No era feliz. Añoraba la lenta corriente de los arroyos y la danzantes llamas de los fuegos de invierno, que no tenían otro fin que distraerle de su soledad. Descendiente de estrellas camufladas de desastres, el año del gran viaje se metamorfoseó a su vez en un desastre. En medio de tal vorágine, su alma no respondía a llamada alguna. Ese fue el principio. El resto debe continuar en lo indecible.
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