martes, 11 de noviembre de 2014

EL PROPIO YO


Transitar por los vericuetos de su propio yo no resultaba un ejercicio tan fácil de realizar como en un principio pudiera parecer.  A veces ocurría que intentaba encontrarse con él, con el propio yo quiero decir, y no había forma. Auscultaba el aire, le seguía la pista por los parques, susurraba su nombre a las plantas, olisqueaba las arterias, pero nada, que el famoso desconocido seguía sin dar señales de vida. En esos casos la experiencia le aconsejaba abandonar la búsqueda y esperar tranquilamente en el bar a que la sed le condujera a las cercanías de la barra. Era aficionado a las preguntas de modo que, una vez localizado, se podía hablar con él.

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