domingo, 27 de mayo de 2012

EL CARACOL

Callado, sin ritmo, vivía el caracol como quien dice en estado de dejadez permanente. Ganas tuvo más de una vez de abandonar su concha vacía en cualquier rincón e irse desnudito por esos caminos de dios, que es como dicen que se fue el mismo san Francisco, buscando otro modo de temblar. Sin embargo, la prudencia y la voz que nunca oyó le mantuvo alejado de excentricidades, lejos de lugares extraños donde, dicen, el consuelo no existe. Nunca pudo arrepentirse lo suficiente.

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