Vivía habitualmente en la nube, a la luna
de Valencia como quien dice, en el limbo, en Babia si quieren, que es como
decir que se refugiaba de normal en el interior de sí mismo. Le ocurría también
que dormitaba un día sí y otro también bajo un cielo sin memoria, razón por la
cual se supo desde pequeño portador de un sueño eterno, de un algo sin
principio ni fin. Los más de los días no sabía quién era, y mucho menos quién
fue, hasta que un mal día tuvo pálpitos, se levantó en su pecho un llanto
sereno y profundo, y pudo llegar a saber lo que olvidaría aun antes de haberlo
olvidado.
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