domingo, 31 de enero de 2010

ASOMBRO

Me preguntaba cómo hacer para captar la simplicidad inmanente al sentimiento de una sombra, de una sombra que sin razón aparente para ello habita su asombro en el fondo de otra sombra. Me preguntaba también qué debía hacer para asistir al milagro que hace posible el amor entre dos extraños. Apenas si había terminado de formular la segunda de las preguntas cuando experimenté ese tipo de asombro feroz y débil que vuelve el alma del revés. Caí cada vez más y más hondo en el centro de una tormenta que era nube de tierra, uno de esos fenómenos de meteorología interior capaz de borrar la pesada inquietud que producen las nubes negras en mis entrañas, y continué en caída libre hasta que noté cómo la tormenta se hizo parte de mis huesos. En el preciso instante en el que paré, una estrella cayó en mis ojos.

sábado, 30 de enero de 2010

DELEITE

Siento sueño y aún así, somnoliento y todo, comunico mi inquietud a las cosas sin otro teclado que el que nace del insomnio. Conciencia dormida soy, temblor de pobre repartidor de nombradía y sustancia escrita. Y deleite. También soy deleite, ese deleite que nace del gusto por ayuntar una carne con otra, un hueco en otro hueco, mestizando los colores de la lluvia con el carmín de la vida, un deleite capaz de recrear un día tras otro la necesaria eternidad mientras el sol menguante cae sobre mis hombros. Soy pues mi propio dios, el mismo que ingrave se funde contigo en la confusión que me es propia. Y porque soy dios también puedo ser pájaro, pájaro que viene a ti cuando duerme el viento para recordar contigo el alado sentido del vivir, y para fundar los livianos murmullos de piropos, y para cantar contigo los invisibles timbres de la espuma, hasta que un día más seamos capaces de convertir las llamas en palpitantes ascuas rojas que nos iluminen por dentro, y así, calentitos, poder dormir cuando sintamos sueño.

viernes, 29 de enero de 2010

LA ELE

La decimotercera letra del alfabeto español tiene por nombre ele. Lo primero que debe ser dicho a propósito de la tal ele es que su fonema consonántico resulta mitad lateral y mitad alveolar o apicoalveolar, según los gustos, lo que ya nos pone sobre aviso de que no viene de frente. El segundo comentario a realizar es que la ele, aún a pesar de no formar parte de las sordas, adoptó en sus orígenes forma de cayado, importando tal grafismo de la antigua escritura jeroglífica egipcia. Posteriormente, ya en el alfabeto fenicio, la ele continuó con su forma de cayado, aunque se dobló un poquito hacia la derecha, y en la escritura proto-semítica invirtió su cadencia llevando arriba lo que antes estaba abajo hasta formar la letra Lamed. Fue Lambda con los griegos, en el etrusco parecía una ele mayúscula pero con la base hacia la izquierda, hasta que los romanos la terminaron colocando en la forma clasica en hoy la conocemos. Se recomienda con esta letra fuertes dosis de prudencia y esmero para que las eles que habitan al final de las palabras o las sílabas no acaben convertidas en erres, ya que queda fatal robar al grito de “la bórsa o la vida”, o acabar maldiciendo como ciertos gatos con el conocido “márditos roedores”.

jueves, 28 de enero de 2010

LA CIUDAD DEL VERBO

Dudo de mi propia existencia de la misma forma que dios debiera dudar de la suya: solo por prudencia, por reconocimiento de la pura pequeñez de todo lo que es. Al mismo tiempo, y por todo lo que la duda tiene de vida, las amenazan que trenzan luna y luz en los estanques del insomnio debieran congraciarnos a través de un nuevo hermanamiento con la vida que duda de sí. Pero la muerte acecha y el reconocimiento de la estúpida herejía es una señal de aire que indica el comienzo de la cacería. Guárdate dios del corazón de fruta y papel que esconde los misterios que se extrañan de sí mismos y respira tranquilo las sombras de cenizas ausentes que aparecen ante tus ojos como astillados por la infamia. Sin pudor que valga, desencuaderna tus huesos y enseña al sol la mentira de tus dientes. En lo que a mí respecta, no saldré del tintero. En la ciudad del verbo florecen los céntricos jardines de palabras y en los extrarradios abundan los barrancos repletos de tristísimas historias. Allí se suceden una tras otra las madrugadas de trapo y las páginas silenciosas con ilegibles zurcidos salpicados de nombres. Sé que es ficción, pero me siento a salvo.

