Pasajero en un viaje extraño para el que se sentía poco preparado, la vida
le llevaba de revolcón en revolcón, en cada uno de los cuales plantaba lo que
tenía a mano: una mirada, un dolor de muelas, una sonrisa,…Y así fueron las cosas
hasta que llegó un momento en que se sentó para apreciar, todas las mañanas un
rato, la perfección del hastío. En el fondo, sus huesos siempre aspiraron a ser
aire en el aire, de ahí que no le aburriera lo más mínimo contemplar el
cautivador proceso de su conversión en polvo.
La flama suave de la ambigüedad que da el silencio. El estar en en punto cero con la certeza que hasta ese punto es pasajero. Buen texto mi querido José. Saludos. "...Apreciar todas las mañanas un rato, la perfección del hastío."
ResponderEliminar