lunes, 30 de noviembre de 2009

CONTRARRELOJ

Fue contrarreloj como pudo distinguir el arrebato aquel vértigo insano que separa el vacío figurado del real, y lo que le permitió a la postre vivir un día más, arrebatado, sin otro oficio conocido que el de subrayar sus enfermizas obsesiones. Espero que crean esto que les digo sin necesidad de que se produzcan grandes horrores en forma de hambres y pestes, como tampoco espero que sea necesario que sus ojos vislumbren espeluznantes milagros que iluminen la bóveda celeste para que entiendan que el reloj no es que representara una pálida alegoría del caos sino que era el caos mismo. De ahí que las cosas hechas a contrarreloj tuvieran, entre otras propiedades, la de acentuar la sensación de no hay tiempo que perder, como si uno pudiera hacer con el tiempo otra cosa que perderle. Por ejemplo, uno cualquier se olía a sí mismo, pero se olía contrarreloj, de forma tal que sólo oliéndose a sí mismo era capaz de reubicar los desiertos de cada día en las nuevas geografías de la sorpresa. Todos esos escenarios criminales donde los silencios se fabricaban cada día, representándose a continuación para el distinguido público, mudaban con rapidez, a contrarreloj, como tiene por costumbre de mudar el miedo de una neurona a otra. Era contrarreloj también como el áspero espíritu del bebedor se compadecía cada día peor de la perfecta alegría con la que el ángel caído nos anuncia su promesa. Las inevitables fricciones que surgieron entre los náufragos destinados a los infiernos se disolvieron como por arte de magia al contacto de éstos, los náufragos, con las cloacas, y ni que decir tiene que tal disolución tuvo lugar contra el reloj. Como ente revelador de cosas nuevas, la luna llena y andrógina que habitaba en el interior del reloj parecía a su vez embarcada en una carrera contrarreloj, y la tal carrera tenía lugar antes de que llegara a sus manos la lluvia que inevitablemente aparecería en forma de gotas de azaroso caos. Así pues, era muy habitual que el río de las cosas fluyera muy cerca de su cadera de reloj de cuco sin que ni el reloj ni el cuco le concedieran importancia alguna. No hacía falta ser un lince para entender que también el río estaba en lucha contra el reloj, y ni que decir tiene, porque es asunto de sobra conocido por todos, que fue el reloj el que venció en todas y cada una de las carreras en las que aventuró su eterna honra.

domingo, 29 de noviembre de 2009

GUISO DE OTOÑO

Cuando el mundo decide estar contra ti es muy difícil cambiar eso. Hay que tener en cuenta que ellos, todos los que forman parte del mundo, han invertido mucho tiempo y esfuerzo en ponerse de acuerdo contra ti y no van a cambiar así como así, como quien dice de la noche a la mañana. Son muchos y la cosa no es fácil. Fuera de ti, es la bruma la que manda, de ahí que debas centrar tus fuerzas en cuidar lo que ocurre por debajo de tu epidermis, más allá de cada víscera concreta, ya que las fiebres y los temblores pueden empezar en cualquier momento. El mundo no está contra ti en vano. Fluyes libremente en tu escribir, todo lo libre al menos que puede fluir un espíritu embutido en su materia, y por eso te crees libre; eres capaz de sujetar una pulga entre el pulgar y el índice procediendo a renglón seguido a su destrucción, y por eso te crees eficaz; te indignas, con la indignación máxima que puede alcanzar un cuerpo de uno setenta y cinco de estatura y sesenta kilos de peso, y por eso te crees digno; cuando el rayo de luz se posa sobre el templo te llegan noticias de los dioses, y por eso te crees amado. Atiende éste consejo: si quieres sobrevivir, no debes perder de vista que tu libertad, tu eficacia, tu dignidad y hasta el amor que crees recibir son asuntos que acontecen en un mundo que ha decidido estar contra ti. Y ahora, te ruego que me digas si a este guiso de otoño que acabas de probar le falta sal o le sobra dolor.

sábado, 28 de noviembre de 2009

LA E

Esta vocal, abierta y fuerte como la que más, esconde bajo su apariencia de sencillez una naturaleza compleja de versatilidad poco común. Esto que digo es así no sólo porque en sus ratos libres haga trabajos de conjunción copulativa -reemplazando a la y para evitar el hiato- sino porque la sexta letra del abecedario español, la segunda de sus vocales, es en realidad algo más que una letra. Prefijo por excelencia de todo lo electrónico, signo de la proposición universal negativa, la e ha llegado a convertirse en símbolo de un número, pero no de un número cualquiera sino de un número trascendente, concretamente el 2,7182, que es la base de los logaritmos neperianos. Ahí es nada. A la manida pregunta de cómo dar a luz una e se le pueda dar una respuesta relativamente fácil, aunque convenga estar atento ya que ciertos detalles pueden escapar al entendimiento común. Por lo pronto, no es probable que usted sepa que, entre las muchas cosas que posee, querido lector, es propietario de un predorso. No se extrañe, lo tiene, es suyo, y para más señas lo tiene ubicado en su lengua. Pues bien, elevando el predorso de su lengua hacia la parte anterior del paladar y estirando levemente los labios hacia los lados como si se estuviera atusando un bigote, se encontrará con un sonido que debiera parecerse en algo a la e, a no ser que se haya demorado en exceso con lo del bigote en cuyo caso le saldrá un sonido irreconocible o en el peor de los casos un eccema. A mi juicio, la principal precaución que debemos tener cuando pronunciamos esta vocal es la de no convertir la e átona en i, pasando, pongamos un por ejemplo, de pedir un vestido a algo así como pidír un bistído, que no es que no te lo vayan a dar, sobre todo si es un familiar o conocido a quien se lo pides, pero que queda fatal.

viernes, 27 de noviembre de 2009

CHABELA

Mezcla de vino y chicha, gustamos Chavela y yo de emborracharnos con chabela. El asunto se desarrolla más o menos de la siguiente forma: Chavela viene a España y, mientras Lorca toca el piano, bebemos hasta que roba mi corazón a punta de pistola, todo ello a la espera de que el pájaro amarillo nos despierte a todos y llegue la fea cosa del morir. Llegado ese momento, Chavela abre sus brazos y nos redime a todos del inútil sufrir.

