lunes, 17 de noviembre de 2014

PROMETEO


Si la suerte es el dios de los tontos, entonces este hombre resultó ser muy listo, o muy ateo, o ambas cosas al tiempo porque lo cierto es que tanto amigos como enemigos coincidían a la hora de señalar que padeció un ataque repentino y severo de mala suerte, de mucha mala suerte. No es fácil de explicar. El dice que su memoria se fue llenando de lagunas, que las esquinas desiertas se multiplicaron y que los bares, de pronto, amanecían como cargados de niebla. Acarreaba su pequeña geografía por las calles del barrio como si de un Prometeo cualquiera se tratara, con la diferencia de que en vez de fuego era portador de ternura y olvido. Cuando la mirada de él se enhebró con la mirada del ella, él ya no era él. Lo dicho: mala suerte.

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