jueves, 30 de abril de 2009

VIDAS PARALELAS

Mientras ordenaba su mercancía, el mercachifle se acordó que tenía que estar enfadado con algo o con alguien, de eso no había duda alguna, pero por más que fruncía el ceño y estrujaba su mente no atinaba a concretar el objeto de tal enojo. Sea como fuere, el disgusto debía venirle de muy lejos y no parecía requerir de excusas para mostrarse en todo su esplendor. En realidad, su corazón prevaricado y alevoso no necesitaba de grandes precisiones para destilar las necesarias dosis de amargura y tristeza. Al otro lado de la calle la vida era otra. Una llovizna alacre e inteligente daba sus frutos en forma de gotas que, una tras otras, se posaban sobre la tierra formando pequeños charcos en medio del jardín. Sentada en el porche sobre su vieja silla de enea, el barro atrincherado en los ojos de aquella mujer resistía bien los envites del tiempo y, en todo caso, nada la impedía disfrutar del aguacero que se colaban por entre las nubes hasta terminar acariciando, al fin, los sudorosos y retorcidos pétalos de la rosa. Su boca parecía dibujar una medio sonrisa cuando, en la acera de enfrente, el comerciante tuvo un presentimiento, y a renglón seguido, comenzó a llorar, y tanto lloró que se le cayeron los ojos. A todo esto, unos por hache y otros por be, nadie parecía prestar atención a una luz impoluta, jamás usada por dios alguno, que con dulzura y parsimonia se adueñaba de las calles del barrio.

miércoles, 29 de abril de 2009

PESADAS PALABRAS

Costalero de la esperanza, desvencijado imaginero y tartaja que tras pequeñas desbandadas de tirabuzones huye de sí, el mismo que viste y calza y que apenas si puede esculpir el aire que se enciende a su paso mientras sube trancas y baja barrancas, ese mismo, pretende ahora ni más ni menos que rebanar su delicado pescuezo al tiempo que le venció tras el cruel saqueo de los años. Acabáramos. Tamaña heroicidad la pretende realizar mientras, mecido por el eco de una luz oscura y deshilachada, sueña con reencarnarse en carnosos labios que le besen, y en hacer eterna el duermevela de noches fingidas hasta conseguir que se rinda la aguamarina y desunza sus dulces minerales en una apoteosis de quietud. En el sueño, la fuerza de la verdad se abre paso mientras el alma acartonada rezuma pesadas palabras incapaces de soportar su propio peso.

martes, 28 de abril de 2009

LA RELIGIÓN DEL PUÑAL

Esa pasión innata a todos los que disfrutan con su propia perdición es la que dio pie a la religión del puñal. Nadie supo como fue que les dio por ofrecer puñales para que mataran a sus hijos. Pero así fue. Se conjuraron para plantar humildad en forma de silencio, y se sintieron abastecidos de la suficiente nostalgia como para poder iniciar el viaje. Oyeron trompetas en derredor y sintieron cómo repicaban las campanas en su honor. Y así fue también cómo los cuarteros de la destrucción constituyeron el incomparable marco musical en el que los hijos del agobio prepararon su propio naufragio, naufragio que debiera conducir, si se cumplía su profecía, a un paraíso dulzón pero inhabitable. Como ya ocurriera con la retirada de Jenofonte en Grecia, el coro de los salvados llegó a constituir una especie de hermandad de números primos, aunados como estaban por las casualidades de la vida y las raíces que les eran comunes. Al final, la retórica se constituyó como el último reducto de la piedra y, por ende, en el último reducto de su salvación. Dejémoslo ahí. Los dolorosos latidos de mis sienes son el preludio exhaustivo y preciso del asco que me produce tanto amor.

lunes, 27 de abril de 2009

QUIETUD BALDÍA

Como evidencia inhábil y calamitosa, sintética alegoría de la pura ociosidad, holgazaneo los primeros instantes del día de admiración en admiración, asombrándome, por ejemplo, de las lúgubres sombras que malogran su sombrío esfuerzo en una esquina de la estancia, cuando podían estar, con mejor provecho sin duda, protegiéndome de unos rayos de luz que no parecieran tener otro divertimento que el de ensañarse con mis ojos. Mejor sería terminar ya con el suplicio y ser pasto del sol que no ésta espera fútil a que aparezca en el horizonte una nube compasiva que permita al mes de abril romper su vientre de aguas, evitándome así una visita al oftalmólogo. Pero como se puede tener razón sin tener que matar por ella, me limito a esperar, y espero con tranquilidad sin violentar en tal ejercicio ni un átomo, ni una onda, sin mover en mi defensa ni un ápice de nada, que es lo que tendría quehacer, empero, si me incorporara a descorrer de izquierda a derecha la salvadora cortina que se interpusiera entre el todopoderoso dios redondo y mis insignificantes pupilas; me limito, pues, a esperar que llegue el aguacero. Quietud baldía ésta a la que conduce el anhelo del ser inútil. Afán, en fin, de resultar ser lo puramente innecesario, incompleto siempre. Resuello errabundo del naufragio de una noche en la que, más que uvas, pan o miel, soñé con ser la cicatriz que, en el árbol, da cobijo al pájaro.