jueves, 26 de noviembre de 2009

PARA EMILIANO MONGE

La Primera Guerra Mundial se inicio en Acapulco, de eso no hay duda, y fue después que vinieron las muertes no anunciadas, incluida la de Margarita. Es cierto que el hacha del ruso ya no corta como antes y los caciques, aquí y allá, siguen dominando los páramos. Pero qué le vamos a hacer. Claro que para ahorcar a un inocente hace falta algo más que una cuerda, al menos hace falta alguien un poco menos inocente que el inocente que se haya propuesto colgarle. Que lo sepas: todos los años están igual de apretados, y eso lo deberías saber ya que el fenómeno de las apreturas temporales se explica por la misma razón que todas las fugas resultan interminables. Mis amigos se acuerdan de mí, y de vez en cuando también se acuerdan de mi señora madre que, claro está, no tiene la culpa de nada. Eso de que los cadáveres huelen a podredumbre, a leche fermentada y a elixir de hienas son sólo palabras. Depende del cadáver. Y depende del tiempo que la carne lleve muerta. Transcurrido cierto tiempo nada huele. Qué sepas que en los panteones también se folla, y si no me crees pregúntale a Bolaño. Nunca he visto un tigre, ni triste ni nada. Por aquí los lunes son días propicio para tomar el sol y comenzar el período de desempleo. La cuestión es que todas las personas que quieren ir a África lo convierten en una cuestión personal. De hecho, no recuerdo de nadie que haya querido ir a África y no lo haya convertido en una cuestión personal. No me acuerdo de Bartheby, aunque Platón, según creo, sí que recuerda la metempsicosis. Me ha llegado sólo como rumor pero creo que Pandora y Epimeteo tuvieron algo. Son demasiadas las veces que, con tentación o sin tentación, se fracasa sin amor. El silencio se esconde y el Damasceno tampoco recuerda que estaba comiendo mientras le cortaban la cabeza. Las vidas eran tan minúsculas en 1984 como en 1984. Orwel no hacía al respecto distinción alguna. Ir del escritorio a la cama también es un buen viaje. Una tarde, cerca de Pedernales, hizo tanto calor que vi las alas de los pájaros se derritiéndose en tierra. El Missisipi se encuentra cerca de Mark Twain, pero un poco más alto y un poco más a la izquierda. No me extraña que no te acuerdes de otra mejor: la vuestra es una comedia cojonuda, mucho mejor que los insultos de Parra, mucho mejor que París de noche y mucho mejor que el Rey Lear, aunque esto ya empieza a cobrar tintes de melodrama. No recuerdo ningún niño del que emanara tranquilidad. Herodes tampoco. Conocí, eso si, una serpiente de la cual se alimentaron. El frío de los cerillos es horroroso. Hay un axioma general que dice que el oso suele estar cerca de sus garras. Es triste pero debes saberlo: Carlota puede que no vuelva. Ni al medio día ni más tarde. Puede que se vaya para siempre. Un último consejo: no salgas tras del espejo en su búsqueda. ¿Para qué?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

EN CASO DE DUDA SOBRE LO SALADO

A veces puede suceder que, después de un largo día de ingente atiborramiento intelectual, llegues a casa, eches en falta algo, y no sepas en qué consiste la misteriosa ausencia. En un primer momento pensarás en el dedo anular de Laura. Pero no. Si a estas alturas no has llegado ya a la locura psicomunicativa más absoluta te darás cuenta que no es eso. Mira a ver si tienes las llaves. ¿Has olvidado el portátil? Si todo parece en orden y la necesidad continúa, no te sulfures. Descansa e intenta dormir. A la mañana siguiente, si sigues notando esa indecible necesidad y aparecieran después del café síntomas como la desgana, nebulosas emanaciones tendentes al mareo tonto y sosería en general, entonces es que tu cuerpo y tu espíritu necesita de los ingredientes propios de aquello que algunos han dado en llamar la sal de la vida. Tómate el día libre, date una vuelta por el Rabal y en cualquier bareto pide un poco de tequila con sal, limón, musiquita y algunas risas. Veras como todo vuelve a subir.

martes, 24 de noviembre de 2009

CUENTO DE OTOÑO

Que lo sepan ya aquellos que aún no lo saben: no es fácil encontrar un ángel bueno que endulce la amargura que nos reserva el destino, como tampoco lo es encontrarse en el camino con un ogro que posea el don de transformarse en el animal que en cada momento mejor se le acomode. Sin embargo, hete aquí que ambos personajes, uno después de otro, salieron a mi encuentro, y que tales apariciones tuvieron lugar después de haberme mamado un par de buenas botellas de vino, del más católico de la comarca, si bien algo rancio y avinagrado. El frío que azotaba las altas tierras de castilla en este camino de santos créanme que justificaba plenamente el uso de la grasilla de uva, ya que era el único adminículo del que podía servirme en caso de necesidad, y la necesidad en forma de viento y frío se hacía evidente a cada paso. Apenas acabado el último trago de la último botella se apareció el ángel, y del susto que me dio apunto estuve de subirme por las paredes del chopo que hacía las veces de tapia protectora, y creo yo que no me subí a la mata no por nada sino ya me decía mi padre que a la tarea de subirse por las paredes le sigue aquella otra que tiene que ver con bajar de las goteras, y si bien me veía con fuerzas como para lo primero, aquello segundo, lo de bajar sin mácula, se me antojaba harto difícil. Y todo para nada ya que el ángel no digo yo que no fuera bueno, pero lo cierto es que nada más verme puso cara de sorprendido y vino a decirme algo así como que se había equivocado de persona, a lo que siguió una espantada tan sorpresiva como su llegada. Repuesto del susto y del desdén, me disponía ya a coger carretera y manta cuando en esto se apareció el ogro transformista preguntándome si había visto por los alrededores un ángel bueno con aspecto de despistado. Mi respuesta, dado el vino que me había bebido, me pareció inteligente ya que no le dije ni que sí ni que no y me limité a preguntarle por su oficio y condición, momento en el cual me enteré de que era un ogro que podía convertirse en cualquier animal que se antojara. Le dije si no le importaría convertirse, al menos por algunos kilómetros, justo los que quedaban hasta Almansa, en un pollino o un jumento de estos recios y tranquilos, ya que es, le dije, el único animal que podría aliviarme de la amargura cierta que me reservaba el destino más inmediato, y del cual por cierto había sido incapaz de protegerme ángel alguno. Menos mal que no tenía ese don, pero si las miradas fulminaran allí me habría quedado yo, chamuscado por los restos de los restos. El ogro se fue sin despedirse y mascullando algo entre dientes, algo que desde luego no debía ser nada bueno para quien esto cuenta, razón por la cual le dejé partir sin insistir más en mi sensata propuesta. Maravillas para qué, me preguntaba a mí mismo, si al final no tienes otra que andar borracho y en mala tarde, un ratito a pie y otro caminando.

lunes, 23 de noviembre de 2009

HAY TIEMPO

Hay tiempo. Los que ya no tienen para nada dicen que hay tiempo. Ven caer los chuzos de punta y dicen que hay tiempo, al tiempo que dicen ver también a grandes pájaros negros arremolinados en torno a un sol agrio, escena ésta que será preludio sin duda de una noche de luna arrugada y misteriosa capaz de convertir el dolor en memoria. Y todo eso lo harán porque aún hay tiempo, y lo harán aunque el precio a pagar sea el de la cordura. Pero como la locura es contagiosa, tan contagiosa al menos como lo pueda ser la risa, podemos pensar que era su risa la que estaba loca y su locura la que se reía. Sea lo que fuere la causa y sea cual fuere el efecto tampoco es tan problemático ya que hay tiempo. Pensaba que hay tiempo mientras tranquilizaba su corazón alisándose las neuronas. Esa era la forma que se había inventado para enviar mensajes depresores desde el sistema nervioso central a la parte más activa de su ceguera emocional, sosegando así con suavidad y circunspección lo que podía convertirse en un huracán pasional de consecuencias imprevisibles. Hay tiempo y el agua, en su silencio transparente, parece más viva que nunca mientras dibuja nimbos perfectos y cúmulos entre grises y azulados. Todo consiste en hacer el esfuerzo que te permita ver con los ojos del recuerdo de hoy aquellos otros ojos que tenías entonces y que fueron los que pudieron ver desde el balcón cómo tu madre se encorvada por el peso de los años, lo pronunciado de la cuesta y el peso de la maleta. Entonces también había tiempo. Más cercano a la exageración que a la admiración cortes, pensaba en su madre y nunca llegaba a estar tan triste como se imaginaba precisamente porque había tiempo. Y pensando en eso, en que hay tiempo, se durmió por última vez acunado en el gemir de su propio llanto.

domingo, 22 de noviembre de 2009

MUSICALINA

Comenzó el día llorando, y medio arrullado como estaba por un criptograma de enigmática naturaleza, no deseé otra cosa que morir atiborrado de su carne. Sea porque no supe decírselo, o sea porque no supo entender lo que nunca dije, el caso es tuve que conformarme con un diálogo indefinido y escaso de sustancia. Aún recuerdo la musicalina de mi discurso negligente armado sobre la base de estructuras de relojes, tés, libros y métodos, y a ella, a ella también la recuerdo elevada y necesaria como un punto sobre la i, envuelta en un rumor de silencio. Afortunadamente yo también callé a tiempo y fue el canto el que con forma de son, balada o sonara, conjuró con agua de estrellas la belleza lúgubre del puñal. Después vino un sol sonoro repleto de luz callada, que resultaba propio para la siesta, y la siesta se dio, y más adelante llegó la tristeza de estar sin mí y atiborrado del veneno azul de su recuerdo, y el recuerdo se dio. Realizado el intento a través del cual intenté expresar el sentimiento, toca ahora reflexionar sobre él.

CHE

Este signo ortográfico, que atiende al nombre de che, ha necesitado de dos letras para representar el fonema, aún a pesar de lo cual no conviene llevarse a engaño ya que si bien resulta doble en la figura en lo que valor se refiere se trata de una letra sencilla. Su llegada al mundo de las letras se demoró en exceso, ya que no fue hasta 1803 que los académicos se rindieron a la evidencia y acabaron considerándola la cuarta letra del abecedario. Africada sorda donde las haya, antes que dorsal debe considerarse predorsal, por la misma regla de tres que antes que palatal debe considerarse prepalatal. Y no se piensen que esto que digo no es más una retahíla de palabras inútiles, como quien dice una cháchara, porque no es así: ni quien escribe es un charlatán, ni su chaladura llega a estos extremos. Una cosa es que el Che, el comandante Guevara me parezca un personaje atractivo, que de vez en cuando me guste darme un chapuzón o que, también de vez en cuando, pueda resultar algo chapucero en el mantenimiento de las máquinas y utensilios domésticos, o que me guste chingar, o que nunca encuentre las chinchetas, o incluso que escriba a diario pero como de chiripa, y otra es que sea cierto ese bulo que corre por ahí y que viene a decir poco más o menos que me falta un chip, sustitutivo electrónico éste del antiguo tornillo industrial. Pues no. No es que me falte un tornillo es que, lisa y llanamente soy un pibe enamorado de la che, y tan necesitado estoy yo de la che como pueda estarlo el champán y la chamusquina, no existiendo forma humana de hacer chapó o de hablar del chachachá si no es requiriendo del auxilio de esta letra indivisible en la escritura. Nieguen la che, y entrarán en la más oscuras de las noches.

viernes, 20 de noviembre de 2009

CUCHARA DE MADERA

Ojala y pudiera alimentarme de mi muerte. Sacar la cuchara de madera y hacer sopas del corazón que reposa en el agua escrita, y croquetas del agujero pegado a la suela del sufrimiento esférico. Digo yo que a lo mejor así, de esa forma vampírica, la flaca inmensidad que supura ríos de aceite y la electromecánica de manual y grasa triste, tendrían algún sentido, y digo yo también que de esa manera los atroces e inexactos pañales que recogen la sangre parida de muerte lenta, esa misma que yace al pie del humo y aún vencida sigue arando pechos, podría de alguna forma reparar las rotas exclusas de la querencia. Hoy que me cuesta tanto hablar de esperanza, noto como si a la noche le faltara estómago para poder dormir a la luz del día, y por eso huye como huyen las yemas de la piel cóncava y como huye el plomo del fuego orgánico e indecible que promete la luz. Y debe ser por eso también que hoy, precisamente hoy que me cuesta tanto hablar de esperanza, necesito amanecer sin explicaciones ni diptongos. Avanzaba en busca de los cielitos lindos, giré el cuello, pero no pude volver. Y así fue como partí, esclavo y sin regocijo, con el cuello roto, en busca de las fronteras de lo inmóvil.

jueves, 19 de noviembre de 2009

TRANSMIGRACIONES

Por cómo me trata y por cómo me van las cosas, tengo para mí que mi alma debió haber transmigrado mucho antes de hacerse cargo de este cuerpo que tiene actualmente en arriendo, cuerpo al que no es difícil verle penar por las calles de la ciudad intentando encontrar una paz que se le muestra esquiva. Quizás en mi vida anterior, antes de yo, debí ser menos que yo, un don nadie, pongamos un por ejemplo para entendernos que un Comandante en Jefe de un regimiento sin muertos en su historial. O sea, nada. Y antes que comandante de nada, un perdulario, un tragaldabas de esos que entraba en las tabernas pero le costaba salir. Claro que salir de los sitios nunca fue fácil. O un suicida desconocido y en avanzado estado de descomposición al que hallaron ahorcado cerca de un estanque. O un loco atosigado por la información meteorológica que siempre andaba algo mosca porque sospechaba que de la nube permanente que tenía en la cabeza más temprano que tarde comenzarían a caer rayos y truenos. O un sacerdote ultra ortodoxo que empezó preocupado por el estado de los espíritus hambrientos y terminó reconociendo no saber por qué el cristo de su sacristía no dejaba de mirarse los pies. Todas estas posibles fallidas reencarnaciones cuyas deudas me encuentro ahora pagando tienen que común que no son de ningún lugar. Al fin y al cabo, curas, comandantes, borrachos y suicidas hay en todos lados y en ninguno. Y es importante ser de algún lugar. De hecho, siempre me ha parecido bien que la gente sea de algún lugar. No más o menos de algún lugar sino exactamente de algún lugar.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

