Haciendo gala de una paciencia inmortal, aquel cadáver caminaba con tranquilidad, como si tal cosa. Y así anduvo hasta que cayó en una oscuridad interminable y perezosas ráfagas de luz se filtraron entre la arboleda de su subconsciente. Su cuerpo era como un espejismo y lo cierto es que se fue como llegó: entre sombras y con la mitad de la mente medio enterrada.
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