Sus pensamientos, como despojos que traía la marea, se desperdigaban pesimistas sobre un mantel que hacía las veces de manto de escoria. Tenía la impresión de que, a este momento, a este preciso momento, no le faltaba nada. Quizás por eso, cuando vio sus labios abiertos, que eran como de leche, una sutil alegría inundó su pesada cabeza.
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