EL CABALLO DE FUEGO

Entre las cosas que sé que son verdad no encuentro a la verdad misma, razón por la cual todas las cosas que sé que son verdad las podría contar con los dedos de una mano, y aún me sobrarían dedos y hasta la mano misma. O bien no son cosas, en cuyo caso no hay ciencia posible, o bien no son verdad, o simplemente ocurre que no las sé. Este sería un bosquejo rápido del panorama habitual en el que desenvuelvo en lo que al mundo de las verdades, las cosas y las sapiencias se refiere. Otra cosa es la conciencia de la cosa y la necesidad que tenemos de ingerir verdades, mezcla ésta que explicaría cosas tan necesarias como los cuentos. Los cuentos son ciertamente cosas necesarias que sé que son verdad justo hasta el instante mismo en que termino de contarlos, en cuyo caso dejan de ser cosas y dejan de ser verdad. Cualquiera diría, por ejemplo, que la niebla es verdad, y probablemente sea verdad, lo que pasa es que yo no sé nada de la niebla, de ahí que no pueda contarla entre las cosas que sé que son verdad. Servidor, en lo que a nieblas se refiere, se limita a padecer la niebla que le ha tocado en suerte, esa misma que me persigue a sol y a sombra e insiste en posarse sobre mi testa como si de un sombrero se tratara, sin otro efecto conocido que el de generarme fuertes dolores de cabeza. A veces intento utilizarla para hacer caricaturas, pero yo a eso no lo llamaría saber. Sé, eso si, que hay cosas malas que son verdad, como las mentiras –no todas las mentiras-, y las traiciones –no todas las traiciones-, pero esos saberes tan generales sirven de poco tendiendo a nada. Los bufidos y resuellos del caballo de fuego olfateando el aire en busca de carbón para alimentar la caldera de su garganta, esos sí que son bufidos de verdad, como de verdad son también las muecas y los jadeos de los corazones rotos, y los ríos brumosos de sudor verdadero manando de una frente de melocotón. La verdad más grande que he visto hoy era una sombra dibujada sobre el suelo por la silueta de una estrella caída en desgracia, de la que nadie en el barrio sabía dar cuenta ni de su procedencia ni de las causas de su desgracia. A la chica del kiosko de prensa se le ocurrió una explicación: esta estrella con forma de sombra competía a su vez con otra sombra, en este caso la de un pez, pero sabiendo como sabemos que lo único verdadero en ambos casos es la sombra, y siendo como es el caso que yo de sombras tampoco sé, pues me quedé donde estaba. Podría decirse que algo sé de las lágrimas heladas que horadarán ojos y oídos, los tuyos y los míos, y lo sé porque lo vi escrito en palabras de tiza y pizarra, pero de eso que sé nada puedo decir ya que me fue dicho por el caballo bajo secreto de confesión durante un par de minutos de mudo éxtasis mientras le cepillaban la crin.

martes, 17 de noviembre de 2009

EL METRÓNOMO

Trataba de atrapar con cuerdas y clavijeros el tiempo que extravió, para gozo de sus lectores, un tal Marcelo, cuando me di cuenta que la mente criminal de aquel metrónomo estaba tramando de nuevo una de las suyas. El tiempo otrora perdido que no sin esfuerzo conseguí atrapar sin otro fin que el que dejara de dar vueltas y más vueltas en círculos bobos e inanes, tiempo éste que creía a buen recaudo sentado en el retrete o tranquilo y caviloso tras las puertas corredizas del armario empotrado y repleto de sombras que tengo al lado de la cama, resulta que el diablo que tengo por metrónomo los iba soltando por la ventana a la que doy la espalda mientras flirteo con las teclas del piano. Me di cuenta de que algo iba mal cuando me dejé encandilar por unas voces que procedían del exterior. Entonces, mire hacia atrás de manera sorpresiva y pude ver los últimos rastros de un tiempo que creía recobrado y que ahora huía como si en ello le fuera la vida. Pero en fin, así son las cosas. Unos se esfuerzan en la cotidiana tarea de reinventar la tragedia nuestra de cada día creando para ello complejísimos artilugios con mallas trenzadas a bases de destellos de vida capaces de capturar el tiempo perdido, mientras otros, como éste metrónomo indócil y estúpido, indócil como la memoria y tan estúpido al menos como yo, seres incapaces de comprender las consecuencias criminales de sus actos, se dedican a joder todo intento de nuevo orden. Pero no importa. Afortunadamente, no hay dos hechos tan lejanos que no puedan ser juntados en la mente de un escritor, y lo cierto es que aún me siento capaz de ver los mundos que habitan en cada grano de arena. Ya de pequeñito me di cuenta, no sé si demasiado tarde, que rara vez decía la verdad, y lo único que me hacía falta para redimirme cuando las cosas se ponían complicadas era un trago de buena suerte. Cogeré al metrónomo por el pescuezo, y será así como esa bestia vuelva a echar en falta a su madre y a todos los mecanismos internos que hacen le falta para morir. Mientras le asfixiaba no sin gusto y ciertas dosis de parsimonia, pude tener un buen sueño con pesadilla incluida, con tal mala suerte que en aquella pesadilla, como en la vida misma, tampoco pude alcanzar meta alguna. En fin, que no era mi día. Despierto ya, volví a dejar el artefacto por donde solía estar, encima de la tapa del piano, e hice callar al tiempo. Ahora sé que cuando más se dice es no diciendo nada, razón por la cual voy a empezar a callar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