domingo, 26 de abril de 2009

EL SER LIBRO

El olvido de lo que seremos aparece ante la conciencia de los futuros olvidadizos como una aventura realmente siniestra y excitante, especialmente para todos aquellos que tienen a gala una fe robusta en el credo de que el hombre en general, y no sólo la peculiar subespecie denominada ratón de biblioteca o la del cuentista compulsivo, desciende del libro. La belleza y la piedad que asoman tras una lectura atenta de algunas palabras que de vez en cuando escucho, me lleva a pensar que el ser que fuimos antes de ser libros es un ser que cabe en el bolsillo de mi chaleco y que han sido contadas las ocasiones en las que este ser pre-verbal encuentra algún pretexto para discutir con la piedra que hace las veces de corazón. Sobre esta base, y dando por hecho que la vida estuviera estructurada a modo de sistema axiomático, las premisas de partida para que los apestados se decidan por fin a mostrarnos sus peroratas, consistiría en la existencia de un purgatorio en el que los purgantes tragarían buenos tragos de polvo procedentes del universo borgiano, y en la inevitabilidad del escritor de dos cabeza en la que el yo fragmentado se desplazaría diariamente a sus anchas a través de un espejo roto. En este contexto, los mares de naderías nada tendrían de especial de especial si no fuera porque el que piensa es el que nada.

sábado, 25 de abril de 2009

MEMORIAS

En las antípodas de la quietud escucho la música de la tierra y el lamento de los cadáveres sobre los que ando que se quejan, en exceso, de su atadura a unos recuerdos que surgen sin parar porque los recuerdos no paran ni para mear, ni comen tampoco, ni falta que les hace porque son memófagos y se alimentan sobre la marcha de otros recuerdos, o eso es al menos lo que me dicen mis informantes cualificados que desde lo más profundo del mantillo me describen cómo perdieron sus tres dedos en una guerra antigua que les resulta difícil de olvidar y sobre la que van hilando constantemente recuerdos fragmentarios que hablan de maletines plagados de secretos, de colecciones de pantuflas decimonónicas, y de tiros en la nuca que llegan a convertirse en el sumum de la perfección, sin que entre un recuerdo y otro quepa vacío alguno ya que los recuerdos, como los personajes, y como los propios muertos, son infinitos y surgen sin parar, a veces por error, como surge la vida misma cuando nace por un error, a veces por una casualidad de difícil explicación que da pie a su vez a un nuevo hilo continuo y misterioso sobre el que se va meciendo el vaivén de historias que se suceden y que conforman esas memorias que se compran y se venden, que se utilizan y se tiran para recoger a renglón seguido otra memoria sobre cuya chepa subirse, siendo esta la forma peculiar en que las memorias se mantienen vivas, a base de chispazos más o menos benévolos que pintan bien.

viernes, 24 de abril de 2009

RUEGO DE BIENAVENTURANZA

Intento salir de una oscuridad hecha de miedos, y es por puro miedo que ciego y todo hablo con el de arriba, y hablo con él como si viviera y hablara hoy por primera y última vez, como crisálida que abriera hoy sus ojos a la luz. Porque querer, es querer y rogar la luz de hoy, querer salir de la placenta oscura y querer la luz, cegarse de realidad apenas si palpando a tientas, casi silabeando palabras que cortan, y avanzar a bastonazos hasta que, vencido y deshuesado el pájaro de tanta filigrana, sus signos acristalados me hieran y de las aguadas penas nazcan salvajes caligrafías de besos. Y ahora hablo con ella, y postrado a sus pies la pido que el pan de sus pechos me lo de hoy, y que, ya puestos, me de también su luz de trigo, y que me haga llegar el murmullo de su risa como llega a mí la hojarasca en el otoño. Yo la haré mi marida, y conformando de tal guisa el maridaje, me llenará de gracias, y yo bendeciré su vientre, y ahora y en la hora de nuestra muerte, montaremos un fiestón de esos de los de toma pan y moja. Ese es mi ruego de bienaventuranza.

jueves, 23 de abril de 2009

EN LA BOCA DEL LOCO

No hace falta saber por qué las moscas vuelan para que el ojo parasimpático, en ejercicio de su indiferente soberanía, decida posarse sobre una mosca que vuela. El ojo no sabe por qué las moscas vuelan, ni sabe tampoco que es el ojo de un loco lúcido y melancólico que tiene por costumbre abrir su boca desafiante con motivo de cualquier acontecimiento que lo merezca, como pueda ser el de embobarse viendo volar a una mosca por el salón de su casa. Con el ojo en la mosca y la boca abierta, el loco tuvo un de repente y se fue a la habitación de aquel al que llamaba maestro y que no era otro que un niño moribundo, pero claro, no podía con todo. O ponía el ojo en la mosca o ponía el ojo en el niño. Por pura comodidad –ahora estaba más cerca del niño que de la mosca- puso su ojo en el niño, pudiendo seguir con su boca abierta ya que aún hay gente capacitada para abrir boca no sólo por bostezo o embobamiento si no para emitir sonidos con pretensión de decir algo. Lo que dijo fue hijo mío, y aún a pesar de que no dijo nada más, resultó un momento precioso, preciso e íntimo, todo a un tiempo. Ah el tiempo, la cabrona fugacidad del tiempo. Mirando a su hijo y pensando en el tiempo se dijo para sí que anduvo sin él durante mucho tiempo, un tiempo en el que todo era frío y oscuro, y siguió mirando a su hijo cuando se le ocurrió abrir, además de la boca, una segunda línea de pensamiento de naturaleza marcadamente económica. Pensó que no tener dinero debe ser algo así como no tener alma pero más vergonzoso, por la sencilla razón de que llama más la atención. La negra boca de la noche traspasaba los visillos de la habitación cuando la mosca se coló en la boca del loco.

