La arruga explícita no finge y, empujado por las mismas leyes que permiten crecer las uñas de los muertos, aquella noche besé. El impulso provenía de la resaca y me convertía en un diptongo de mar dispuesto a todo. Hoy de nuevo quiero andar el camino de la piel, la risa sorda, el cobijo de la luna. El caso es que apenas son las once y ya tengo sed de vino.
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