Era el silencio la forma habitual que utilizaba para exteriorizar su respeto por algo o alguien, pero como la materia se dilata con el calor, y ayer hizo mucho calor, dijo que hacía mucho calor. Luego sopló en su cara para despejarla de restos de amargura y polvo, recogió por los alrededores de la cama toda la esperanza que pudo, y se la ofreció. Parecía el tiempo del durazno.
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