EL PRÍNCIPE QUE AMÓ MÁS QUE ASÍ MISMO

Érase que se era una princesa pequeña, es decir una princesita, una de esas princesitas típicas que tenía por madrinas a siete hadas, siete, lo que prácticamente incluía a todo el elenco de hadas censadas en aquél pequeño país. Y érase también que se era, porque así era la costumbre vieja que reinaba por aquellos pagos, que llegado el séptimo cumpleaños de la princesita cada una de la hadas realizó a su ahijada un presente que pretendía estar a la altura de las circunstancias, y fue así como un hada la convirtió en una princesa bella, la otra la dio talento, la de más allá la dio el don de la gracia, la cuarta hizo de ella una bailarina excepcional, la quinta, por continuar con esto de las habilidades artísticas tan necesarias en todas las cortes que en el mundo han sido, la quinta digo que tuvo a bien hacerla cantar como los pájaros, con tan buena suerte que la sexta redondeo la faena de las cualidades musicales de la muchacha convirtiéndola en una princesa orquesta, de modo tal que como por arte de magia aprendió a tocar todos los instrumentos musicales, y en estas se estaba cuando se presentó en casa un hada vieja y más mala que un dolor, una hada que no había sido invitada porque se la había perdido la pista hacía ya muchos años, una vieja hada ésta que quiso sumarse a las celebraciones con un maleficio: la princesa, dijo, se atravesará la palma de la mano con un huso y de eso morirá. Menos mal que renglón seguido apareció la más pequeña de todas las hadas, que era la que faltaba de sumarse a los festejos, y que tuvo a bien enmendar el sortilegio de la anterior, vaticinando que la tal cosa del huso, cuando suceda, no la ocasionaría la muerte sino un profundo sueño que dudaría cien años. Y ni que decir tiene que, aún a pesar de todos los cuidados, el desastre sucedió, de forma tal que la princesa se atravesó la mano con un uso al pretender usar una rueca y la princesa cayó desmayada sin que hubiera forma humana de hacerla volver en sí. Todo lo intentaron y por traer hasta trajeron agua de la reina de Hungría, pero nada, pasaban los días y la princesa continuaba sumergida en lo que parecía ser plácido y profundo sueño. Cuando aconteció lo de la rueca, el huso y el sueño, la más pequeña de las hadas, que era la que logró amainar la amenaza de muerte de la hada mala, había emigrado a una ciudad acuática, distante a más de doscientas mil leguas de viaje submarino de donde habitaba la princesa y su corte, pero nada de eso fue obstáculo para un gato con buen calzado que se plantó donde el hada buena en un pis pas para ponerla al corriente de todo lo sucedido. Una vez en su presencia, y para resolver el problema, a la tal hada no se le ocurrió otra cosa que dormir a todo bicho viviente, personas, animales y plantas incluidas, lo que incluía por tanto a pajes, lacayos y palafreneros de todo tipo y condición, con el bien pensado fin de que cuando la princesa despertara no la faltara de nada. Al final pasó lo que pasó, que se echó el tiempo encima, quiero decir que se echaron los cien años encima, y tuvo que ser un apuesto príncipe joven y enamorado el que resolviera el tema con un beso al estilo de película Disney. Y eso que cuando el príncipe encontró a la princesa ésta roncaba como un ogro y estaba ataviada con un vestido nada sexy que parecía de los de Marí Castaña. Pero nada la importó, y esta es la moraleja que quería traer a colación, porque según sus propias palabras, y aunque sonaran un poco a cuento, lo cierto es que dijo que “La amaba más que a sí mismo”. Ni que decir tiene que la cosa no quedó ahí, pero yo sí, permitiéndome sugerirles que para más detalles pregunten a mi buen amigo Perrault.

domingo, 15 de noviembre de 2009

MATANZA DE PERROS EN PORTOCOLOM

Ayer debió haber matanza de perros en Portocolom. El inconfundible rastro de las flores de piedra desperdigadas aquí y allá como quien no quiere la cosa, la curiosa ubicación de unos espejos que parecían tener la extraña cualidad de permanecer ciegos a todo lo que sucedía a su alrededor, ese olor típico, mezcla y salitre y sangre tranquila que salía de las alcantarillas, el dato frío y matemático que hablaba muy a las claras de la ausencia empírica de perros por toda la localidad, en fin, que toda la información disponible daba a entender que, efectivamente, se había producido una matanza de perros en Portocolom. Y así estaban las cosas hasta que de forma repentina se oyó un rugido que, más de uno y yo entre ellos, interpretó como un ladrido, otros como un bostezo profundo y lastimero, y aún hubo quien lo califico de simple ruido. Fuere lo que fuere, no había duda que surgió de la garganta de un mamífero, como tampoco había duda de que el animal productor del sonido se había despertado esa misma mañana estando ya loco cuando se despertó. Como después se supo, les puedo adelantar sin problemas que teníamos razón los del ladrido y que las cosas sucedieron así. El animal nació vestido como para salir, y lo primero que hizo al nacer fue declararse falto de preparación para vivir en la era del Mesometo, y lo segundo que hizo fue prometer someterse sin queja alguna a las leyes del insomnio. De nombre desconocido y por ello mismo inobjetable, se propuso una meta en la vida, a saber, levantarse todas las mañanas, o todas las tardes ya que podría haber días en los que el levantamiento se podía llegar a producir ya por la tarde, digamos resumiendo que su meta consistiría en levantarse, poner una vela en el altar de la causalidad y otra en el de la casualidad, y trabajar con afán para añadir más asco al asco que ya tenía acumulado del día anterior. En esta tarea no partiría de cero ya que el primer día nacería con un asco de partida al que denominó asco original. Mientras esto pensaba el animal recién nacido, la luz de la tarde se sumergía en sus cuencas oceánicas produciendo esas formas ovaladas y gelatinosas tan del gusto de los cuervos. Consciente de ser uno y único, y sin más dilaciones, se puso a dar forma a su testamento geométrico momento éste en el cual el animal ladró.

sábado, 14 de noviembre de 2009

ARREBOL

Me amortajo en la tristeza de una tarde que cae doliente y taciturna, y lo hace, esto del caer, con tal mala pata que va a dar con sus huesos en el preciso lugar donde las flores gustan de dormir sus largas siestas de almidón. Recuerdo bien el escenario porque fue allí donde, uno a uno, fui deshojando sobre su boca aquellos besos que adolecían de edad y de paciencia. Claro que, bien pensado, ¿quién echa en falta la paciencia y la edad cuando el deseo adopta el color del arrebol y las nubes todas se arremolinan iluminadas por los rayos del sol? Ni que decir tiene que la conmoción del impacto de la tarde sobre la frágil tierra fue muy comentada y hubo opiniones para todos los gustos. La del lirio y la mía fueron parejas, con el matiz de que el lirio, si bien medroso y cuajado por naturaleza, tan hermoso siempre que pareciera vestido por la alegría misma, aún se siente atraído por ese brillo extraño y misterioso que no es otro que el del torbellino de la carne que todo lo ama. Mi situación es otra. Hace tiempo que morí, y bien muerto es que vivo como mendigo enlutado de viejas letanías, incapaz de reconocer como suyo esa sed antaño tan inconfundible, tan peculiar. Recuerdo también el paraje donde cayó la tarde porque es el mismo donde hoy me siento a beber con labios fatigados lo que queda de esta alma seca y afiebrada que antaño fue mía.

viernes, 13 de noviembre de 2009

DÉJAME

Déjame que entierre con el fusil a los dedos que lo empuñaron, y déjame, de paso, que disfrute del último pan junto al palo y al piojo que escupe y almuerza su diaria ración de sangre. Puestos a pedir, déjame cerca del hombro de algún hombre roto para que todos, todos, puedan llorar conmigo sobre los despojos de los tumbados endecasílabos. Déjame que planche la camisa del desnudo, que abra la boca del sediento y la llene de libra y media de polvo de pedernal, y deja, al fin, que de beber al hambriento las aguas de los originarios manantiales del orín. Hago balance y sopeso con delicado esmero la función de la bufanda y la sartén, y todo esto lo haré hasta que la domestica bruma se adueñe por completo de la amígdala melancólica y sensible que, no sé cómo, me mantiene aún en pie. Apunta bien mi nombre y dí al mundo que de tanto volver tengo la espalda rota, y que termino como empecé: muriendo al oído y llorando, como siempre.

