Había que hacer orujo. Eso es lo que había hacer. Lo que no había era tiempo para tonterías. Eso es lo que había y lo que no había. También había
una cueva. Una cueva segura. Y hasta ahí llegaban las certezas. Las certezas
servían para atizar la lumbre con determinación y quitarse el miedo. El miedo
es una tontería. Los ruidos son normales. El alambique hace ruido. Es normal.
Estoy sólo. Es normal. Ahí fuera no hay nadie. Sólo más frío. Y más niebla. Y
alguna que otra alimaña muerta de miedo. Aquí dentro estamos el fuego, el
alambique, y yo, que también soy una alimaña y también tengo miedo. Pero yo soy
yo, y las alimañas tampoco tienen tiempo para tonterías. Hay que salir a por
piñotas para alimentar el fuego. Se habla de gente que no volvió del monte.
Pero eso también son tonterías. Habrán huido a Francia. ¿Miedo?...miedo al
hambre es lo que tengo. Me abrigo bien y salgo. Tengo que salir a por las putas
piñotas. Mañana bajo al pueblo y no subo más. Una garrafa más, y ya. Hay que
hacer orujo. Y tengo que salir…es una tontería…los ruidos son normales…ahí fuera no hay nadie…nadie…
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