miércoles, 22 de abril de 2009

HUMUS

Desdecir deshablando lo dicho y hablado es como desleer y volver desleer una y otra vez aquellos signos que nunca fueron pronunciados por labio alguno, para terminar uno sus días como inane de la más pura de las inaniciones, inane y errado, desviado y siempre inexacto, dislocado al fin por las tinieblas y un humus en descomposición que pareciera no tener fin. Grito al grifo mi lamento y observo entusiasmado la terca resistencia de la materia en comunión con la vida, del agua en comunión con el grifo, pero nada queda ya por hacer. Hablo de la nada, de mi reino, que ni es de este mundo ni de ningún otro conocido, y vaga deslocalizado y oblicuo en busca de cosas imposibles y me hace buscar a mí, que nada soy, cosas raras a modo de mariposas que mueven barcos y olas bajo las que se recogerme y dormir. Extinto ya, desleído del todo, el viento me pule y amplifica el gorjear de la pena en su canto triste, mientras termino por fundirme gustoso con el humus enamorado.

martes, 21 de abril de 2009

PROUST

Más allá del ulular del viento que recorre la vega, recuerdo el sonido hueco y moribundo de las pisadas sobre las familiares alfombras que antaño tanto idolatraba, reminiscencias que ahora vuelven de nuevo a mí en forma de bocetos acolchados, anotaciones y esbozos. En la ciudad de las arrugas rigen las leyes de la nostalgia y la estirpe de los lagartos seguidores de la luz, rastreros y soberbios, apenas si malviven con sus rentas de maldad al fondo de un paraíso perdido repleto de dioses, ángeles y querubines. Sí, leo a Proust. En el jardín de los cerezos, desde el sacrosanto retiro del silencio más absoluto, leo a Proust. Y él se deja leer. Indiferente del todo a mi presencia se deja leer sin poner obstáculo alguno a que los ciegos deletreemos su seductora elocuencia. Ahora bien, todo intento de leer a Proust y no padecer en el intento, todo intento asomarse con éxito al fluir de su conciencia y salir indemne, resulta por completo vano. Cuando se penetra en la verdad, el fingimiento resulta imposible. Para que el desastre no resulte del todo absoluto, reivindico cada mañana mi propia identidad. Al fin y al cabo, aquel que amó uno a uno a todos los santos y tenía por costumbre llevar siempre puesto su traje de muerto, el primero de los descendientes del gran naufragio, puede dormir tranquilo con la sensación de que no todo está dicho.

lunes, 20 de abril de 2009

CARGANTE

Y lloré. Y al llorar me ocurrió como ocurre a tanta y tanta gente en tantas y tantas cosas, que una vez que comienzas la faena, en este caso el llanto, ya no hay forma de parar. Así que lloré, y con las mismas seguí llorando, y lloré mucho, y debí llorar bien porque lo cierto es que logré, no sé como, cargar de lágrimas mis ojos como se cargan de agua las nubes del cielo, o como me cargo yo de años, es decir, sin otro esfuerzo aparente que el de lograr formar parte, sin fenecer, del simple transcurrir del tiempo. Y es que son muchas las veces que uno no sabe qué es lo que más le interesa hasta que no te das de narices con ello, de ahí que no resulté extraño lo que voy a decir: supe que me interesaba llorar porque, una vez iniciado el llanto, no encontré manera de pararlo. Y eso, sin duda alguna, es síntoma claro de interés. Y tanto lloré, tal fue mi insistencia en el llorar, que llegó a resultarme una carga molesta, incómoda y hasta cansina. Dicho de otra forma: me puse cargante con el llanto, al cargar con tanto llanto durante tanto tiempo, y el llanto se puso cargante conmigo, probablemente por la misma razón. He de confesarles que, mientras lloré, en ningún momento perdí la esperanza en dejar de llorar. Y para amarrar esa esperanza con clavos ardiendo, pensaba que, al igual que hay hombres que dejaron de buscar lo que estaban buscando porque ya no se acordaban en el momento de dejar de buscar qué demonios era lo que estaban buscando cuando comenzaron a buscar, así mismo me gustaría a mí que, por esas o parecidas razones, mis ojos dejaran de llorar, simplemente porque un buen día se hubieran olvidado de la causa de aquellos pesares de los que mi llanto no eran si no cruel expresión. La pena es que, hoy por hoy, la amnesia no me acompaña.

domingo, 19 de abril de 2009

BACON CON CARNE

Carne de tu carne, soy, Francisco, amanerada carne de tu carne. Como si de un Picasso carnicero se tratara, me veo ante ti, que es como decir que me veo en tu espejo, crucificado y estremecido. Es mi exasperada carne sanguinolenta, violentada y cruel, la que se esparce sobre el lienzo. Orgánica materia carnal, que es eso lo que somos, Francisco. Carne franciscana al límite de la animalidad comestible. Carne cruda y monstruosa. Cualidad blanda y rosada de la carne flácida. Cola de reptil carnívoro recién salido del charco. Carne de blanquito burgués. Retrato de carne del décimo inocente. Carne hinchada, siniestra y decrépita. Retrato carnal de la historia. Boca desgarrada y reconocible. Bocanada de remordimiento. Boca de farsa y carne. Pozo del alma que yace en el interior de la boca. Paisaje de diente y colmillo. Carne apasionada y obvia. Estudio de boca para un Papa. Poder virulento. Estudio de animal. Carne simia de orangutanes y chimpancés. Simio de traje azul y corbata. Carne de pelo corto. Carne opaca tras la cortina de la ducha. Carne perdida antes de ser reproducida y duchada. Carne enjaulada. Paisajes de oreja cortada. Color de carne. Agresión de color monocromo controlado y carnívoro. Sombra de carne pegada al cuerpo carnicero. Materia sombreada que te persigue sin solución de continuidad. Tríptico carnal. Carne críptica. Impacto nervioso y visceral de la carne abierta en canal. Lanzas clavadas en aceitosas carnes. Herida al óleo. Fogonazos de perfección rota. Anatomía torturada. Carne fresca de usar y tirar. Archivo de collage carnívoro. Carne sentada sobre un retrete. Épica poética de una carne que espera al pie de la escalera. Poética visual y desgarradora. Carne de Esquilo, Elliot y Lorca. Carne muerta de tu último amigo, otro amigo que murió, Francisco, en tu día de gloria y abandonado por el padre. Espacio sugerido sobre fondo negro. Amigo desnudo recortado sobre fondo negro. Rostro tapado, solitario y carnal, sobre fondo negro. Clásica serenidad de la carne muerta. Luz de tabernero londinense. Cien años de carne, Francisco. Muerte de abril.

