Se abstuvo durante mucho tiempo de cualquier trabajo servil innecesario, pero no le sirvió de nada. Dejando aparte la mayor parte de las supersticiones, y después de un minucioso estudio comparativo entre diversas amatorias, llegó a la conclusión de que todos duermen. Unos en la cama y los más donde pueden. Después abrió la puerta del baño y la imagen de un bastón en el retrete le hizo recordar la necesidad de un cierto orden, de un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio. Durante unos segundos inhaló el inolvidable olor de la materia viva.
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