martes, 3 de junio de 2014

ESPECTÁCULO


En su interior reinaba un silencio sombrío. Sus ojos, empero, habían logrado auparse a la atalaya del corredor y disfrutaban de la sonora extravagancia del vendaval, haciendo suyo la queja de los truenos y aplaudiendo para sus adentros los amanerados remolinos de unos vientos locos que lo mismo iban que venían y que, en su inconsciencia, parecían regocijarse como niños de su enorme poder destructor. Poco a poco la lluvia se fue llevando la brisa, hasta que la furia de la ventisca amainó, y fue éste el momento elegido para ir cerrando con parsimonia puertas, ventanas y contraventanas, las del alma y las de la madera, dando así por concluido el meteórico espectáculo.

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