martes, 6 de diciembre de 2011

SACACORCHOS EN ESPIRAL

No había asumido riesgo alguno. No estaba decepcionado. No esperaba. Aún así, tanta acumulación de pasado no podía ser buena. Después de haber sobrepasado con mucho la edad máxima antediluviana, los novecientos sesenta y nueve años del señor Matusalén, y fruto de una mnemotecnia milagrosa, aún podía dibujar sobre la mesa signos que bien podrían ser griegos, hebreos o latinos. El éxtasis que precede a la última y definitiva catástrofe, que tendría forma de sacacorchos en espiral, aún no había llegado.

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