jueves, 12 de noviembre de 2009

CEIBA MADRE

Intenso e incompleto, como el amor, me esfumo todas las mañanas en el azul de sus ojos como desaparecen las estrellas de polvo en su natural proceso de desintegración. Invisible y fugaz, como el grisú, llega, explota y se va, y yo me quedo medio paralizado en la trinchera de almohadas sin nada que decir y poco o nada que hacer. Ya ven que, también para éste hijo de la tormenta y del sabio asombro, las cosas son como son, y eso que las cosas podrían ir peor ya que, sin pretender pecar de falsa ingenuidad, he de decir que nada esperé, al menos nada bueno esperé de tanta fuerza incontrolada, de tanto remolino sin dueño. Y así fueron las cosas al principio hasta que los principios cambiaron y las cosas dejaron de ser lo que eran para convertirse en otras que ocuparon el lugar de las anteriores. Una de esas otras cosas que vinieron a ocupar el lugar de las primeras es que me dejé enfriar a fuerza de costumbres, y otra cosa relativamente novedosa que fue ocupando el lugar de las que se hicieron viejas es que, si bien nunca quise ser su dueño, si que quise, empero, ser parte de ella. Y ese querer-ser-parte-de tiene un precio. Hoy todo ha desaparecido. Ya no quedan mapuches que lloren la araucaria, ni mayas que mueran abrazados a la Ceiba madre buscando con ahínco la apertura de los trece cielos. Lo cierto es que todo cambia pero la necesidad permanece, y cada cual entierra sus demonios donde puede.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

JUANA LA LORCA

Juana la Lorca. Así, de ésta forma confusa, es como la llamaban quienes la conocían, existiendo desde luego razones más que fundadas para el apodo ya que Juana la Lorca era un compendio de historias de pezuñas desgastadas y de desconchones en su magullada piel que anunciaban muy a las claras la dulzura y la dureza de la batalla interior en la que se encontraba inmersa. La concisa exactitud de sus historias no dejaba margen alguno ni para la duda ni para la indiferencia. Con regularidad constante, un par de veces al día, avanzaba con determinación hasta el justo límite más allá del cual dejamos de estar vivos. La repetición sistemática de este tipo de experiencias decisivas cambió por completo su orden interior, y lo cierto es que nunca volvió a ser la misma después de estos ritos iniciáticos. Náufraga en su propio dormitorio, desayunaba cada día costras del poema de la noche anterior, dejando para la merienda los anticuerpos que vigilan la entrada a su último refugio. Lo cierto es que, desde tiempos inmemoriales, alguien se estaba tomando la molestia de martillear arrítmicamente las paredes de su cráneo, y cuando por fin pudo tocar la espalda de aquel que daba los golpes y empezaba a preguntarle por qué demonios estaba haciendo eso, el bicho en cuestión, porque bicho era, se evaporó. Desde entonces, la niña que se esconde en la cañería no para de gemir. Nada de extrañar: los hombres a los que no enseñaron a llorar solían ser hombres muy eficaces en el cumplimiento de sus objetivos últimos.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA ROSA DE JERICÓ

Resulta extraordinario el hecho de que la tierra aún me aguante sobre ella, creo yo que debido a que piso poca tierra y es más bien el asfalto el que me aguanta, de igual forma que no deja de resultarme sorprendente el hecho de que, aún perteneciendo por apariencia y derecho de nacimiento a la especie de los homo sapiens sapiens, no logre abandonar de ninguna de las formas el mar de incertidumbres en el que a diario me veo envuelto, todo ello aún a pesar de esforzarme seriamente en la tarea. Y todo este maravillamiento resultante de tanto hecho extraordinario y sorprendente hace que de normal viva con los ojos fuera de sus órbitas naturales, también llamadas cuencas, así llamadas por su forma y no porque ni mis ojos ni yo vivamos en Cuenca o en sus cercanías. Pero nada de esto es preocupante. Hace ya tiempo que llegué a la conclusión de que mis palabras, quiero decir las palabras que salen de mí, algunas palabras que salen de mí, sobrepasan mi capacidad de entendimiento. Lo llevo más o menos bien, con la soltura propia de quien transporta sobre su chepa la carga de lo forzoso, y creo yo que precisamente por resultar forzoso es como si resultara más liviano esa tarea ingente de producir a diario tanta palabra incomprensible. Como bien comprenderán todos aquellos de ustedes que a diferencia de mí sean capaces de comprender, la pelea es continua. Hoy mismo, sin ir más lejos, estoy empeñado en encontrar las palabras exactas que definan la insignificancia de mi ser en relación al universo. Y nada. Y digo nada porque todo lo que me sale de mí a modo de pensamientos y palabras nada o muy poco parecen tener que ver ni conmigo ni con el universo. Para ser concretos, no hago más que pensar en el hecho incuestionable de que una boñiga de vaca convenientemente aposentada sobre un plato de estaño bañado de porcelana, y regada en la forma y cantidades adecuadas, da como resultado la llamada Rosa de Jericó. A renglón seguido pienso en el espectáculo de la mierda mezclada con la sangre chorreando pantalones abajo. Ustedes no me oyen pero al escribir esto acabo de gritar, porque no se puede decir que chillara, y es que sin quererlo, ni comerlo, ni beberlo creo empezar a entender algo. Quizás la locura no sea tal.

lunes, 9 de noviembre de 2009

LUIS ESTARLIN

Le llaman y no quiere venir. Luis Estarlin no quiere venir a este mundo bronco y neumónico repleto de muros de silencio circular. Dice en su comunicado de escueto silencio que sin agua corriente en el hospital no quiere venir. Gira sobre su cuello el cordón que le alimenta para dejar claro que no quiere venir, pero al igual que no deja de resultar asombrosa la verticalidad de la luz cuando se posa sobre la piedra en la que rezo, de igual forma no deja de asombrarme la piedad de este muchacho para con los suyos cuando finalmente accedió a venir. Así pues, en visita obligada de leve permanencia, finalmente llegó, y llegó para descubrir el vacío que habitaba en el centro exacto de aquel vientre. Y como en un suspiro, fue llegar e irse. Y el mundo se llenó de tristeza. Su recuerdo, cierto en mi memoria, hace que de vez en cuando regrese para ver dónde estoy y poder seguir así conmigo y con él siquiera un día más, pero rara vez me encuentro, o si me encuentro no me reconozco, o si me encuentro y me reconozco entonces no atino a decirle que me encontré y lo caro que están las pequeñas cajas blancas en las que entierran a los muchachos sin edad, y así créanme que no hay forma humana ni de volver a nacer, ni mucho menos de hacer renacer la luz de las cenizas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

