No se dirigía a ningún lado. Enfrascado como estaba en una desigual lucha contra la mentira, ocurría simplemente que la irrealidad se iba abriendo paso en su fragmentada cabeza de homínido bípedo. Y todo por esa manía tan humana de querer descubrir aquello que seguramente resultaría más tranquilizador dejar oculto. Él no se dirigía a ningún lado, no vamos a ningún lado, entonces ¿a cuento de qué tanta pregunta?
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