domingo, 2 de noviembre de 2014

LA TARDE DE LOS DOMINGOS

Le complacía enormemente dedicar la tarde de los domingos a caminar sin rumbo y a hacer fotos de gente que está tomando fotos. Esa costumbre, que en modo alguno llegó a ser insana, le aportaba una capacidad excepcional para experimentar empatía con turbaciones ajenas, y, por qué no decirlo, le procuraba también pequeñas caídas emocionales, cortas pero sobrecogedoras, fruto de una acumulación excesiva de energías anónimas. Como fuere, lo cierto es que solía terminar el domingo con tres carretes en el bolsillo de enorme interés estético, pero anímicamente muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario