jueves, 31 de julio de 2014

BOBERÍA


Quejumbrosos por costumbre, los dolientes reconfortaban la propia infelicidad  centrando su atención en el pasar de las vidas ajenas, vidas éstas a las que tenían la habilidad de destripar y poner de vuelta y media lo que se dice en un periquete. Acto seguido se apresuraban a juzgarlas y sentenciarlas, todo ello sumarísimamente, utilizando para ello la ciencia y el conocimiento que emanaban de sus personalísimos prejuicios. Era tal la vorágine justiciera, que los condenados se hacinaban en mazmorras colectivas dotadas de un solo televisor, y allí, en medio del desvarío general, recibían los sagrados óleos del beneplácito social elaborados a base de amargura, bobería y mucha, mucha mediocridad.

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