes del chopo que hacía las veces de tapia protectora, y creo yo que no me subí a la mata no por nada sino ya me decía mi padre que a la tarea de subirse por las paredes le sigue aquella otra que tiene que ver con bajar de las goteras, y si bien me veía con fuerzas como para lo primero, aquello segundo, lo de bajar sin mácula, se me antojaba harto difícil. Y todo para nada ya que el ángel no digo yo que no fuera bueno, pero lo cierto es que nada más verme puso cara de sorprendido y vino a decirme algo así como que se había equivocado de persona, a lo que siguió una espantada tan sorpresiva como su llegada. Repuesto del susto y del desdén, me disponía ya a coger carretera y manta cuando en esto se apareció el ogro transformista preguntándome si había visto por los alrededores un ángel bueno con aspecto de despistado. Mi respuesta, dado el vino que me había bebido, me pareció inteligente ya que no le dije ni que sí ni que no y me limité a preguntarle por su oficio y condición, momento en el cual me enteré de que era un ogro que podía convertirse en cualquier animal que se antojara. Le dije si no le importaría convertirse, al menos por algunos kilómetros, justo los que quedaban hasta Almansa, en un pollino o un jumento de estos recios y tranquilos, ya que es, le dije, el único animal que podría aliviarme de la amargura cierta que me reservaba el destino más inmediato, y del cual por cierto había sido incapaz de protegerme ángel alguno. Menos mal que no tenía ese don, pero si las miradas fulminaran allí me habría quedado yo, chamuscado por los restos de los restos. El ogro se fue sin despedirse y mascullando algo entre dientes, algo que desde luego no debía ser nada bueno para quien esto cuenta, razón por la cual le dejé partir sin insistir más en mi sensata propuesta. Maravillas para qué, me preguntaba a mí mismo, si al final no tienes otra que andar borracho y en mala tarde, un ratito a pie y otro caminando.

lunes, 23 de noviembre de 2009

HAY TIEMPO

Hay tiempo. Los que ya no tienen para nada dicen que hay tiempo. Ven caer los chuzos de punta y dicen que hay tiempo, al tiempo que dicen ver también a grandes pájaros negros arremolinados en torno a un sol agrio, escena ésta que será preludio sin duda de una noche de luna arrugada y misteriosa capaz de convertir el dolor en memoria. Y todo eso lo harán porque aún hay tiempo, y lo harán aunque el precio a pagar sea el de la cordura. Pero como la locura es contagiosa, tan contagiosa al menos como lo pueda ser la risa, podemos pensar que era su risa la que estaba loca y su locura la que se reía. Sea lo que fuere la causa y sea cual fuere el efecto tampoco es tan problemático ya que hay tiempo. Pensaba que hay tiempo mientras tranquilizaba su corazón alisándose las neuronas. Esa era la forma que se había inventado para enviar mensajes depresores desde el sistema nervioso central a la parte más activa de su ceguera emocional, sosegando así con suavidad y circunspección lo que podía convertirse en un huracán pasional de consecuencias imprevisibles. Hay tiempo y el agua, en su silencio transparente, parece más viva que nunca mientras dibuja nimbos perfectos y cúmulos entre grises y azulados. Todo consiste en hacer el esfuerzo que te permita ver con los ojos del recuerdo de hoy aquellos otros ojos que tenías entonces y que fueron los que pudieron ver desde el balcón cómo tu madre se encorvada por el peso de los años, lo pronunciado de la cuesta y el peso de la maleta. Entonces también había tiempo. Más cercano a la exageración que a la admiración cortes, pensaba en su madre y nunca llegaba a estar tan triste como se imaginaba precisamente porque había tiempo. Y pensando en eso, en que hay tiempo, se durmió por última vez acunado en el gemir de su propio llanto.

domingo, 22 de noviembre de 2009

MUSICALINA

Comenzó el día llorando, y medio arrullado como estaba por un criptograma de enigmática naturaleza, no deseé otra cosa que morir atiborrado de su carne. Sea porque no supe decírselo, o sea porque no supo entender lo que nunca dije, el caso es tuve que conformarme con un diálogo indefinido y escaso de sustancia. Aún recuerdo la musicalina de mi discurso negligente armado sobre la base de estructuras de relojes, tés, libros y métodos, y a ella, a ella también la recuerdo elevada y necesaria como un punto sobre la i, envuelta en un rumor de silencio. Afortunadamente yo también callé a tiempo y fue el canto el que con forma de son, balada o sonara, conjuró con agua de estrellas la belleza lúgubre del puñal. Después vino un sol sonoro repleto de luz callada, que resultaba propio para la siesta, y la siesta se dio, y más adelante llegó la tristeza de estar sin mí y atiborrado del veneno azul de su recuerdo, y el recuerdo se dio. Realizado el intento a través del cual intenté expresar el sentimiento, toca ahora reflexionar sobre él.

