Su rostro tenía algo de tranquilizador, como el vaso de agua sobre la mesilla de noche. Y eso que decía haber frecuentado sitios oscuros e innombrables donde se hablaban lenguas que semejaban murmullos humanos. Todo ese desorden y caos, sin embargo, parecía no haberle afectado en demasía, excepción hecha de aquella historia de labios y venganza que aún formaba parte de él.
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