Tenía los ojos de un color imposible, una especie de amarillo
verdoso o de verde amarillento raro, muy raro, que convertía su mirada en una
atractiva fuente de impertinencia incompatible con cualquier atisbo de timidez.
Otra nota característica de su mirar era la trasparencia: en su interior
luchaban fuerzas poderosas, de una intangibilidad sagrada y casi indiscutible, y
esa batalla colosal se reflejaba en sus ojos en forma de un cansancio profundo
y de unas ojeras que daban miedo.
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