CHE

Este signo ortográfico, que atiende al nombre de che, ha necesitado de dos letras para representar el fonema, aún a pesar de lo cual no conviene llevarse a engaño ya que si bien resulta doble en la figura en lo que valor se refiere se trata de una letra sencilla. Su llegada al mundo de las letras se demoró en exceso, ya que no fue hasta 1803 que los académicos se rindieron a la evidencia y acabaron considerándola la cuarta letra del abecedario. Africada sorda donde las haya, antes que dorsal debe considerarse predorsal, por la misma regla de tres que antes que palatal debe considerarse prepalatal. Y no se piensen que esto que digo no es más una retahíla de palabras inútiles, como quien dice una cháchara, porque no es así: ni quien escribe es un charlatán, ni su chaladura llega a estos extremos. Una cosa es que el Che, el comandante Guevara me parezca un personaje atractivo, que de vez en cuando me guste darme un chapuzón o que, también de vez en cuando, pueda resultar algo chapucero en el mantenimiento de las máquinas y utensilios domésticos, o que me guste chingar, o que nunca encuentre las chinchetas, o incluso que escriba a diario pero como de chiripa, y otra es que sea cierto ese bulo que corre por ahí y que viene a decir poco más o menos que me falta un chip, sustitutivo electrónico éste del antiguo tornillo industrial. Pues no. No es que me falte un tornillo es que, lisa y llanamente soy un pibe enamorado de la che, y tan necesitado estoy yo de la che como pueda estarlo el champán y la chamusquina, no existiendo forma humana de hacer chapó o de hablar del chachachá si no es requiriendo del auxilio de esta letra indivisible en la escritura. Nieguen la che, y entrarán en la más oscuras de las noches.

viernes, 20 de noviembre de 2009

CUCHARA DE MADERA

Ojala y pudiera alimentarme de mi muerte. Sacar la cuchara de madera y hacer sopas del corazón que reposa en el agua escrita, y croquetas del agujero pegado a la suela del sufrimiento esférico. Digo yo que a lo mejor así, de esa forma vampírica, la flaca inmensidad que supura ríos de aceite y la electromecánica de manual y grasa triste, tendrían algún sentido, y digo yo también que de esa manera los atroces e inexactos pañales que recogen la sangre parida de muerte lenta, esa misma que yace al pie del humo y aún vencida sigue arando pechos, podría de alguna forma reparar las rotas exclusas de la querencia. Hoy que me cuesta tanto hablar de esperanza, noto como si a la noche le faltara estómago para poder dormir a la luz del día, y por eso huye como huyen las yemas de la piel cóncava y como huye el plomo del fuego orgánico e indecible que promete la luz. Y debe ser por eso también que hoy, precisamente hoy que me cuesta tanto hablar de esperanza, necesito amanecer sin explicaciones ni diptongos. Avanzaba en busca de los cielitos lindos, giré el cuello, pero no pude volver. Y así fue como partí, esclavo y sin regocijo, con el cuello roto, en busca de las fronteras de lo inmóvil.

jueves, 19 de noviembre de 2009

TRANSMIGRACIONES

Por cómo me trata y por cómo me van las cosas, tengo para mí que mi alma debió haber transmigrado mucho antes de hacerse cargo de este cuerpo que tiene actualmente en arriendo, cuerpo al que no es difícil verle penar por las calles de la ciudad intentando encontrar una paz que se le muestra esquiva. Quizás en mi vida anterior, antes de yo, debí ser menos que yo, un don nadie, pongamos un por ejemplo para entendernos que un Comandante en Jefe de un regimiento sin muertos en su historial. O sea, nada. Y antes que comandante de nada, un perdulario, un tragaldabas de esos que entraba en las tabernas pero le costaba salir. Claro que salir de los sitios nunca fue fácil. O un suicida desconocido y en avanzado estado de descomposición al que hallaron ahorcado cerca de un estanque. O un loco atosigado por la información meteorológica que siempre andaba algo mosca porque sospechaba que de la nube permanente que tenía en la cabeza más temprano que tarde comenzarían a caer rayos y truenos. O un sacerdote ultra ortodoxo que empezó preocupado por el estado de los espíritus hambrientos y terminó reconociendo no saber por qué el cristo de su sacristía no dejaba de mirarse los pies. Todas estas posibles fallidas reencarnaciones cuyas deudas me encuentro ahora pagando tienen que común que no son de ningún lugar. Al fin y al cabo, curas, comandantes, borrachos y suicidas hay en todos lados y en ninguno. Y es importante ser de algún lugar. De hecho, siempre me ha parecido bien que la gente sea de algún lugar. No más o menos de algún lugar sino exactamente de algún lugar.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL CABALLO DE FUEGO