miércoles, 27 de enero de 2010

INFIERNO INVEROSÍMIL

Cuánto añoro la incomprensible ingenuidad de la piedra, su escritura suicida y, sobre todo, la pachorra de conciencia en desuso. Pienso en ella, en la piedra, y las grasientas indulgencias de las que hago uso se convierten en poderosas herramientas capaces de convertir en resbaladizo el papel y en ridículos a los que, como yo, pretenden dejar constancia del perezoso naufragio que les acecha. El resultado es un infierno inverosímil donde se entrecruzan las edades de la duda y la ceniza. En ese escenario no resulta nada fácil navegar los tristes ojos del amante que extravió el amor. Se asemeja a un caracol exiliado en su propia cáscara y produce lástima. Repensando su sigiloso recuerdo, las columnas de esperanza se evaporan y de lo que fue sólo queda en pie su sombra quieta y cierta fatiga de soledad.

martes, 26 de enero de 2010

DETRÁS DE LA FRENTE

Lo que llevo detrás de la frente no me ayuda a avanzar. Pesa demasiado. Los pequeños e insignificantes acontecimientos del vivir, la hambruna y la barbarie cotidiana, se transforman en devastadores seísmos que arrasan, por ponerles dos ejemplos que entiendan y sepan por tanto valorar en sus justos términos, con todas las vidas y todas casas que encuentran a su paso. Definitivamente, lo que llevo detrás de la frente no me ayuda a avanzar. Pesa demasiado. Vacías de sentido, las vidas y las casas previamente arrasadas vagabundean sus crisis de aquí para allá movidas por motores instintivos y secretos. Cierto es que los animales, plantas y cosas que se van a morir saben lo que tienen que hacer, pero todo ello ni quita ni pone para que esa sabiduría, por tautológica, resulte de poca ayuda para las plantas, animales y cosas que sabiendo que se van a morir no terminan de tener muy claro qué hacer en el mientras tanto. Sin saber muy bien por qué, los que sabemos que no moriremos nunca olvidamos muy a menudo las voces de los muertos, y todo esto sucede mientras enormes olas de tiempo pasado nos empujan a un lugar del que nadie ha vuelto. Entregarse como víctima voluntaria a las voraces fauces del tiempo, quedar convertido en mero testigo de la ceniza, no sé si fue una buena idea, pero lo que resulta a estas alturas impepinable es que lo que llevo detrás de la frente no me ayuda a avanzar. Pesa demasiado.

lunes, 25 de enero de 2010

LA CUESTA

Al pie de una empinada cuesta se dispuso a dar nombre a todo olvidado. De esta forma, pensó que la cuesta sería menos cuesta y que sería posible reconstruir la verdadera historia del poeta. Empezó por el olvido de la gabardina, y fue nombrar la gabardina y la gabardina abandonó de inmediato el olvido en el que se encontraba olvidada para presentarse rauda en la percha de la memoria. De esta mismo forma fue como recuperó para sí y los suyos el olvidado sonido del abrazo, que recobró de esta forma su nombre, trayendo consigo como daño colateral el espanto que supuso el olvido de algo tan básico. A renglón seguido nombró una por una las penas que fueron dadas al olvido debido a los efectos del alcohol, que si bien no eran tantas como la gente pensaba sí que le llevó un buen rato su enumeración. Los sueños olvidados fueron nombrados también, y en primer lugar nombró el sueño del hombre pájaro. La olvidada tierra, los corazones abalconados de los amigos que en su día fueron y antes de nombrarles no eran sino como las playas olvidadas, los tapices de certezas, las congojas heridas y solitarias que quizá por esta razón fueron olvidadas, la torpeza y hasta el fastidio de no recordar su nombre para de esta forma poder nombrarla y olvidar así que se olvidó de quererla, siendo éste olvido la forma más directa y estúpida que en su día encontró para lograr perderla. Por último, nombró también las olvidadas calcamonías que, pegadas a su piel, formaron también parte de él y parte de sus imperdonables olvidos. Y con ese bagaje, comenzó a subir la cuesta.

domingo, 24 de enero de 2010

ENTRE LADRILLOS

El indudable influjo que la luz ejercía sobre su torpe cabeza explicaba si no la totalidad sí al menos una parte importante de su gusto por las habitaciones vacías y las paredes. Así, no era extraño el día en que tenía la sensación de haberse convertido en una habitación vacía. Una vez allí, se sumergía silenciosamente en las tinieblas de ladrillos y se pasaba horas y horas entre sus paredes de estructuras rojizas. De hecho, sentía que en algún rincón de su cabeza tenía un ladrillo que flotaba. Un día resultó que olvidó el camino de vuelta al ser, dándose la graciosa coincidencia de que fue el mismo día en el que resultó que el cielo no pudo soportar el peso de las estrellas. Eso es lo que resultó. Resultó también que un algo parecido a un olor con sabor a piel, un algo denso como una marea, iba subiendo despacio y terminaba adoptando las formas típicas del sueño. Soñaba pues, y él era parte de ese sueño en el que soñaba haber olvidado las leyes básicas que gobiernan el mundo. Era un sueño feo y absurdo, pero es lo que soñó. No es que se produjera un desfase entre lo que creía que era el ser real y la auténtica realidad del ser, es que se hizo uno con el ladrillo y dejó de creer en la existencia de seres que habitasen realidades más allá de las cuatro paredes de su piel, una piel cada día más sucia que albergaba un ser cada día un poquito más vacío.