sábado, 18 de abril de 2009

CARMETA BARCELÓ

Yo también te extraño, y esa rareza que siento por ti la hago extensible a la que siento por el viejo nogal que regala su sombra al pozo. Es allí donde te sientas en orgullosa soledad a contemplar el anárquico orden selvático que con tanta fortaleza y dulzura supiste construir y de cuyas entrañas ya formas parte. No es fácil descubrirlo sin entrar, pero tras el portón verde habita una sonrisa de botas altas y manos dispuestas, y más ahora, que es tiempo de mirlos y que la vida toda se despereza, que es como decir que se extiende y se estira sacudiéndose así de la pereza entumecida e invernal que, por momentos, me pareciera fría y escasa de esperanza. La cualidad de lo raro, la extrañeza de ti, asoma también tras los saltos de las ranas, en los inútiles esfuerzos de los felinos locos por darse un atracón de ancas, y en la testa dura de la cabra cabezona y comedora de maíz. Todo resulta raro por asombroso, espectacularmente normal. Te huelen, husmean la tormenta en tus huellas de desierto prolífico. Y así es como, atentas a todo, atentas también a ti, las refinadas gallinas orientales se pasean entre las banderas en flor de los almendros, y la araña se afana en su tranquilo y luminoso hilar de tragaluz, todo en espera de que se incorpore al arca el bueno del Xixco, María y Eugeni, el Nafi y el señor Salamo, y toda la retahíla de bípedos implumes que conforman el alma de tu alma. ¿Estamos todos? Bien, iniciamos la tercera travesía.

viernes, 17 de abril de 2009

SURREALISTA

El presentimiento de un sol inmovilizado y eterno es el combustible que alimenta esta chumbarata de luz y ceniza con la que me propongo rellenar la tela de blanco llano por la que me desplazo. Y voy y lo pinto, y mientras lo pinto otra imagen llega a mí: se trata del sustento mismo del sustantivo que le da nombre al mismísimo rumor de un gallo afónico y crepuscular que me informa de su condición de ciego transparente. Al parecer, su vidrio roto sigue dando que hablar en el vecindario. Y voy y lo pinto. Pinto también el son de un tambor de trigo mientras admiro las raíces escalonadas que conduce a mis pies, primero a la huerta sembrada de espantapájaros y después al más alto de los barros. Pinto los barros y pinto también lo más alto de la estima a la que soy capaz de aspirar, allí donde no hay más patria que el lenguaje y una mariposa mecánica aletea sus morfemas, allí donde las constelaciones aparecen como acaracoladas y una mujer de leche incomprensible teje en su regazo telas esféricas. Veo y pinto la silueta de geranio muerto de risa mientras imagino un volcán de perspectiva caballera y proporciones áureas, que vuelco también en un lienzo cada vez más recargado. Cierro los ojos y veo seres de epidérmicas escamas, bastones obnubilados que espantan las nubes, y cinco uñas quemadas que arrastran su rayada negrura por un mar espumoso rematado en emplumadas crestas. Y voy y lo pinto. Cierro por fin los ojos y espero que lleguen a mí las miradas enterradas bajo la tierra y regadas de sonrisas creadoras. Por prudencia, ya no pinto nada.

jueves, 16 de abril de 2009

OTROS TIEMPOS

Desprendido del mundo como estaba, hubo un tiempo en que lo dicho por ella se convertía de inmediato en dicha para él, sin que ni él ni ella supieran ni quisieran dar cuentas sobre la base material que explicara el por qué de tanto deleite. Eran tiempos de gozo en las miradas, tiempos de aventuras en nuevos territorios fértiles al tacto y a los sueños. Unánimes en su distinción, recordaba cómo el declinar de los besos por su cuello arrastraban en su caída infinitas extensiones de piel. En su memoria resonaban aún las caricias de aguacero loco que taladraban los oídos construyendo así paradisíacas tapias de sordera hueca que les aislaban del mundo. Después del saludo y del beso tranquilo e imposible, se obnubilaban las miradas, y el tiempo, todo el tiempo, el tiempo entero y redondo, se detenía de puro pasmo en espera de la luz y la sonrisa. Después llegó el desencuentro y el olvido, y lo cierto es que tanta evocación, más que nostalgia, despertaba en él curiosidad: cómo era posible, se decía, que aquellos barros dieran pie a estos lodos. Tan extraño y milagroso le seguía pareciendo el ser de lo que fue, como el no ser de lo que es.

miércoles, 15 de abril de 2009

INCOMPRENSIBLE

El relámpago de memoria que precede al grave trueno del olvido imaginado, queda convertido con el transcurrir del tiempo en seductora levedad, en olvido del mundo mismo. Tal cosa sucede, creo yo, porque la corteza cerebral, herida por un rayo de incalculable imposibilidad, tiene miedo, más miedo que vergüenza, y no quisiera otra cosa que refugiarse en la cuna de todas las perversiones, es decir, vivir eternamente del cuento, sin que padezca ni pizca de lo que de pena y degeneración resulta inherente al mero acto del vivir. De ahí que la citada corteza, ya prácticamente convertida en torrezno, no se dedique a otra cosa que hacer pulular su voz lastimera en el etéreo vacío de las miradas perdidas. Y es que son muchas las cosas que suceden en poco tiempo, con el agravante de que en lo mucho coexisten unas junto a otras demasiadas cosas que no siempre resultan bien avenidas, y todo ello por mor de un símil inverso y desconocido que, a la postre, nos resulta inverosímil. Sólo el finísimo tamiz de la retorta, el alambique de los besos que destilan minucias de dulzura, es capaz de separar lo radicalmente muerto del deterioro propio del que simplemente se afana con lo que no es más que epidemia irrefutable de deterioros y renunciaciones varias. Todo lo cual resulta, para quien esto escribe, no sólo inaprensible e inexplicable, si no lisa y llanamente incomprensible.

martes, 14 de abril de 2009

DE VELATORIO CON PESSOA

Los churros de la mañana, desprovistos de toda metafísica, se disponen para la inmersión bautismal en unos sueños que se presentan en forma de café con leche en vaso de caña con la leche templada. Su sacrificio, empero, será del todo inútil, ya que me desmiento constantemente (mi felpudo lo sabe), y bien mirado, mi forma de ser, al menos tanto como la tuya, se reduce a pensar constantemente en ser o, en el mejor de los casos, en volver a ser, pasando del pensamiento al dicho, y del dicho al hecho, en contadas ocasiones. Desde el centro mismo de la buhardilla que tengo por testa, aprendo a descolgarme entre los bancos del parque y no puedo por menos que mostrar mi absoluta perplejidad ante el crujir de tanto hueso en su constante chocar de los unos, aparentemente lúcidos, con los otros, aparentemente vencidos. Los tuyos, Fernando, suenan en demasía. Las más plausibles realidades que soy capaz de imaginar, cuelgan de mis ojos cansados y me mantienen inaccesible a todos y cada uno de los sueños que atesoro y que olvidé que atesoro. De vuelta al mundo de lo sublime, allí donde las carreteras son cruzadas por pensamientos estancados con forma de estiércol, confirmo mis peores sospechas: ningún andrajo de perro me es ajeno. Ni siquiera tu perro me es ajeno. La vela se consume y me asombra seguir observando el auto desprecio barato con el que los cubos desterrados, capaces de lamerse sus propias llagas, se flagelan así mismos. Quité la máscara al espejo mientras éste hacía lo propio y me quitaba a mí la venda de los ojos: me tranquilizó ver la evidencia de los cabellos muertos en el aguamanil, y sobre todo, me tranquilizó observar tu sonrisa de copete por encima de mi hombro.

lunes, 13 de abril de 2009

CONTRAHECHO

Si se contradice aquel que contiene en su interior multitudes que hablan, yo, que además de contradictorio en el hablar resulta que estoy contrahecho, puedo decir también que me contrahago todos los días un par de veces ya que resultan ser igualmente multitudes las que dentro de mí hacen y deshacen a su antojo, las más de las veces en direcciones opuestas y sentidos contrarios. Afortunadamente, el mundo vuelve a crearse en cada despertar, en cada beso que me despierta para ser más exactos, y aunque de forma penosa y gemebunda, lo cierto es que aún soy capaz de reunir en torno a mis ojos el hato de nebulosas cuajadas de lluvia que tanto me entretienen. Pero ese estado de cosas, al que denomino fulgor de vainilla, apenas si dura un instante. Lo tengo comprobado: su mera presencia todo lo cambia, y estando en cuerpo presente delante de mí, no tardo en declararme sol de su sol, predecible satélite que gira sobre su estrella y que de pascuas a ramos, más por el que dirán que por otra cosa, intenta escapar de su fuerza de gravedad en un supremo esfuerzo cinético, como si se pudiera huir de uno mismo o, pongamos por caso, como si se pudiera huir de la mosca que me persigue desde hace un buen rato sin que pueda siquiera sospechar el motivo de tanta fijación. Sé que dios reposa en cada porción de tiempo, y sé también que el serrucho arrítmico y temporal que me hace dormir no tiene vocación alguna de permanecer eterno en sus quehaceres milagrosos. Aun así, conviene que se sepa que no desmayo en mi afán por encontrarme: contrahecho y todo, me busco continuamente debajo de mis sandalias, con resultados desiguales.

domingo, 12 de abril de 2009

AMNÉSICO ANTERÓGRADO

Hoy, para variar, estoy contento. Desde que me han extirpado parte de los lóbulos temporales, el llamado hipocampo, ya no sufro esas migrañas tan terribles ni se apoderan de mí con la facilidad de antes los destructores y llamativos fantasmas de la epilepsia. Amnésico anterógrado, que eso es lo que soy a partir de ahora, recuerdo con exactitud todo lo que sucedió con anterioridad a la operación, pero nada de lo que ocurrió después. No recuerdo a qué huele mi casa, y sin embargo, sé cuando entro que mi casa que es mi casa y no ninguna otra casa porque huele a eso tan peculiar a lo que huele mi casa, y lo se porque tanto la casa como su olor es anterior a la trepanación. También sé que yo sigo siendo yo porque antes de la operación era aburrido y tenía granos en la cara y después de la operación, al menos 20 segundos después de la operación, logro verme como lo que soy: un tipo aburrido y con granos. Claro que no hace falta ser alguien aburrido, operado y tener granos para que te deprimas. Puedes ser tipo normal, un buen tipo incluso, y deprimirte simplemente porque no acabe de gustarte ciertas cosas que pasan. No me gusta por ejemplo que se tiren cosas por la ventana. Los chicos tampoco: no me gusta nada que los chicos se tiren por la ventana. Ir a la tienda a comprar chuches y encontrarse con un cuerpo de un chico que ha caído por una ventana no me gusta, aunque el cuerpo del tipo que se encuentra despanzurrado en el suelo te gustara en su momento. El asunto, creo yo, es que amnésico y todo, no me gusta que me gusten los muertos. Es un gusto como otro cualquiera que creo debieran respetar. Estoy harto de agarrar a tipos que se quieren tirar por los vacíos más variopintos: huecos de escalera, ventanas, puentes,…da igual. Bastante tengo con lo mío como para tener que pasarme las tardes agarrando cuerpos. Afortunadamente, todo lo olvido hasta que llega el siguiente muerto. Creo que voy a terminar por cambiar de barrio.