Entre las cosas que sé que son verdad no encuentro a la verdad misma, razón por la cual todas las cosas que sé que son verdad las podría contar con los dedos de una mano, y aún me sobrarían dedos y hasta la mano misma. O bien no son cosas, en cuyo caso no hay ciencia posible, o bien no son verdad, o simplemente ocurre que no las sé. Este sería un bosquejo rápido del panorama habitual en el que desenvuelvo en lo que al mundo de las verdades, las cosas y las sapiencias se refiere. Otra cosa es la conciencia de la cosa y la necesidad que tenemos de ingerir verdades, mezcla ésta que explicaría cosas tan necesarias como los cuentos. Los cuentos son ciertamente cosas necesarias que sé que son verdad justo hasta el instante mismo en que termino de contarlos, en cuyo caso dejan de ser cosas y dejan de ser verdad. Cualquiera diría, por ejemplo, que la niebla es verdad, y probablemente sea verdad, lo que pasa es que yo no sé nada de la niebla, de ahí que no pueda contarla entre las cosas que sé que son verdad. Servidor, en lo que a nieblas se refiere, se limita a padecer la niebla que le ha tocado en suerte, esa misma que me persigue a sol y a sombra e insiste en posarse sobre mi testa como si de un sombrero se tratara, sin otro efecto conocido que el de generarme fuertes dolores de cabeza. A veces intento utilizarla para hacer caricaturas, pero yo a eso no lo llamaría saber. Sé, eso si, que hay cosas malas que son verdad, como las mentiras –no todas las mentiras-, y las traiciones –no todas las traiciones-, pero esos saberes tan generales sirven de poco tendiendo a nada. Los bufidos y resuellos del caballo de fuego olfateando el aire en busca de carbón para alimentar la caldera de su garganta, esos sí que son bufidos de verdad, como de verdad son también las muecas y los jadeos de los corazones rotos, y los ríos brumosos de sudor verdadero manando de una frente de melocotón. La verdad más grande que he visto hoy era una sombra dibujada sobre el suelo por la silueta de una estrella caída en desgracia, de la que nadie en el barrio sabía dar cuenta ni de su procedencia ni de las causas de su desgracia. A la chica del kiosko de prensa se le ocurrió una explicación: esta estrella con forma de sombra competía a su vez con otra sombra, en este caso la de un pez, pero sabiendo como sabemos que lo único verdadero en ambos casos es la sombra, y siendo como es el caso que yo de sombras tampoco sé, pues me quedé donde estaba. Podría decirse que algo sé de las lágrimas heladas que horadarán ojos y oídos, los tuyos y los míos, y lo sé porque lo vi escrito en palabras de tiza y pizarra, pero de eso que sé nada puedo decir ya que me fue dicho por el caballo bajo secreto de confesión durante un par de minutos de mudo éxtasis mientras le cepillaban la crin.

