sábado, 11 de diciembre de 2010

SIN HABER CERRADO NUNCA LOS OJOS

Atisbo el vértigo de la muerte. Deliro: remolinos de sueños e imágenes sin edad pactan entre si el sentido de lo que es o deja de ser realidad. Empujo al día con todas mis fuerzas, y al amanecer me encuentran las palabras. La incompetencia de mi voz, unido a la luz chivata, realiza el resto. Despierto, un día más, sin haber cerrado nunca los ojos.

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