sábado, 11 de abril de 2009

CATA

Cato la porción de aire cadencioso y entumecido que despierta a borbotones el misterioso mineral del que me alimento. Muerto de amor, como casi nunca, la rigurosa claridad del cuarzo me rinde una pleitesía extraña, casi pedagógica, compuesta de celestes algaradas planetarias y de espigas que se descomponen al contacto con la luz. Mido las alturas con el cordel de plomo para flotar después, en tus ocultos ojos de añil, justo el tiempo que tardan en taladrar el mampuesto del que estoy hecho. En un descuido, dos lametazos absorben para mí todo el carmesí que te decora. Soy al darme, lo sé, y es por eso que me doy así, casi sin querer.

viernes, 10 de abril de 2009

RUNRÚN DE ALCANTARILLA

Parapetado tras su ternura de lobo, su trabajo consistía en narrar historias que armaba con lo que encontraba más a mano, o más a máquina, dependiendo del medio que decidiera utilizar para armar cada historia. Ya fuera o fuese a mano o a máquina, lo esencial consistía en ser capaz de describir –a veces bastaba con dejar pálidamente sugerido- un mundo particular. Identificado el universo más o menos finito, el resto resultaba de todo punto accesorio. Poco a nada importaba si las historias acaban de forma hipnótica o decepcionante, si las imágenes que deglutía el lector resultaban desasosegantes o se trataba, por el contrario, de cuentos de enanos, lunas de miel, o historias de hiel en forma de historias de amor narradas en clave descendente. A través de su personal cauce de luz, solía decir a sus allegados que el runrún de las alcantarillas está que arde de batiburrillos incendiarios, y cuando las alcantarillas suenan, es que algo llevan. No lo hacen al tuntún, decía; de hecho, son muy pocos los runrunes que funcionen al tuntún. Nadie entendió nunca sus constantes referencias a las alcantarillas. Fumaba cigarrillo tras cigarrillo, siempre rubio sin boquilla, y su forma de mirar las palabras resultaba a un tiempo omnisciente y oblicua. Esta noche estaba enfrascado en una historia de amor, e intentaba transmitir un desembarco amoroso fruto, como tantos, de un error, así como las sensaciones de miedo e indefensión que se supone sentía el protagonista ante los abiertos y extremos espacios que creía ver en los ojos de su amada. Mientras escribía pensaba en su vida y en la posibilidad de amar a través del olvido y el perdón. Pensaba en amar de manera retroactiva, pero rara vez su historia se convertía en la historia, a no ser que llegara, claro está, en forma de runrún de alcantarilla.

jueves, 9 de abril de 2009

VIDA DE PARED

La fiebre que produce los sueños mal curados me hicieron preguntar a la pared si escuchó sonidos que hablaran de ella. Pegué la oreja en el tabique y, en medio de ruidos irreconocibles, producidos supongo por el natural chocar atómico de las argamasas, me dijo sí, que la conocía, y comenzó a narrarme constelaciones de rumores inconexos, algunos de los cuales se referían, sin duda, al objeto de la pregunta, y otros hay que entenderlos como reflexiones sobre su propia vida en tanto que pared deseosa de ser escuchada. Me habló de la atadura y de los infortunios asociados a su virtud, de placeres glaciares, de su incontenible rigidez, de la dificultad que supone construir vidas basadas en el ver, oír y callar, de latencias mundanas y de ondas estremecidas que, apenas si se producían, eran devoradas por un silencio capaz de sostener las distancias, me habló del vértigo de la verticalidad y de un error en la plomada del maestro albañil…Grosso modo, eso es lo que recuerdo que dijo a propósito de su vida de pared. Sobre la pregunta que motivó todo este lío, fue tan precisa en los términos como poco clara en el mensaje. Me dijo que, con una gravedad no exenta de gracia, se extinguió entre pensamientos desordenados en una especie de fundido en blanco con el que no pretendía otra cosa que resultar invisible a la luz, al amor y a la desgracia. No fue posible. El don de la anacronía, la rebuscada emotividad y hasta el vano recurso a la falsa demora no lograron hacer que sus palabras resonaran en la habitación de modo diferente a las de otras tantas palabras dichas a destiempo y, sobre todo, carentes de autenticidad. Eso me dijo sobre ella, lo que no pude por menos que agradecerle. A la propietaria del piso la dije que tenía una casa bonita y elocuente, pero que tendría que ver otras antes de decidirme por lo del alquiler. Me sentía abrumado.

miércoles, 8 de abril de 2009

CUARENTA LARGOS

Nado en la noche acuática hundiéndome para abrazar así un mundo en el que parezco flotar. Avanzo en la razón de su vientre oscuro con la rítmica parsimonia de la brazada tersa, casi diría que avanzo a brazo partido, con esfuerzo, hasta que la luz separa lo que parecía un solo ser y resultan ser calles. Allí mismo toco fondo. Y me quiero quieto, quieto y flotante, con la lentitud propia del hombre quieto y flotante, teniendo en cuenta que quererse quieto y flotante no es poca cosa en medio de tanto vértigo y de tanto naufragar. Y así fue, espoleando el estribo de la confusión, como llegó el canto de los besos y los locos, y la profundidad del azulejo y el azul oscuro de la espuma adoptaron por fin su sentido supremo, que no es otro que el de la violación de las orgánicas leyes del respirar. Brilla y rebrilla la noche, y al borde del aliento me quito el gorro. Y las gafas. Y descanso al fin.

martes, 7 de abril de 2009

PRODIGIOS

Hay algo en sus ojos que me atrae. Su atrevimiento en la mirada me lleva a pensar en que el atrevimiento primero debió consistir en el mero hecho de nombrar la cosa. Son sus atrevidos ojos los que conducen a pensar que no debió ser una mano dulce la que, a tientas, espantó la oscuridad del mundo, si no que tengo para mí que fue una voz la que finalmente logró separar, desgarrándolas, las luces de las tinieblas y permitió a un gañan desaliñado y sin nombre, en la entrada de una cueva oscura y vulgar, preñar en un repetitivo gruñir cosa y pensamiento. Y así fue como la hilazón de verbo, cosa y pensamiento quedó hecha. A partir de ahí, si bien no es que se pueda decir que la cosa fuera gruñir y cantar, lo cierto es que gruñir y pensar empezaron a asociarse, estuviera o no estuviera la cosa, hasta que (¡lo que son las cosas!), con el transcurrir del tiempo el pensamiento dejó de ser necesario. Nos bastó la palabra, más o menos bien gruñida, para escalar uno tras otro los peldaños de lo irracional hasta llegar a concebir, así sin más, sedosos mares turquesa con alma de aguachirri. Este delicioso desvío malhirió, sin duda, las relaciones entre el triunvirato, pero sirvió para mostrar con claridad meridiana que en la búsqueda de lo inexistente, en este caso en la búsqueda de un sentido para el mundo, acontecen todo tipo de prodigios.

lunes, 6 de abril de 2009

TIEMPO Y SER

Ocupo mi lugar en el tiempo observando cómo el bien de su caricia se hace raíz en mí, y a veces, tonto de mí, ocupo el tiempo llevando la cuenta de los minutos olvidados, de las horas intrascendentes, de los días perdidos y de los meses grises, hasta que caigo en la cuenta del engaño y ocupo de nuevo mi lugar en el tiempo, observando de nuevo cómo el bien de su caricia se hace raíz en mí. A veces es el tiempo el que ocupa su lugar en mí, haciéndose raíz en el ser que soy, que es la forma que el tiempo tiene de ocuparse de mí. Eso digo sobre el tiempo. Sobre el ser digo que creo ser aprendiz de libro y tengo, por tanto, la casi certera sensación de no ser nada, apenas si un trocito de a, de, ene difícilmente reconocible entre las miríadas de peces que se desplazan de la nada primera, a la segunda y definitiva nada. De casi no ser nada no es difícil pasar a ser casi algo, un casi algo acurrucado al calor de su carbón para terminar así, como quien no lo quiere la cosa, siéndolo todo, un todo capaz de dar aliento al mundo, o de obstruir sus agallas si el mundo fuera un pez y tal cosa hiciera falta. Eso digo sobre el ser.

domingo, 5 de abril de 2009

¿VES LO QUE TE DECÍA?

El hecho de tener una vida sexual asquerosa no significa que todo te esté permitido. Lo que pasa es que tienes un día triste, más triste que un demonio. El relojero de la plaza o el librero de la esquina, que todo es un decir (me acuerdo aún de cuando existían los libreros en las esquinas), también ellos pueden tener un día triste y una vida sexual de pena. Pero no se comportan como tu,….Ya, ya sé que lo tuyo es distinto, pero es que se nota un montón. Escucha esto: “Sobrellevo las ruinas de mi propio corazón sin más sustento que su brazo y las asas que me ofrece un viento que, por momentos, me sostiene. La verdad me queda lejos, así pues, sólo me queda gozar y sufrir”. Ves lo que te digo: gozar y sufrir. Unas veces vienen bien, y otras no tan bien….Sí y otras fatal, infumables, ya sé, pero son las que vienen y no queda otra….Deja que te siga leyendo: “Me gusta verla alimentando a las plantas. Ella las da su sustento abriendo cortinas y ventanas para que entre bien el sol y el aire, y luego sacia su sed. Está como ungida por la vida y esparce su ungüento sin caer en cuenta alguna de proporciones ni cantidades”. Qué es precisamente lo que te pasa a ti, tío. Que no tienes tasa ni medida. Vas a por todas como si esto se fuera a acabar de un día para otro. Y no es así….!Y una mierda!...Mira esto y no más. Te prometo que ya no te leo más: “Amamantado por soles que no salen más que cuando les da la gana y por pájaros que se recrean en sus cánticos y en el reflejo inventado de sus propias estrellas, el hombre de delicada estructura se zambulló, al fin, en lo más profundo del lago“ ¿Ves lo que te decía?

sábado, 4 de abril de 2009

IR Y VENIR

Disparo y aquello que cae abatido lo arrastro hasta la cámara oscura de mi cerebro. De eso me alimento. No se necesita mucho para vivir satisfactoriamente. Quizás un par de piezas al día, no más. Antes de disparar realizo mentalmente el camino in verso, el que va del cerebro a la pieza, que bien pudiera ser un viaje a mi pasado, de mis labios, pongamos por caso, a sus dientes de rata. En ese ir y venir se mezcla todo, que es lo más hermoso que hay. Ir a ver lo que hay más allá y después volver. En una de estas puedes tener suerte y resulta que la pieza capturada es una estupidez de tu propia cosecha. Y eso que he ganado. Claro que no siempre es necesario aprender de la mano del sufrimiento, y eso se lo dice alguien que proviene de lugares oscuros donde cada gesto de esperanza tiene un valor extraordinario. Pero como huyo siempre que puedo de la tierra quemada, aquí me tienes, cazando en las templadas geografías de la fragilidad sensible. Y disparo. Disparo con absoluta felicidad y hoy, mira tu por donde, cae abatido el deseo de sentirme acompañado. Recojo la imagen caída y la llevo a la caja cerrada y opaca de mi cerebro, espacio que por razones evolutivas tiene dos orificios por donde entra la luz y una especie de médula oblonga por donde penetra el resto de la información. La información necesaria y la no tan necesaria. Menos mal que, como todos, tengo muchas capas. A veces se me hace la hora de dormir y aún estoy quitándome capa tras capa para llegar desnudo al abrazo con Morfeo. A veces es él quien termina de desnudarme.