NOCHES

Hondas y silenciosas, así debieran ser mis noches. El hecho de que la realidad sea otra, en este caso el hecho de que la realidad esté constituida por un compendio de ráfagas de tortura indefinible, ni quita ni pone para lo que debieran ser. Desde el extrarradio de la séptima cara del dado veo cómo son mis noches, y digo que mis noches son como paredes desconchadas que se agotan hasta caer una a una de puro desconche melancólico, noches que se caen por su propio peso a falta de ganas de ser dormidas, noches mal pegadas a una pared cochambrosa que hace las veces de un tiempo dormido y eterno. Otra cosa es lo que debieran ser. Mis noches debieran ser noches pobladas de sueños nimbados de extrañas corrientes eléctricas, poderosas corrientes capaces de insuflar energía, pongamos por caso, a la onírica imagen de un viejo tranvía subiendo a contraluz por Alcalá en dirección a la plaza del Callao. Mis noches debieran dar cobijo a mis recuerdos, de forma tal que pudiera recordar con precisión aquellos lugares a los que nunca fui, como recuerdo con precisión aquella primavera en el Jardín de Kinský, jardín que además de ovalado resultó gris. Mis noches debieran ser exactas, de forma tal que me permitieran disfrutar esa evidencia mágica y secreta que emana de lo particular, de lo nimio o lo casi imperceptible, evidencias todas ellas muy cercanas a la exactitud matemática. Mis noches debieran ser un buen lugar para dar largos paseos del brazo de Hamlet sin otro objetivo que el de departir amigablemente, pongamos por caso, sobre el sentido exacto que pudiera tener para los muertos esas cajas pobladas de sombras imprecisas y oscuras a las que llaman nichos. Mis noches de insomnio no necesariamente debieran estar habitadas de vidrieras repletas de vidrios de distintas formas y tamaños, ni de naturalezas muertas que recogen en su seno lo que parece ser una selecta colección de ojos de cristal. De hecho, mis noches de insomnio no tendría por qué suponer tortura alguna, debiendo suceder en estos casos que me limitara a admirar el escurrir de la lluvia sobre el cristal y la belleza del vaho condensado conformando irregulares chorretones de agua que construyen a su vez nuevas verticalidades. Mis noches debieran ser rítmicas, como rítmicas y repletas de sones eran las legiones de pisadas que retumban sobre los puentes de Paris o los últimos compases de un minué, todo lo cual debiera sonar en mi cabeza como si de una gran sala sinfónica se tratara.

sábado, 7 de noviembre de 2009

BARBA AZUL

Debido a razones genéticas que nunca he entendido muy bien, resultan innombrables los caprichosos colores que adoptan los pelos de mi barba, abarcando desde los matices canosos en la zona de la perilla al negro azabache de las patillas, pasando por los tonos rojizos y pelirrojos en el bigote y el azul turquesa allí donde los mofletes inflan cuando la boca se llena de aire. Así pues, yo también tengo la barba azul. Claro que, a diferencia del protagonista del cuento del mismo nombre, no tengo ni fincas, ni casas, ni carrozas, lo cual hace mucho a la hora de matizar la fealdad de cada cual, resultando la mía infinitamente peor que la suya. Sin embargo, y a efectos prácticos, eran muchos los casos en los que la conclusión para ambos era si no la misma si muy similar ya que tanto en su caso como en el mío las mujeres, no importa que fueran éstas niñas o señoras, huían despavoridas apenas acercábamos nuestras barbas a un metro de sus delicados cutis, sin ahorrarse en su huida gesto alguno de desagrado. Bien mirado incluso, nuestras semejanzas no acaban ahí: yo también tuve mujeres, como él, que también desaparecieron, no de la faz de la tierra como en el caso de las mujeres del auténtico Barba Azul, sino del barrio y algunas hasta de la ciudad cuando decidieron con buen criterio abandonarme a mi suerte. Pues bien, el caso es que, por circunstancias de la vida difíciles de explicar, una vez tuve una novia muy rica y muy guapa que vivía en un caserón enorme en el centro de la ciudad propiedad de su noble familia. Allí me mudé yo también y allí vivíamos más o menos felices, ella dedicada a hacer como que estudiaba mientras yo me dedicaba sin fingimiento alguno a amarla de la mejor forma que podía y sabía. Después de un par de meses de convivencia tuvo que salir de viaje al extranjero para atender ciertos negocios familiares, y antes de irse me dejó para mi sorpresa un enorme manojo de llaves donde al parecer se encontraban todas las llaves de la casa. Allí había llaves para dar y tomar, muchas de ellas completamente innecesarias, como las llaves de los guardarropas, y otras que no veía necesidad alguna de tener, como era el caso de la llave de la caja fuerte. “Esta es la llave del antiguo gabinete de mi madre”, me dijo, “no entres bajo ningún concepto so pena de una muerte segura”. Como quiera que tal cosa me la dijo con su seductora sonrisa de siempre, y como además tengo para mí que morir es preciso que muramos sí o sí, si queremos que la vida siga su curso normal, ni que decir tiene que lo primero que hice nada más irse fue entrar al gabinete. Así de poderoso es el influjo de la tentación. Me gustaría poder contarles que vi charcos de sangre cuajada procedentes de un sin fin de cadáveres, pero lo cierto es que la estancia estaba completamente oscura y luz estaba estropeada, razones éstas gracias a las cuales ver, lo que se dice ver, no vi nada. Lo único cierto es que al cerrar la puerta mis manos estaban manchadas de sangre y ella no regresó ni en esa semana ni en la siguiente. Por más que me lavaba las manos la sangre siempre seguía ahí, y ella nunca regresó.

viernes, 6 de noviembre de 2009

BORGES

Varado sobre un sofá, la imagen de la luna haciendo gárgaras con gasolina tenía para él algo de bello y al mismo tiempo de inaceptable. Construía los textos con lentitud, como si de una estalactita se tratara, y los construía utilizando para ello palabras escogidas y densas como el mercurio. Toda la estructura narrativa de sus relatos se basaba en el asombroso principio de inestabilidad sintáctica, principio que para un escritor vendría a resultar algo parecido a lo que supondría para un barquero navegar en un río sin orillas. A todo esto, la belleza de la luna en plena borrachera, al borde prácticamente del coma etílico, le seguía pareciendo inaceptable, sin perder por ello ni un ápice de su belleza original. Perdida ya, si alguna vez la tuvo, toda esperanza en otra más alta vida, a nuestro escritor no le queda otro remedio que recurrir a los espejos, tigres y cuchillos que tenía más a mano para ir fraguado así, a través de los incontables caminos del hierro que le proponían una y otra vez sus editores, su ser literario. Vomitaba ya la luna sus excesos, pero al escritor nada le parecía tan desolador como la imagen de un huevo duro, un solitario huevo duro sobre el mantel de una mesa enorme, un huevo duro pletórico en su efímera dureza pero consciente de tener, en tanto que huevo duro que era, los días contados. La luna dormitaba como dormitan los beodos mientras el escritor observaba cómo los armarios empotrados de su habitación supuraban sombras, soledad y ausencia de futuro. Nunca pensó que fuera a morirse por la sencilla razón de nunca lo había hecho antes, claro que eso mismo pensaba Borges y Borges murió, o eso dicen al menos, un catorce de junio.