sábado, 23 de enero de 2010

NAUFRAGIO

Escondidos en los reversos de las piedras, los muertos nos lloran. Algún día, ensimismado en la negra revelación, también yo dormiré el plácido sueño de las piedras y lloraré por vosotros. Miraré el espejo y no veré sino el espejo. Mi vaho no se hará presente y en el sitial donde albergo para siempre las señales de mi aislamiento acumularé los sacos de almendras que son como mareas de misterios. La verdad aparecerá desnuda de toda desnudez: entre el principio y el final apenas si existe un hálito de estambres que el alma vertiginosa recorre veloz. Pero ya será tarde. Escarbaré en las sombras de las alegrías contráctiles y la náusea que me habita se beberá toda la luz. Pero ya será tarde. Las estancadas aguas del Leteo fabularan sobre lo que no fui y mis carnes de esponjas encallarán entre las fisuras de las tinieblas. Voy hacia el naufragio.

viernes, 22 de enero de 2010

TEMBLOR

Temblaban las palabras en su boca y pensaba que ese temblor debía ser metáfora de algo. Claro que no era tonto y sabía que había quienes pensaban que con las metáforas ocurría como con la muerte, en el sentido de que detrás de las metáforas no había nada, y que todo, metáforas y muertes, no eran más que formas peculiares de entretener insomnios, siendo así que el tiritar de las palabras en su boca podría no ser sino expresión de ese entretenerse en la propia nada. Sea como fuere, no tenía nada mejor que hacer así que a cada rato se salía de sí mismo en busca del tan deseado temblor, como los viejitos del barrio salen al parque en busca del tan deseado sol de invierno. Luego volvía en sí, sobre todo a la hora de comer, y así conseguía desenredarse un poco de la muda elocuencia que destilaba de sus ojos café. Un día no pudo más y dijo cinco palabras. Y como las dijo con voz taimada, resultaron ser cinco palabras taimadas. La infertilidad de la luna oculta tras unos cirros nocturnos, la misma de la que disfrutan los mensajeros de malas nuevas, nunca logró mitigar su temor a resultar demasiado rotundo. Rotundo, decía, como la reineta. Y así fueron las cosas hasta que se sintió final.

jueves, 21 de enero de 2010

MIRAR

Las cosas me miran. Me miran con precisión y por su forma de mirar sé que no lo hacen por compromiso. Las cosas me miran y cuando me miran lo hacen armados con esos prismáticos de ojos pajizos con los que las cosas suelen mirar cuando miran. Me miran y ven la retahíla de noches a modo de verduras rehogadas y las luces de pez congelado que utilizo para leer. Ven también, porque resulta difícil de ocultar, el aceite que chorrea por mis perneras desmayadas. Ven las estrellas mudas, el pálido viento de nieve y el polisón de corazones, armazón éste de viejo estaño con el que protejo como puedo la vulnerable víscera del sentir. No ven, porque las escondí, la fragua de aire y vela, y la ausencia de hierbaluisa. Las cosas me miran, y me miran yo diría que con precisión lunática. Me miran, creo recordar que como yo solía mirar los antiguos pergaminos de origen anfibio. Las cosas me miran y yo miro a las cosas y sólo pido que vengan ya los barredores de miradas y terminen de una vez con este juego de miradas sin esperanza.

miércoles, 20 de enero de 2010

EL CIELO

De entre las tinieblas surgieron dos operarios armados de sendas escaleras. Llegaron con ojos de perros cansados y parecían solos y desesperados, pero nada dijeron al respecto. Se limitaron a presentarse y a anunciar al auditorio que iban a hablarnos del cielo. Primero hablaron de lo básico. Señalaron el cielo y dijeron dónde está el cielo. El cielo estaba arriba. Señalaron después la tierra y patearon la tierra. Para que no hubiera dudas sobre sus conocimientos geoestratégicos los operarios nos informaron también de donde estaba el adentro y dónde estaba el afuera. Afuera hacía frío y dentro se estaba calentito. Después hicieron una larga introducción en la que explicaron las bondades de una larga introducción. Más adelante se subieron a la escalera para ver de cerca los santos y los planetas. Y los vieron. También vieron muertos grandes y pequeños vagando por las celestes alturas, y distinguieron unas nubes de otras para compararlas con algunos objetos terrestres que conocían. Nada dijeron del ruido del desierto en la noche. A través de la escalera pudieron vislumbrar las almas y las penas, pero nada dijeron de los desiertos de tierras yermas y amarillas. A lo mejor es que los desiertos que conocían eran una mierda de desiertos, en cuyo caso no hay que buscar más explicaciones. Pero los desiertos, creo yo, son buenos lugares para observar los cielos. Y para pensar sobre los cielos también. Los fantasmas que habitan los desiertos te arrascan la espalda y así no hay forma de anclarte a la realidad. No cabe duda alguna de que desenganchado del mundo es mucho más fácil hablar don dios para decirle, por ejemplo, que no se le escucha. Que hable más alto. Y también para reprocharle y avisarle de la que se está liando en su nombre. Con todo, sé que es más fácil creer en dios que creer que en mí. Y eso que yo existo. Mis exigencias son muy básicas: basta con pensarme de vez en cuando y, de vez en cuando también, basta con decirme.

