El animal que era salió en busca de sus sueños, y una explosión de avidez dio al traste con el comedimiento y la tontería. En sus manos de gigante necesitado, el mundo se hizo títere, y mazapán, y las nubes traídas desde lo más recóndito de los recuerdos le aportaron la necesaria humedad. Al fin todo fue en vano: nada pudo saciar aquella boca herida.
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