martes, 17 de noviembre de 2009

EL METRÓNOMO

Trataba de atrapar con cuerdas y clavijeros el tiempo que extravió, para gozo de sus lectores, un tal Marcelo, cuando me di cuenta que la mente criminal de aquel metrónomo estaba tramando de nuevo una de las suyas. El tiempo otrora perdido que no sin esfuerzo conseguí atrapar sin otro fin que el que dejara de dar vueltas y más vueltas en círculos bobos e inanes, tiempo éste que creía a buen recaudo sentado en el retrete o tranquilo y caviloso tras las puertas corredizas del armario empotrado y repleto de sombras que tengo al lado de la cama, resulta que el diablo que tengo por metrónomo los iba soltando por la ventana a la que doy la espalda mientras flirteo con las teclas del piano. Me di cuenta de que algo iba mal cuando me dejé encandilar por unas voces que procedían del exterior. Entonces, mire hacia atrás de manera sorpresiva y pude ver los últimos rastros de un tiempo que creía recobrado y que ahora huía como si en ello le fuera la vida. Pero en fin, así son las cosas. Unos se esfuerzan en la cotidiana tarea de reinventar la tragedia nuestra de cada día creando para ello complejísimos artilugios con mallas trenzadas a bases de destellos de vida capaces de capturar el tiempo perdido, mientras otros, como éste metrónomo indócil y estúpido, indócil como la memoria y tan estúpido al menos como yo, seres incapaces de comprender las consecuencias criminales de sus actos, se dedican a joder todo intento de nuevo orden. Pero no importa. Afortunadamente, no hay dos hechos tan lejanos que no puedan ser juntados en la mente de un escritor, y lo cierto es que aún me siento capaz de ver los mundos que habitan en cada grano de arena. Ya de pequeñito me di cuenta, no sé si demasiado tarde, que rara vez decía la verdad, y lo único que me hacía falta para redimirme cuando las cosas se ponían complicadas era un trago de buena suerte. Cogeré al metrónomo por el pescuezo, y será así como esa bestia vuelva a echar en falta a su madre y a todos los mecanismos internos que hacen le falta para morir. Mientras le asfixiaba no sin gusto y ciertas dosis de parsimonia, pude tener un buen sueño con pesadilla incluida, con tal mala suerte que en aquella pesadilla, como en la vida misma, tampoco pude alcanzar meta alguna. En fin, que no era mi día. Despierto ya, volví a dejar el artefacto por donde solía estar, encima de la tapa del piano, e hice callar al tiempo. Ahora sé que cuando más se dice es no diciendo nada, razón por la cual voy a empezar a callar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL PRÍNCIPE QUE AMÓ MÁS QUE ASÍ MISMO

Érase que se era una princesa pequeña, es decir una princesita, una de esas princesitas típicas que tenía por madrinas a siete hadas, siete, lo que prácticamente incluía a todo el elenco de hadas censadas en aquél pequeño país. Y érase también que se era, porque así era la costumbre vieja que reinaba por aquellos pagos, que llegado el séptimo cumpleaños de la princesita cada una de la hadas realizó a su ahijada un presente que pretendía estar a la altura de las circunstancias, y fue así como un hada la convirtió en una princesa bella, la otra la dio talento, la de más allá la dio el don de la gracia, la cuarta hizo de ella una bailarina excepcional, la quinta, por continuar con esto de las habilidades artísticas tan necesarias en todas las cortes que en el mundo han sido, la quinta digo que tuvo a bien hacerla cantar como los pájaros, con tan buena suerte que la sexta redondeo la faena de las cualidades musicales de la muchacha convirtiéndola en una princesa orquesta, de modo tal que como por arte de magia aprendió a tocar todos los instrumentos musicales, y en estas se estaba cuando se presentó en casa un hada vieja y más mala que un dolor, una hada que no había sido invitada porque se la había perdido la pista hacía ya muchos años, una vieja hada ésta que quiso sumarse a las celebraciones con un maleficio: la princesa, dijo, se atravesará la palma de la mano con un huso y de eso morirá. Menos mal que renglón seguido apareció la más pequeña de todas las hadas, que era la que faltaba de sumarse a los festejos, y que tuvo a bien enmendar el sortilegio de la anterior, vaticinando que la tal cosa del huso, cuando suceda, no la ocasionaría la muerte sino un profundo sueño que dudaría cien años. Y ni que decir tiene que, aún a pesar de todos los cuidados, el desastre sucedió, de forma tal que la princesa se atravesó la mano con un uso al pretender usar una rueca y la princesa cayó desmayada sin que hubiera forma humana de hacerla volver en sí. Todo lo intentaron y por traer hasta trajeron agua de la reina de Hungría, pero nada, pasaban los días y la princesa continuaba sumergida en lo que parecía ser plácido y profundo sueño. Cuando aconteció lo de la rueca, el huso y el sueño, la más pequeña de las hadas, que era la que logró amainar la amenaza de muerte de la hada mala, había emigrado a una ciudad acuática, distante a más de doscientas mil leguas de viaje submarino de donde habitaba la princesa y su corte, pero nada de eso fue obstáculo para un gato con buen calzado que se plantó donde el hada buena en un pis pas para ponerla al corriente de todo lo sucedido. Una vez en su presencia, y para resolver el problema, a la tal hada no se le ocurrió otra cosa que dormir a todo bicho viviente, personas, animales y plantas incluidas, lo que incluía por tanto a pajes, lacayos y palafreneros de todo tipo y condición, con el bien pensado fin de que cuando la princesa despertara no la faltara de nada. Al final pasó lo que pasó, que se echó el tiempo encima, quiero decir que se echaron los cien años encima, y tuvo que ser un apuesto príncipe joven y enamorado el que resolviera el tema con un beso al estilo de película Disney. Y eso que cuando el príncipe encontró a la princesa ésta roncaba como un ogro y estaba ataviada con un vestido nada sexy que parecía de los de Marí Castaña. Pero nada la importó, y esta es la moraleja que quería traer a colación, porque según sus propias palabras, y aunque sonaran un poco a cuento, lo cierto es que dijo que “La amaba más que a sí mismo”. Ni que decir tiene que la cosa no quedó ahí, pero yo sí, permitiéndome sugerirles que para más detalles pregunten a mi buen amigo Perrault.