martes, 19 de enero de 2010

ANSIA DE QUERER

Caracol como soy, también quisiera ser guacamaya que se adueñe de los olfatos marinos. Mariposa como soy, bien quisiera poder zumbar más allá de mis orejas. De verdad que sí. Y nenúfar. También quisiera ser nenúfar enamorado de otro nenúfar sabio y soleado. Y esponja bebedora. También quisiera ser esponja bebedora que beba una tras otras todas las tinajas de labios que viven a la intemperie. Pesa el sol sobre mi cabeza, y quisiera que la lunática picadura del ajonjolí no me haga enloquecer. Satélite de tus ojos como soy, bien que quisiera ser parte del eterno circuito de cometas que serán ceniza. Y los quereres, lo sé, sucederán. Si tengo suerte, sucederán. Porque así está escrito. Sucederán. Porque los acabo de escribir, por si no estuvieran ya escritos. Si tengo suerte los cargamentos de violetas serán míos y los barbudos matadores de pensamientos serán derrotados. Si tengo suerte y todo va bien, dormiré esta noche en el infierno hasta que la nada calme las ansias del caracol, la mariposa, el nenúfar, el ajonjolí y la esponja.

lunes, 18 de enero de 2010

DECIR AIRE

Decir aire. Escribirlo. Aire. Escuchar la pesada respiración de la palabra, y volver de nuevo a la asfixia. Y volver atrás para volver a decir aire. Y volver a escribirlo. Aire. Juego así casi sin querer a la estrategia del no-lugar, y me embebo del irremediable transcurrir de las palabras. El castigo no tarda en llegar y acuclillada, cumple la mentira su promesa tabernaria arrastrándome de los pelos al centro mismo del llanto. Miente la mugre, y miente también el tiempo cuando me promete silencio eterno. Boqueando, llegan a mí los males en busca de remedios, a mí, que vivo paralizado en el vértice mismo del infinito por el efecto consciente de lo irremediable. No me sueltes por banda. Dispón de mí como yo digo aire. Escríbelo.

LA MORADA DE LO IMPOSIBLE

Floto en el delirio del límite de lo permitido mientras observo con detalle el triste galopar de los cráneos confundidos. No cabe duda al respecto: soy yo el que flota y es el espanto, mi espanto, el que guía unos ojos perdidos con aspecto de transparentes y sonámbulos que con el transcurrir del tiempo reconocí como míos. Es el impúdico uso del lenguaje del que hago gala el que me permite realizar frenéticos cálculos de precipicios y buscar modelos matemáticos apropiados para el análisis de pálpitos de huracanes y arrecifes. La locura tiene estas cosas, que por momentos como que te estresa y por momentos como que te relaja, al punto de que al que al portador de la misma le llegar un bledo todo o casi todo. Ahora como que me relaja el hecho de que el hambre fría me ordene orinar sobre la niebla intermitente, cosa que hago mientras me admiro del espectáculo de las luces tendidas al sol del mediodía. Me estresa, empero, la insistencia de las estatuas del parque en vomitar restos líquidos de antigua rigidez. Es el exceso de pasmo, creo yo, fruto de tantas idas y venidas, el que me hace buscar refugio en la morada de lo imposible.

domingo, 17 de enero de 2010

LUTO DE CAL

Aquel enigma que ves lleva un hombre dentro. Aquella arruga que apenas si intuyes, encorbatada de puro miedo, llegó a negar tres veces su propio llanto y a la cuarta quedó convertida en ceniza ineficiente sin otra misión que la de mentir negando, una tras otra, a todas las noches. De la estirpe de los espejos despeinados, este arrugado enigma con hombre dentro gustaba de disfrutar de las siestas maduras en las que tenía lugar la quejumbrosa queja de la sombra. Y era allí, en medio de brumas de azafrán y jirones de humo parsimonioso y espeso, donde el astro enfermo se quitaba la corbata mientras se recreaba bramando en sus hábitos de sangre y plomo. Crujían los huesudos ramales que le daban soporte, y todo ello ocurría en el rincón más negro del zaguán, allí donde se ocultaba el viejo carbón de hule rojo. Fue entonces cuando el hombre de dentro pudo ver por primera y última vez el rostro del enigma, convertida ya en luto de cal.

