Falto de carnes y algo deslustrado, se había arrojado a la profundidad de un tiempo que algunos llaman vejez, sin que sus desvaríos internos ni sus hábitos de desolación hubieran dejado resquicio alguno a algo parecido a la esperanza. Ayer, empero, fue un día fue fantástico: convirtió su retrete en una catedral gótica, trasladó su alma al campo, y por última vez se sintió vivo bajo los rayos del sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario