Su mundo era como un desierto, y nadie tenia la culpa. Allí o aquí, todos acababan muriendo. Los vivos los primeros. Exhaustos, los vivos morian en cualquier lugar, de cualquier forma y de cualquier cosa, mientras los muertos, resecos, transmitian su sequedad al aire. Claro que, como vivía en su mundo, tardo una eternidad en darse cuenta. De hecho, a punto estuvo de no descubrirlo munca.
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