Como Job, vio a la luna irse a pasear entre los montes oscuros y los negros valles, y después de las tinieblas se sentó en el bordillo de la acera a esperar la luz. Pero la luz no llegó. En su lugar, escuchó un sonido familiar, un ruido sordo y un dolor extraño en la boca del estómago así como si los piojos le estuvieran punzando. Se trataba de una nueva embestida del hambre. Nada del otro mundo.
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