viernes, 15 de enero de 2010

NOCHE

Noche pura e inhabitada ésta, donde tiene lugar la húmeda espera. Y es entonces cuando llegan a mi los espectros de sombras despeñadas y un tiempo crecido en opacas ciénagas. Y llega también el inconfundible rumor de las estrellas y de las noches lluviosas donde esas mismas estrellas se ocultan y parecieran no haber existido nunca. Tinieblas rotas por el relámpago sediento de luz. También las tinieblas llegan a mí. Y las raíces de estambre fermentado que obstruyen las arterias de los roídos planetas a los que me entrego. La negra altura de infinita bóveda negra que mide con justicia y rigor el insignificante testimonio de mi respirar también llega a mí, y llega dispuesta a quedarse, como otrora llegaron y se quedaron los iracundos torrentes de barro tierno y sangriento que una vez seco dan pie a la molienda y a las extendidas harinas de las que me alimento.

jueves, 14 de enero de 2010

VACÍO, AMOR Y NÚMERO

Construí con paciencia la soledad que tengo y que ya apenas si muerde. Rota la llave del presagio, el lino y sombras, yo y el todo, observamos circunspectos el brillo de las espaldas escamadas por el engaño del mundo. Mientras su mirada me olvida, mi nuca de piedra calcinada al sol que más calienta es un hervidero de intemperies, un buen lugar donde las señales y las alimañas que beben de las aguas del olvido pueden practicar sus trotes rituales. Es así como envenenan mi memoria ciega y deshabitada. Anudan a mi cuello los arenales de locuras y los cajones de ruidos tristes donde acumulo el pasado, y me dejan al pairo para juguete de los pretéritos remolinos del tiempo. El cuchillo de la memoria saja la trémula carne de la nostalgia, pero ya de poco vale. A oscuras, a solas, apenas si me quedan fuerzas para derramar una lágrima sobre cada vergüenza, apenas si noto ya rastros de vacío, amor y número.

miércoles, 13 de enero de 2010

GRITOS

Provenientes de algún mundo remoto, los gritos de lamento de aquella mujer sobrepasaron con mucho los reducidos límites de mi conciencia. Era como si mis neuronas, cogidas por los pelos de mala manera, hubieran sido arrastradas sin piedad al fondo de un pozo oscuro. Aún así, no fui capaz de morir. Dejé atrás el destino y, sin volver la vista, intenté pensar en algo concreto, lo más concreto posible, ya que la huída a través del túnel de la concreción me parecía el único método posible para escapar de los esos alaridos inmisericordes que me estaban trepanando los sesos y arruinando la vida. Este esfuerzo desentonaba terriblemente con la flojera y la dejadez general que notaba a mí alrededor y no era vista con buenos ojos por prácticamente nadie, razón por la cual tuve que variar la táctica. Opté por cavar aún más en el pozo, por descender directamente hasta el núcleo de calor de donde partían aquellos gritos reveladores, pero apenas avanzados unos metros caí desfallecido. Ante el nuevo fracaso no me quedó otra que aparentar aquello en lo que me había convertido, es decir, no me quedó otra que hacerme el loco y perder la vista la vista en la contemplación de un horizonte imaginario, como lo hacen los locos contemplativos, sin que mis ojos parecieran encontrar obstáculo alguno en su afán observador. Por fin, los gritos cesaron en mi cabeza.

martes, 12 de enero de 2010

PRÓLOGO DE VENENOS

Mi ser se disuelve entre la vorágine de miradas que se acumulan en las aceras. Vuelve lo insólito a reinar y aprovecho la confusión para preguntar por ti al aire que ocupa tu sitio. Dolor de estrellas, me dijo. Cárcel de tiempo, insistió. Ansia de olvido, pensé. Y después pensé en huir. Podía haber pensado en cualquier otra cosa pero pensé en huir. Subiendo a lo más que hay en lo otro, me iré en fuga audaz para darle tiempo al mundo a que entre en mí, y renaceré pero no sé si volveré a ser lo que más soy, afortunada e insomne criatura, o seré piedra, o luz viajera. Para continuar diciéndonos sin saber lo que nos decimos, y no sin dificultades, pondré un pie en el sol. El otro pie lo pondré en el recuerdo presentido de lo que seré, que me conducirá al desconsuelo que se hace en mí conmigo, a la soledad de la flor de luna. Ya sin pies, me terminaré en mí mismo, calumniando lo que en mí mismo quede de vida. En tanto que prólogo de venenos que seré, caído en plena gracia, haré desunir las cantidades hasta hacerme invisible. Todo lo redondo hará encallar la palabra. Y la palabra callará.