viernes, 3 de abril de 2009

EN LA VÍSPERA

En la víspera, el rastreador había detectado una bola de sebo de cuyo interior emanaba una luz extraña. La cosa fue analizada desde distintos puntos de vista hasta que al final, el más viejo del poblado, dijo lo que tenía que decir. Y dijo que era una lágrima. Y como no basta con decir lo que es, que para eso ya está la ciencia, si no que necesitamos dotar a cada cosa de su alma y su historia, ya que es esa y no otra la forma que los humanos tenemos de humanizar las cosas, entonces el viejo dijo que, en un tiempo no muy lejano, un desorden desconocido se abatió sobre un hombre que habitaba su casa como lo haría un molusco. Un día, este hombre que terminó sus días secuestrado por el delirio, creyó entender de golpe el sentido del mundo, y a partir de ese instante, desde el núcleo mismo de la palabra y a través de una voz profundamente inhumana, no paraba de preguntarse por el origen del silencio mientras su rostro generaba continuamente expresiones de óxido y aniquilación. Tras cada adjetivo, se deslizaba un sistema de valoración del mundo que resultaba del todo incomprensible para sus allegados. Tras varios intentos de degollarse a sí mismo, dijo el viejo que este hombre, el de la historia, fue presa de un segundo ataque. En esta ocasión, tomó posesión de él un naturalismo extrañado de su propia naturalidad y tan extraño al mundo como pudiera serlo la verdad misma. No pudo más. Intentando encontrar la humana raíz de la cosa, el hombre lloró, y la lágrima, que en un principio produjo el asombro y la admiración de todos los que le rodeaban, acabó siendo dicha y exprimida hasta la saciedad. En este punto de la narración, el más viejo del pueblo dijo que la lágrima, derrotada, desarmada y triste por tanto abuso, intentó la huida a través de las palabras-puente, hasta refugiarse en los brazos de la memoria y de los sueños, en espera de que todos, lágrimas, memorias y sueños, resultasen abolidos. Pero no fue posible y terminó siendo confinada en un puñado de grasa animal. El viejo, por fin, ordenó que la tal grasa fuese recogida con mimo y se la llevase a una almohada de limpio algodón, que es allí, dijo, donde más gustan las lágrimas de reposar sus penas.

jueves, 2 de abril de 2009

EN LA ORILLA BLANCA DE LOS SUEÑOS

Me lloro en el espejo. Me lloro y todo mi saber estar, traslúcido e invulnerable, se desmorona en una cascada de dilatados sinfines que, por decisión propia, quedan confinados en lo más íntimo de cada hálito. Limpio el opaco vaho del cristal sin decir ni pío, hasta que me puede el capricho de dar el alto a la luz. En mala hora. Es un mirlo altanero y volátil el me responde en nombre de la luz, del aire y de él mismo, y lo hace en unos términos que ni puedo ni debo reproducir aquí. No queda otra que intentar huir de la pura vergüenza, como si de la vergüenza se pudiera huir. Me reconforta la imagen de la madre cosiendo de quehacer en quehacer, las vetas y los nudos de su mano horadando los tejidos. Quiero dormir porque sé que es en la blanca orilla de los sueños donde acontecen esos dedales errantes y cansinos que se despliegan como en un catálogo de párvulos recuerdos. No lo dudo: friolero y vencido busco refugio entre las tenues plumas de mi nórdica, y que sea lo que dios quiera.

miércoles, 1 de abril de 2009

EL DESCOLOCADO

Siempre fuera de sitio, casi siempre fuera de si, el hijo del guantero se limitaba a constatar día tras día cómo los topos del sentido común rehuían su presencia y cómo se agrandaba por momentos el cúmulo de sus desgracias, hasta el punto de antojársele difícil soportar tanto descentre. Todos decían conocer el origen de su mal: el demonio de la retórica revivía en su pecho de jovenzuelo descentrado, y la estridencia de su desgarradora ceguera, unida a la sinfonía de sutilezas premonitorias que se movían entre lo fantástico y lo misterioso, le otorgaban ese áurea de perfiles borrosos y esos ojos que aún me siguen alumbrando y que expresaban bien la urgencia que embarga a todo visionario libérrimo. Poseía el don de la indecibilidad, que podría llegar a ser algo así como la imposibilidad de decidir sobre lo indecible, la imposibilidad de decidir, por ejemplo, si lo dicho formaba parte de eso llamamos sueños o de eso que llaman realidad. Esta sabrosa mezcla de especias propiciaba en su cabeza la creación de estratos de historias dentro de historias a cada cual más rara y, por tanto, a cada cual más verdadera, historias que se movían como borrachas por sinuosos callejones adoquinados repletos de héroes, bestias y mártires. Pongamos unos ejemplos: se trataba de muertos que no se acostumbraban a estar muertos y de culebras muy acostumbradas, por el contrario, a ser comidas por ratones vivos. Pero, como diría el hijo del guantero, también llamado el descolocado, de eso se trata, de no saber muy bien desde donde se escribe.