La tarea se me antoja clara: concentrar hasta el último gramo de energía
disponible en esa parte del ser que siente, que se emociona. Descender a lo más
alto de sus abismo para volver a ascender después, ya más tranquilo, a las
profundidades del delirio, y lograr encontrar así las altas cuevas bajo cuyas
tinieblas se gesta la dicha y el desconsuelo. Profesar la demencia como una
religión y, preso de un hambre antigua, devorarla toda hasta abatir el miedo y
reducir a la nada cada molécula de grasa racional. Volar dormido sobre los
abismos que anuncian sus labios y amarla, en fin, sin tregua alguna, con la
locura propia de los simios y los oficinistas.
"...volar dormido sobre los abismos que anuncian sus labios y amarla, en fin, sin tregua alguna..." extrañaba tu toque en los textos José. Seguimos extrañándote los lectores en el face. Saludos cariñosos I.de J
ResponderEliminarMil gracias Isabella. Yo también siento el extrañamiento. Un abrazo grande.
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