El texto me lee rellenándome el vientre de infinitos sentidos. Con oficio, aunque desguarnecido, me dejo leer y voceo su nombre vertical balbuceando palabras-cosa que me enajenan. Cuesta encontrar un desahogo que me proteja del miedo. El dolor termina sólo cuando se hace presente la causa del primer motor inmóvil: ir de tu mano al lugar donde nacen los abrazos; abandonar el vacío y llenarme de ti.
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