El día de mañana había sido declarado día mundial de los sombreros de violetas y en el pabellón de los incurables apenas si se escuchaba una voz susurrando una especie de “cura sana cura sana si no se cura hoy se curará mañana”. Silenciosas, blancas y algo apenadas, el resto de las dolientes pasaron delante de su mirada, pero entre ellas y el cielo no había nada, y el pasado no terminaba de llegar.
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