domingo, 15 de noviembre de 2009

MATANZA DE PERROS EN PORTOCOLOM

Ayer debió haber matanza de perros en Portocolom. El inconfundible rastro de las flores de piedra desperdigadas aquí y allá como quien no quiere la cosa, la curiosa ubicación de unos espejos que parecían tener la extraña cualidad de permanecer ciegos a todo lo que sucedía a su alrededor, ese olor típico, mezcla y salitre y sangre tranquila que salía de las alcantarillas, el dato frío y matemático que hablaba muy a las claras de la ausencia empírica de perros por toda la localidad, en fin, que toda la información disponible daba a entender que, efectivamente, se había producido una matanza de perros en Portocolom. Y así estaban las cosas hasta que de forma repentina se oyó un rugido que, más de uno y yo entre ellos, interpretó como un ladrido, otros como un bostezo profundo y lastimero, y aún hubo quien lo califico de simple ruido. Fuere lo que fuere, no había duda que surgió de la garganta de un mamífero, como tampoco había duda de que el animal productor del sonido se había despertado esa misma mañana estando ya loco cuando se despertó. Como después se supo, les puedo adelantar sin problemas que teníamos razón los del ladrido y que las cosas sucedieron así. El animal nació vestido como para salir, y lo primero que hizo al nacer fue declararse falto de preparación para vivir en la era del Mesometo, y lo segundo que hizo fue prometer someterse sin queja alguna a las leyes del insomnio. De nombre desconocido y por ello mismo inobjetable, se propuso una meta en la vida, a saber, levantarse todas las mañanas, o todas las tardes ya que podría haber días en los que el levantamiento se podía llegar a producir ya por la tarde, digamos resumiendo que su meta consistiría en levantarse, poner una vela en el altar de la causalidad y otra en el de la casualidad, y trabajar con afán para añadir más asco al asco que ya tenía acumulado del día anterior. En esta tarea no partiría de cero ya que el primer día nacería con un asco de partida al que denominó asco original. Mientras esto pensaba el animal recién nacido, la luz de la tarde se sumergía en sus cuencas oceánicas produciendo esas formas ovaladas y gelatinosas tan del gusto de los cuervos. Consciente de ser uno y único, y sin más dilaciones, se puso a dar forma a su testamento geométrico momento éste en el cual el animal ladró.

sábado, 14 de noviembre de 2009

ARREBOL

Me amortajo en la tristeza de una tarde que cae doliente y taciturna, y lo hace, esto del caer, con tal mala pata que va a dar con sus huesos en el preciso lugar donde las flores gustan de dormir sus largas siestas de almidón. Recuerdo bien el escenario porque fue allí donde, uno a uno, fui deshojando sobre su boca aquellos besos que adolecían de edad y de paciencia. Claro que, bien pensado, ¿quién echa en falta la paciencia y la edad cuando el deseo adopta el color del arrebol y las nubes todas se arremolinan iluminadas por los rayos del sol? Ni que decir tiene que la conmoción del impacto de la tarde sobre la frágil tierra fue muy comentada y hubo opiniones para todos los gustos. La del lirio y la mía fueron parejas, con el matiz de que el lirio, si bien medroso y cuajado por naturaleza, tan hermoso siempre que pareciera vestido por la alegría misma, aún se siente atraído por ese brillo extraño y misterioso que no es otro que el del torbellino de la carne que todo lo ama. Mi situación es otra. Hace tiempo que morí, y bien muerto es que vivo como mendigo enlutado de viejas letanías, incapaz de reconocer como suyo esa sed antaño tan inconfundible, tan peculiar. Recuerdo también el paraje donde cayó la tarde porque es el mismo donde hoy me siento a beber con labios fatigados lo que queda de esta alma seca y afiebrada que antaño fue mía.