lunes, 11 de enero de 2010

ESPIRAL DE VACÍOS

Resulta difícil transmitir qué es lo que sentí. El frío sol del atardecer se colaba entre las ramas de los árboles desnudos y llegaban hasta mí sonidos de pequeñas ramas rotas y animales invisibles. Si al menos hubiese aprendido a recordar. Era demasiado pequeño y su imagen llegó como la aparición de un rayo. Allí estaba, colgado de aquel árbol. Como si nunca hubiese conocido otra forma de estar. Como si nunca hubiese existido. En equilibrio inmóvil, como una flor seca. Perforo en mi oscuridad interior con la tranquilidad que da saber que se trata de un trabajo con visos de eternidad, pero los gusanos comecadáveres y los descendiente de suicidas tenemos visiones distintas a propósito de la eternidad. El venenoso humo de lo cotidiano va depositando sus cenizas sobre mi voluntad y termina embotando mi testa con un runrún pegajoso que se manifiesta en forma de asco. Como era de prever, termino dando la razón a los gusanos. No es fácil levantarse de la cama vacío y continuar la vida. No es imposible tampoco que a este vacío le siga otro, y así sucesivamente hasta que la espiral de vacíos me conduzca de nuevo a un lugar equidistante entre la nada y la vertical de aquél árbol.

domingo, 10 de enero de 2010

EL VIENTRE RECOLECTOR DE ASOMBROS

La niebla se agarra a mi torso desteñido. El agua golpea y decido vendar mis ojos objetivos para poder ver mejor. Veo un perro y creo amarle. Es lo que tenemos los hombres intermitentes. Que amamos a los perros. Claros que los amamos intermitentemente. Pero los amamos. Vuelvo a mirar al perro y pienso que más allá de lo que veo hay mundo. En el mundo que eo todos corren. Quien más quien menos tiene su propio incendio que apagar. De ahí las prisas. Yo no corro por dos razones: la primera es porque no puedo y la segunda es porque el incendio lo tengo dentro. La semilla del fuego, como quien dice la pava, fue plantada y arderá mientras el oxígeno siga viajando por la tráquea. Razonando el desorden llego a la conclusión de que todos mis recuerdos me caben en el bolsillo derecho del pantalón. Todo es explicable, aunque no todo debiera explicarse. Pero esto lo voy a explicar para que tampoco tengan que esforzarse en exceso: de joven padecí la enfermedad de los pájaros en la cabeza. Años después los pájaros fueron bajando del nido neuronal en el que se encontraban y ahora los tengo en la boca. La inverosímil miscelánea de plumas, huesecillos y picos que me desayuno todos los días les debiera dar pistas de por qué me resulta tan difícil de narrar la breve pero verídica historia de la sombra que me persigue, y de por qué me resulta prácticamente imposible demostrar la existencia del espíritu razonando a partir de la hipotética ausencia del mismo. Pero lo peor me fue anunciado en su día por el cegador relámpago que cristaliza la mirada, y ya pasó. La palabra, mi palabra, se enfrentó al mundo y fue derrotada, resultado de lo cual apenas si quedan algunos hilos sueltos en medio de un paño extenso y profundo. Desde entonces vivo refugiado en el blanco vientre recolector de asombros donde tienen lugar todas las historias.

sábado, 9 de enero de 2010

FRÍO

El cero a la izquierda de la nada y la angustia del todo son estados carenciales ambos que expresan bien lo irracional del oblicuo dolor que me procuro. Lo tengo comprobado: anclarse en la tristeza de lo que hay e invocar un silencio que ipso facto queda roto por la palabra que invocaba el silencio son acciones que rara vez conducen a nada bueno. Comido por servido, del silencio no queda más que una cicatriz que segrega cansancio. Claro que no siempre fue así. En un principio fue el nudo detenido. Quieto y aislado, el nudo se retorcía sobre si mismo y ausente como estaba de cualquier estrategia razonable, todo él se convertía en inmenso lastre. Escribo frío y me pregunto si la palabra sentirá el frío que siento al escribirla. Frío y estacionado como estoy un día antes del día de llegada estimado para el fin de trayecto, ya no queda otra que tenderse en la página y esperar.

viernes, 8 de enero de 2010

CAMADA

Perdidos en un sueño, como lobos babeando detrás de un rebaño de carneros, estos miembros de la clase peatonal deambulaban de derrota en derrota con un miedo enorme a separarse y quedar así sumergidos aún más en el laberinto del desamparo. Aparecían por los antros nocturnos de forma tan sorprendente como podría aparecer una lluvia de granizo en las playas de Cabo de Gata durante un soleado día del mes de julio. Una vez dentro, lo primero era mirar. Mirar una y otra vez desde la misma oblicua mirada que ya miraba desde el principio de los tiempos para volver a ver siempre lo mismo. En este caso, la larga espera tuvo sus frutos y al cabo de la media hora en la mejilla de la camarera no quedaba ni el más mínimo rastro de lágrima. Después venía la compleja tarea consistente en olisquear, pero con la conjugación práctica de este verbo casi nunca aparecían resultados tangibles ya que el olor del miedo y el de la orina saturada de ron garrafero hieden de forma parecida. Apuradas ya las birras, el más listo de todos procedió a rascarse la cabeza saludando uno por uno a los piojos y liendres que paseaban por su cuero cabelludo como Pedro por su casa, y esa parecía ser la señal esperada para desaparecer como llegaron.

