Por la mañana se autoposeía, es decir, tomaba conciencia de sí mismo a base de bien. Luego venía una pausa y, a continuación, un soliloquio de bostezos seguido de un soñar con un pálpito instintivo y una cama. Llegado el final de la tarde solía traspirar eternidad con la tranquilidad que da pensar en la existencia propia como en una sombra. Una larga sombra, a poder ser.
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