viernes, 13 de noviembre de 2009

DÉJAME

Déjame que entierre con el fusil a los dedos que lo empuñaron, y déjame, de paso, que disfrute del último pan junto al palo y al piojo que escupe y almuerza su diaria ración de sangre. Puestos a pedir, déjame cerca del hombro de algún hombre roto para que todos, todos, puedan llorar conmigo sobre los despojos de los tumbados endecasílabos. Déjame que planche la camisa del desnudo, que abra la boca del sediento y la llene de libra y media de polvo de pedernal, y deja, al fin, que de beber al hambriento las aguas de los originarios manantiales del orín. Hago balance y sopeso con delicado esmero la función de la bufanda y la sartén, y todo esto lo haré hasta que la domestica bruma se adueñe por completo de la amígdala melancólica y sensible que, no sé cómo, me mantiene aún en pie. Apunta bien mi nombre y dí al mundo que de tanto volver tengo la espalda rota, y que termino como empecé: muriendo al oído y llorando, como siempre.

jueves, 12 de noviembre de 2009

CEIBA MADRE

Intenso e incompleto, como el amor, me esfumo todas las mañanas en el azul de sus ojos como desaparecen las estrellas de polvo en su natural proceso de desintegración. Invisible y fugaz, como el grisú, llega, explota y se va, y yo me quedo medio paralizado en la trinchera de almohadas sin nada que decir y poco o nada que hacer. Ya ven que, también para éste hijo de la tormenta y del sabio asombro, las cosas son como son, y eso que las cosas podrían ir peor ya que, sin pretender pecar de falsa ingenuidad, he de decir que nada esperé, al menos nada bueno esperé de tanta fuerza incontrolada, de tanto remolino sin dueño. Y así fueron las cosas al principio hasta que los principios cambiaron y las cosas dejaron de ser lo que eran para convertirse en otras que ocuparon el lugar de las anteriores. Una de esas otras cosas que vinieron a ocupar el lugar de las primeras es que me dejé enfriar a fuerza de costumbres, y otra cosa relativamente novedosa que fue ocupando el lugar de las que se hicieron viejas es que, si bien nunca quise ser su dueño, si que quise, empero, ser parte de ella. Y ese querer-ser-parte-de tiene un precio. Hoy todo ha desaparecido. Ya no quedan mapuches que lloren la araucaria, ni mayas que mueran abrazados a la Ceiba madre buscando con ahínco la apertura de los trece cielos. Lo cierto es que todo cambia pero la necesidad permanece, y cada cual entierra sus demonios donde puede.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

JUANA LA LORCA

Juana la Lorca. Así, de ésta forma confusa, es como la llamaban quienes la conocían, existiendo desde luego razones más que fundadas para el apodo ya que Juana la Lorca era un compendio de historias de pezuñas desgastadas y de desconchones en su magullada piel que anunciaban muy a las claras la dulzura y la dureza de la batalla interior en la que se encontraba inmersa. La concisa exactitud de sus historias no dejaba margen alguno ni para la duda ni para la indiferencia. Con regularidad constante, un par de veces al día, avanzaba con determinación hasta el justo límite más allá del cual dejamos de estar vivos. La repetición sistemática de este tipo de experiencias decisivas cambió por completo su orden interior, y lo cierto es que nunca volvió a ser la misma después de estos ritos iniciáticos. Náufraga en su propio dormitorio, desayunaba cada día costras del poema de la noche anterior, dejando para la merienda los anticuerpos que vigilan la entrada a su último refugio. Lo cierto es que, desde tiempos inmemoriales, alguien se estaba tomando la molestia de martillear arrítmicamente las paredes de su cráneo, y cuando por fin pudo tocar la espalda de aquel que daba los golpes y empezaba a preguntarle por qué demonios estaba haciendo eso, el bicho en cuestión, porque bicho era, se evaporó. Desde entonces, la niña que se esconde en la cañería no para de gemir. Nada de extrañar: los hombres a los que no enseñaron a llorar solían ser hombres muy eficaces en el cumplimiento de sus objetivos últimos.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA ROSA DE JERICÓ

Resulta extraordinario el hecho de que la tierra aún me aguante sobre ella, creo yo que debido a que piso poca tierra y es más bien el asfalto el que me aguanta, de igual forma que no deja de resultarme sorprendente el hecho de que, aún perteneciendo por apariencia y derecho de nacimiento a la especie de los homo sapiens sapiens, no logre abandonar de ninguna de las formas el mar de incertidumbres en el que a diario me veo envuelto, todo ello aún a pesar de esforzarme seriamente en la tarea. Y todo este maravillamiento resultante de tanto hecho extraordinario y sorprendente hace que de normal viva con los ojos fuera de sus órbitas naturales, también llamadas cuencas, así llamadas por su forma y no porque ni mis ojos ni yo vivamos en Cuenca o en sus cercanías. Pero nada de esto es preocupante. Hace ya tiempo que llegué a la conclusión de que mis palabras, quiero decir las palabras que salen de mí, algunas palabras que salen de mí, sobrepasan mi capacidad de entendimiento. Lo llevo más o menos bien, con la soltura propia de quien transporta sobre su chepa la carga de lo forzoso, y creo yo que precisamente por resultar forzoso es como si resultara más liviano esa tarea ingente de producir a diario tanta palabra incomprensible. Como bien comprenderán todos aquellos de ustedes que a diferencia de mí sean capaces de comprender, la pelea es continua. Hoy mismo, sin ir más lejos, estoy empeñado en encontrar las palabras exactas que definan la insignificancia de mi ser en relación al universo. Y nada. Y digo nada porque todo lo que me sale de mí a modo de pensamientos y palabras nada o muy poco parecen tener que ver ni conmigo ni con el universo. Para ser concretos, no hago más que pensar en el hecho incuestionable de que una boñiga de vaca convenientemente aposentada sobre un plato de estaño bañado de porcelana, y regada en la forma y cantidades adecuadas, da como resultado la llamada Rosa de Jericó. A renglón seguido pienso en el espectáculo de la mierda mezclada con la sangre chorreando pantalones abajo. Ustedes no me oyen pero al escribir esto acabo de gritar, porque no se puede decir que chillara, y es que sin quererlo, ni comerlo, ni beberlo creo empezar a entender algo. Quizás la locura no sea tal.

lunes, 9 de noviembre de 2009

LUIS ESTARLIN

Le llaman y no quiere venir. Luis Estarlin no quiere venir a este mundo bronco y neumónico repleto de muros de silencio circular. Dice en su comunicado de escueto silencio que sin agua corriente en el hospital no quiere venir. Gira sobre su cuello el cordón que le alimenta para dejar claro que no quiere venir, pero al igual que no deja de resultar asombrosa la verticalidad de la luz cuando se posa sobre la piedra en la que rezo, de igual forma no deja de asombrarme la piedad de este muchacho para con los suyos cuando finalmente accedió a venir. Así pues, en visita obligada de leve permanencia, finalmente llegó, y llegó para descubrir el vacío que habitaba en el centro exacto de aquel vientre. Y como en un suspiro, fue llegar e irse. Y el mundo se llenó de tristeza. Su recuerdo, cierto en mi memoria, hace que de vez en cuando regrese para ver dónde estoy y poder seguir así conmigo y con él siquiera un día más, pero rara vez me encuentro, o si me encuentro no me reconozco, o si me encuentro y me reconozco entonces no atino a decirle que me encontré y lo caro que están las pequeñas cajas blancas en las que entierran a los muchachos sin edad, y así créanme que no hay forma humana ni de volver a nacer, ni mucho menos de hacer renacer la luz de las cenizas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

