Se consumía de a poco a poco y parecía venir como de la nada. El producto final (unos ojos demoníacos, como desorbitados) hablaba a las claras del combate que con desigual fortuna mantenía desde antaño con el miedo, la ansiedad y el desasosiego. Cansado de tanta pesadilla, se sentó, cerró los ojos, y terminado el invierno pudo contemplar un mundo por completo desconocido.
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