jueves, 5 de noviembre de 2009

NECROLÓGICA

Ocupado y ausente todo a un tiempo intentando encontrar una lógica a la muerte, y lo suficientemente prudente como para no convertirse en cerdo de la noche a la mañana, tuvo siempre una confianza ciega e infundada en la gente que bebía cuando tenía sed. Quizás por miedo a no volverse a oír, o vaya usted a saber por qué, el caso es que tenía por costumbre gritar su nombre, siendo ésta, la del grito, una de las pocas formas que encontró no sólo de hacerse oír sino para sentirse vivo y acompañado. Siempre fue negro, negro como el azabache, sin matices ni concesiones, y procedía del lugar aquel donde yacen las trompas de los elefantes, las mismas trompas que en tiempos de bonanza llegaban a tener hasta cincuenta mil músculos por trompa, que se dice pronto. Nunca fue ágil para las respuestas, de ahí que las preguntas actuaran a modo de vinagre sobre su alma, aquella herida abierta en la que ya no tenían cabida las certezas. Nido de ininteligibles elipsis, su ominosa presencia se movía entre diario en una franja de sensaciones que oscilaba entre el hastió y la locura. Grande e incomprensible como el mundo, vivió todo lo que pudo y aún más, ya que dejó escrito lo que debía decirse de él después de muerto, él, que resultó muerto porque sí, o mejor, muerto porque llegó un momento en que no encontró respuesta a la pregunta de por qué no.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

EXÉGESIS DE LA COSA CREATIVA

Es colgando el ojo de la cosa como consigo ver las cosas con otros ojos, lo que a la postre me permite ver, a su vez, cómo las ilimitadas formas cobran conciencia de sus propios límites disciplinando así su innato deseo de infinitud, su avidez de eternidad. Transmuta el yo de cada cosa, o si lo prefieren diré que perdura la mudanza de las carnes herrumbrosas, como parece no tener fin el herpes triangular que asaetea mi costado. La orilla de la mañana aparecía lejana ante mis ojos cansados, y sin embargo puedo hablar en rigor del día de hoy como de un día glorioso, ya que después de años de búsqueda infructuosa ha sido hoy que pude localizar mi conciencia allí donde da la vuelta el aire. Ahora empiezo a entender algunas cosas y a configurar, si cabe, una exégesis propia de la cosa, entendiendo por cosa aquello que de esencialmente humano hay en el acto de la creación. La primera cosa que entiendo es que antes del signo fue la nada, la cara invisible de la nada, y entiendo también que fue gracias al signo que la humana realidad -realidad nombrada- fue creada. Entiendo también que el hombre se atiborró de imágenes, momento en el cual quiso el ser abandonar el todo y convertirse en forma, en forma pura. Pero ya era demasiado tarde: la condena ya estaba operativa y sus pies de barro le ataban con firmeza al frágil sueño de la muerte.

martes, 3 de noviembre de 2009

EL JINETE

Viendo las horas decrecer, extraviada la fantasía en aquella noche insomne, me disponía a confiarlo todo al papel cuando mi impaciente extrañeza y el bostezo de la gata en el sofá me hicieron caer en la cuenta de la falta de orden y serenidad que padecía fruto, supongo, de una confianza ilimitada y excesiva en la bondad de mis propios actos. Cada cual se arrastra por el mundo como puede, de ahí que no tenga nada que reprochar a mi corazón cuando los sinsabores del delirio febril y la silenciosa tristeza se adueñan de mi alma generando gestos de risa perpetua y estúpida felicidad. Atrás quedaron los tiempos de profundo reposo en los que tenía por maestros el sombrío temple de los árboles añosos. La languidez y la flaqueza que emanaban de mis ojos hundidos, la melancólica mirada de la que hacía gala, convertían mis días en un proceso de continua borrachera emocional. No hubo cambio propiamente dicho ya que todo fue como un rayo. Claro que como no hay contra sin cara, ocurría por entonces que por vivir en la cúspide de mi imaginaria moralidad, me creía excusado por mis evidente gestos crueldad conmigo mismo y de la sistemática negligencia de mi proceder para con los demás. Pero la ignorancia puede con todo y la imaginaria silueta de un jinete valiente y poderoso vagaba por mi mente, jinete en cuyo rostro se podía leer esa satisfacción silenciosa y contenida propia de quien padece signos inequívocos de extravagancia y vanidad. No había lágrimas capaces de expresar tanta felicidad.

lunes, 2 de noviembre de 2009

EÑE

Desconocida para Cicerón, Virgilio y otros latinos clásicos, este fonema consonántico de articulación nasal y palatal fue bautizado por quien tiene el poder de hacerlo, creo que allá por mil ochocientos tres, con el nombre de eñe. Huelga decir, por sabido, que la decimoséptima letra del alfabeto español nació, como las restantes letras, de una necesidad. En su caso, la necesidad consistía en buscar un signo capaz de representar un nuevo sonido, nasal y palatal, resultado de la evolución de ciertos grupos consonánticos latinos como el que se daba en el caso de gn. Así pues, hacía falta un garabato, un algo capaz de expresar con un solo signo lo que otras expresaban con dos, cosa que finalmente se logró a medias. Cada lengua romance se buscó en esto la vida como buenamente pudo, con el resultado, en nuestro caso, de escoger el dígrafo nn, que evolucionó a su vez sustituyendo una de las n por una tilde ondulada que, a modo de sombrero, protegiera del mal tiempo a la ene restante y, de paso, sirviera para recordar su ausencia de forma permanente. En el orden cibernético, la eñe adquirió su mayoría de edad el 2 de octubre del 2007 a las 6 de la madrugada, hora, día y año a partir del cual la eñe puede formar parte del nombre de un dominio “.es”.

domingo, 1 de noviembre de 2009

MINUTO DE GLORIA: PRESENTACIÓN EN POWER POINT

Los diagramas de flujos, operaciones y sistemas vienen a decir lo que ya todo el mundo sabe: que es un animal que llora, mata y construye electrodoméstico de línea blanca, y que todo eso y mucho más lo hace gracias a su inmensa capacidad de amar. Y puestos a amar, ama el agujero de su retrete sobre todas las cosas, aunque teme el poder del objeto que le desplaza. Lo cierto es que ni la tardía flexión de su tronco ni su axila velluda y afónica son capaces de explicar al mundo las razones de su ciega cerrazón amatoria. El cuantitativo vello del que hace gala se ubica no sin miedo en la regresión de sus pelos ascisos y en las coordenadas de gráficos que se presentan a la clientela sin cáscaras, sombreros ni espinas. En su presentación, las palabras del animal parlante me cruzan la cara para caer después, desde las sucias alturas, cansadas de arañar la oxidada porcelana. ¿Qué cómo se puede oxidar la porcelana? Tose el animal su indiferente tristeza mientras se peina el tupe e intenta pergeñar una respuesta convincente. Al final nada, balones fuera. Pregunten a la muela olvidada y carente de juicio, dice al mundo, que ella sabrá explicarles. A ojos vistas, el animal está agotando los últimos instantes de su triangular minuto de gloria.