NOCHES

Hondas y silenciosas, así debieran ser mis noches. El hecho de que la realidad sea otra, en este caso el hecho de que la realidad esté constituida por un compendio de ráfagas de tortura indefinible, ni quita ni pone para lo que debieran ser. Desde el extrarradio de la séptima cara del dado veo cómo son mis noches, y digo que mis noches son como paredes desconchadas que se agotan hasta caer una a una de puro desconche melancólico, noches que se caen por su propio peso a falta de ganas de ser dormidas, noches mal pegadas a una pared cochambrosa que hace las veces de un tiempo dormido y eterno. Otra cosa es lo que debieran ser. Mis noches debieran ser noches pobladas de sueños nimbados de extrañas corrientes eléctricas, poderosas corrientes capaces de insuflar energía, pongamos por caso, a la onírica imagen de un viejo tranvía subiendo a contraluz por Alcalá en dirección a la plaza del Callao. Mis noches debieran dar cobijo a mis recuerdos, de forma tal que pudiera recordar con precisión aquellos lugares a los que nunca fui, como recuerdo con precisión aquella primavera en el Jardín de Kinský, jardín que además de ovalado resultó gris. Mis noches debieran ser exactas, de forma tal que me permitieran disfrutar esa evidencia mágica y secreta que emana de lo particular, de lo nimio o lo casi imperceptible, evidencias todas ellas muy cercanas a la exactitud matemática. Mis noches debieran ser un buen lugar para dar largos paseos del brazo de Hamlet sin otro objetivo que el de departir amigablemente, pongamos por caso, sobre el sentido exacto que pudiera tener para los muertos esas cajas pobladas de sombras imprecisas y oscuras a las que llaman nichos. Mis noches de insomnio no necesariamente debieran estar habitadas de vidrieras repletas de vidrios de distintas formas y tamaños, ni de naturalezas muertas que recogen en su seno lo que parece ser una selecta colección de ojos de cristal. De hecho, mis noches de insomnio no tendría por qué suponer tortura alguna, debiendo suceder en estos casos que me limitara a admirar el escurrir de la lluvia sobre el cristal y la belleza del vaho condensado conformando irregulares chorretones de agua que construyen a su vez nuevas verticalidades. Mis noches debieran ser rítmicas, como rítmicas y repletas de sones eran las legiones de pisadas que retumban sobre los puentes de Paris o los últimos compases de un minué, todo lo cual debiera sonar en mi cabeza como si de una gran sala sinfónica se tratara.

sábado, 7 de noviembre de 2009

BARBA AZUL

Debido a razones genéticas que nunca he entendido muy bien, resultan innombrables los caprichosos colores que adoptan los pelos de mi barba, abarcando desde los matices canosos en la zona de la perilla al negro azabache de las patillas, pasando por los tonos rojizos y pelirrojos en el bigote y el azul turquesa allí donde los mofletes inflan cuando la boca se llena de aire. Así pues, yo también tengo la barba azul. Claro que, a diferencia del protagonista del cuento del mismo nombre, no tengo ni fincas, ni casas, ni carrozas, lo cual hace mucho a la hora de matizar la fealdad de cada cual, resultando la mía infinitamente peor que la suya. Sin embargo, y a efectos prácticos, eran muchos los casos en los que la conclusión para ambos era si no la misma si muy similar ya que tanto en su caso como en el mío las mujeres, no importa que fueran éstas niñas o señoras, huían despavoridas apenas acercábamos nuestras barbas a un metro de sus delicados cutis, sin ahorrarse en su huida gesto alguno de desagrado. Bien mirado incluso, nuestras semejanzas no acaban ahí: yo también tuve mujeres, como él, que también desaparecieron, no de la faz de la tierra como en el caso de las mujeres del auténtico Barba Azul, sino del barrio y algunas hasta de la ciudad cuando decidieron con buen criterio abandonarme a mi suerte. Pues bien, el caso es que, por circunstancias de la vida difíciles de explicar, una vez tuve una novia muy rica y muy guapa que vivía en un caserón enorme en el centro de la ciudad propiedad de su noble familia. Allí me mudé yo también y allí vivíamos más o menos felices, ella dedicada a hacer como que estudiaba mientras yo me dedicaba sin fingimiento alguno a amarla de la mejor forma que podía y sabía. Después de un par de meses de convivencia tuvo que salir de viaje al extranjero para atender ciertos negocios familiares, y antes de irse me dejó para mi sorpresa un enorme manojo de llaves donde al parecer se encontraban todas las llaves de la casa. Allí había llaves para dar y tomar, muchas de ellas completamente innecesarias, como las llaves de los guardarropas, y otras que no veía necesidad alguna de tener, como era el caso de la llave de la caja fuerte. “Esta es la llave del antiguo gabinete de mi madre”, me dijo, “no entres bajo ningún concepto so pena de una muerte segura”. Como quiera que tal cosa me la dijo con su seductora sonrisa de siempre, y como además tengo para mí que morir es preciso que muramos sí o sí, si queremos que la vida siga su curso normal, ni que decir tiene que lo primero que hice nada más irse fue entrar al gabinete. Así de poderoso es el influjo de la tentación. Me gustaría poder contarles que vi charcos de sangre cuajada procedentes de un sin fin de cadáveres, pero lo cierto es que la estancia estaba completamente oscura y luz estaba estropeada, razones éstas gracias a las cuales ver, lo que se dice ver, no vi nada. Lo único cierto es que al cerrar la puerta mis manos estaban manchadas de sangre y ella no regresó ni en esa semana ni en la siguiente. Por más que me lavaba las manos la sangre siempre seguía ahí, y ella nunca regresó.