La imagen no deja lugar a dudas. Se trata del típico esclavo de pan duro y amargo intestino, un ser olvidadizo como tantos otros que, alimentándose de luces deshilachadas y vistiendo los habituales harapos de aire, descansa acostado sobre una cama acolchada de dependencias. Sus sueños de granito solemne y pan de polen supuran quimeras de vapor labrado, mientras la ciega bruma del deseo confunde su corazón. La auxiliar de ayuda a domicilio, ya no volverá. Cuestión de baremo, dicen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario