sábado, 22 de noviembre de 2014

EL HACEDOR DE ORUJO

Había que hacer orujo. Eso es lo que había hacer. Lo que no había era tiempo para tonterías. Eso es lo que había y lo que no había. También había una cueva. Una cueva segura. Y hasta ahí llegaban las certezas. Las certezas servían para atizar la lumbre con determinación y quitarse el miedo. El miedo es una tontería. Los ruidos son normales. El alambique hace ruido. Es normal. Estoy sólo. Es normal. Ahí fuera no hay nadie. Sólo más frío. Y más niebla. Y alguna que otra alimaña muerta de miedo. Aquí dentro estamos el fuego, el alambique, y yo, que también soy una alimaña y también tengo miedo. Pero yo soy yo, y las alimañas tampoco tienen tiempo para tonterías. Hay que salir a por piñotas para alimentar el fuego. Se habla de gente que no volvió del monte. Pero eso también son tonterías. Habrán huido a Francia. ¿Miedo?...miedo al hambre es lo que tengo. Me abrigo bien y salgo. Tengo que salir a por las putas piñotas. Mañana bajo al pueblo y no subo más. Una garrafa más, y ya. Hay que hacer orujo. Y tengo que salir…es una tontería…los ruidos son normales…ahí fuera no hay nadie…nadie…

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