jueves, 7 de enero de 2010

LA GOTA

Presentida la congoja, guárdate bien de los seres que fuiste y del recuerdo del primer olvido. Te crees a salvo y protegido por la magia de la palabra hacedora de mundos, la misma que a un gesto tuyo vuelve por sus fueros y actúa como un cuchillo de luz que rasga las sombras. La arena paciente enquistada en los ventanales de tus ojos te anima a repetir el agonizante llanto de lo imposible, pero te lo digo ahora que aún estás a tiempo: no te engañes ni engañes. Indiferentemente bello, el durmiente que eres mancha de humedad los vacíos muros del tiempo y se recrea en el exacto sueño de los signos mudos. Los cantos de sirena de los virus desmemoriados te hacen olvidar la gota de agua salada que desde el lagrimal ve la luz y se dirige furiosa al cortejo de los perros muertos. No te olvides de la gota.

miércoles, 6 de enero de 2010

!UNA EME!

Como no podía ser de otra forma, la decimoquinta letra del abecedario español, que atiende al nombre de eme, no sólo tiene su corazoncito y es sinónimo de mierda cuando se enuncia entre exclamaciones, sino que posee también una genealogía sobre sus espaldas digna de ser contada. A fin de sintetizar, situaremos su origen más remoto en los jeroglíficos egipcios donde era representado como ondas de agua. Posteriormente, los griegos utilizaron ese mismo signo, acortando eso si sus acuáticas ondulas, bajo el nombre de Em y los romanos de Mi, resultando su grafismo muy parecido si no el mismo al que los castellano hablantes utilizamos al día hoy al menos cuando pretendemos escribir en castellano. Esos mismos hispanohablantes decimos de la eme que tiene un sonido consonántico, ya que es consonante, bilabial, ya que resulta necesario para su correcta pronunciación la concurrencia de los dos labios, y nasal, ya que es por narices que se debe escribir eme delante de la be o la be. Por muy ambiguo que parezca la fuerza de este último razonamiento, no por ello deja de ser cierto, aún a pesar de que muchos de los habitantes de Canberra y hasta el propio Gutenberg mantengan sus naturales discrepancias. Hubo quien pensó en su tiempo que esta consonante nunca debiera preceder a otro consonante, pero afortunadamente las cosas no son así de rígidas ya que no debemos olvidar que, además del ya comentado caso de la eme antes que be o pe, existen otra muchas de las palabras de raíz griega cuya pronunciación en lengua culta pronunciación prefiere quedarse con la misma raíz griega, como ocurre con el conocido caso de la mnemotecnia.

martes, 5 de enero de 2010

CUMPLEAÑOS

No sé por qué la historia no fue tan larga, tan gloriosa y tan feliz como inicialmente prometía, pero lo cierto es que en el amanecer del día de mi trigésimo primer cumpleaños decidí quitarme lo poco que me quedaba de vida. En realidad, de dicha decisión no puedo adjudicarme mérito alguno ya que las corrientes subterráneas decidieron por mí, y ninguno de los pedazos de carne tibia que por aquellos entonces conformaban mi ser puso objeción alguna. Decidido el quién y el qué, ya sólo quedaba llevarlo a efecto y centrar todos los esfuerzos en el cuándo y en el cómo. Y fue en el cómo donde surgieron los problemas. Al igual que para muchos hombres resulta especialmente complicado reconocer la hora de su muerte, para los suicidas, especialmente para los suicidas rigurosos, el asunto de la hora es pan comido y lo verdaderamente trascendental es el cómo. Hoy, mientras esperaba la llegada de los reyes magos de oriente, he dado por fin con el método, y aunque tenía previsto mantenerlo oculto se lo voy a contar para que luego no digan que no cuento nada. He decidido disgregarme. Poco a poco, despacio, sin aspavientos. Sobrepasar los límites físicos y metafísicos de mi conciencia hasta quedar convertido en grano de baldosa. A ver cómo me sale.

lunes, 4 de enero de 2010

EL REINO DEL DISIMULO

Muertos ya el agua y la piedra, y a la vista de sus huesos, dudé si hacer presente mi dicha de insomnio dividido, la blanca conciencia de un sueño que pareciera no terminar de abrirse nunca. Ayer, en el duermevela, volaba tras tus ojos y me perdí. Tan ensimismado estaba el yo rebuscando tus córneas en el fondo de mi conciencia, que me perdí. Volaba tras de ti para darme entero, y me perdí. Y perdido tuve que ser otro. Me hice piedra entonces apropiándome de su eternidad, y me hice agua después, agua desasida, para hacer de mi mundo un inmenso charco en el que abrevaran todas las víctimas, príncipes y ranas incluidos, por riguroso orden de antigüedad en el sortilegio. En medio del delirio, algunos visionarios de bata blanca entrevieron mi confusión y me declararon apto para el combate. Y así fue como se jodió lo bueno y tuve que volver al reino del disimulo.

