Si bien es cierto que de algunas batallas que acontecieron en mi frente tengo malos recuerdos, como de aquellos labios vilmente repintados, mentiría si dijera que nada queda ya de la o del oh que aún se asombra. Quede claro que hoy, mientras bebo la blanca miga de un tiempo privado y yermo, me desdigo de esa borrosa desazón a zapatos rotos y a vieja miseria, y mi deseo se carga de más deseo.
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