Inmerso en una especie de sopor extraño y plomizo, me propuse descomprender lo poco que había dejado de ignorar, desobedeciendo así las buenas leyes de la lógica, de la obediencia, y del sentido común. Entre tanto olvido, olvidé que, al fin y a la postre, son muertos los que caminan por debajo de los muertos.
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