domingo, 3 de enero de 2010

LA ABUELA

Si no estuviese ya muerta y bien muerta, habría vuelto a morir del susto. El augurio era de negro violáceo tendiendo a negro humo. Eso me dijo mi abuela. Lo que mi abuela vio que casi la vuelve a matar del susto fue la imagen de unas nubes –demasiado consentidas a veces, curiosas siempre y traviesas casi siempre- que se quedarn enredadas entre las ramas de un árbol. Debajo del árbol me aseguró que no había más que hierba, hojas y pequeñas larvas de gusanos, ninguno suyo. En su opinión, el vaticinio estaba claro: la maldición regresará. Debajo de mis orejas la piel empezará a oscurecer. Ese será el principio. Después aparecerán por los alrededores de mi ombligo retorcidas flores flotantes, oscuras y turbias como el agua de alcantarilla. Mi abuela olía a alcanfor, ese era su olor natural. De pequeña, su cuerpo se pegó al alcanfor como el néctar a la nariz de una mariposa. Y era sabia. Y conocedora de las cosas del más allá. El sueño de esa noche continuó en forma de un avión de papel que ardía por los cuatro costados y el alma de mi abuela viajando desde la butaca de primera en la que se encontraba hasta el cuidado camposanto de un pueblecito de Zamora. Al amanecer, en la habitación había un fuerte aroma a alcanfor.

sábado, 2 de enero de 2010

EL TIPO AL QUE LA LUNA LE TRAJO RECUERDOS DEL MAR

De forma un tanto inexplicable, la imponente imagen de la luna llena en el ventanal del cuarto de baño le trajo a su cabeza recuerdos del mar. Claro que a veces confundía los recuerdos con los sueños y la verdad es que no tenía muy claro si lo que en ese momento llegó a su cabeza fue un sueño de mar, un recuerdo de mar, o el recuerdo de un sueño de mar. Esto es así, creo yo, que debido a que los recuerdos se forman y se evaporan como los sueños, o como se sumerge un libro en el río, es decir, sin aparente motivo o razón que lo justifique. El mar sin duda llegó a su cabeza, así que quédense con eso que es lo importante. También le solía ocurrir que le llegaban recuerdos que no cambiaban con el tiempo y otros que cambiaban tanto que apenas si resultaban reconocibles. Por ejemplo, los recuerdos o los sueños sobre vagabundos, niños y perros casi siempre llegaban a su cabeza sin mácula de cambio alguno. Sin embargo, a la trilogía de mares, cuartos de baño y lunas llenas le pasaba más bien lo contrario: no había recuerdo de cuarto de baño, de luna o de mar que se pareciera al anterior. Así pues, la comparación en esos casos resultaba complicada. Cuando el tipo al que la luna le trajo recuerdos del mar quiso explicar a sus contertulios lo que le pasaba por la cabeza le resultó del todo imposible. Intentó hablar, pero no pudo, o si lo prefieren, puede decirse que habló como hablaría alguien al que le hubieran cosido los labios. Lo que sus interlocutores podían escuchar como explicación era un sonido o más bien un ruido hueco e indescifrable que parecía provenir de un mal sueño. Nada de esto le extraño ya que desde muy joven tuvo la sensación de haber tirado su cuerpo al abismo, o haberlo vendido al diablo o vaya usted a usted que hizo el caso es que se despreocupó por completo de él. El hombre al que la luna le trajo recuerdos del mar se dijo para sí que de aquí en adelante, y hasta que llegue al moridero, conviviría con las palabras mudas y los sueños. Y con las mismas se marchó a la cama.

viernes, 1 de enero de 2010

LA CU

La vigésima letra del alfabeto español, que atiende por lo general al nombre de cu, tiene por maldición aparecer siempre acompañada de una u, u ésta que permanece a su lado tan callada que casi nunca suena a nada, como ocurre cuando hacemos mención a los quesos o a los asuntos del querer. No obstante lo anterior, este acompañamiento silencioso deja de ser tal en el caso de ciertas palabras latinas o de origen anglosajón, siendo éste el caso de los misteriosos quarks o del a veces tan deseado quorum. Así pues, la cu, seguida de la ya citada u, adopta el mismo aspecto sonoro oclusivo, velar y sordo de la ce cuando toma contacto con la a, la o, o la u, o de ka ante las vocales i, e. Cuentan los que buscaron el origen de las cus o cués, que de las dos formas pueden nombrarse, que hay que remontarse a la escritura de los etíopes, y concretamente a uno de sus signos, el nahas, símbolo éste que al parecer hacía referencia a una serpiente herbívora de tamaño descomunal. Aunque parezca increíble, el cuscús nada tiene que ver con las cus.