Hijo de arcilla y carpintero, construyó su andamio de lágrimas sobre la base del callo y del viejo pedernal que será, y de un dolor y de una muerte incomprensibles ahora y siempre. Tiempo habrá, le digo, para los escalofríos de espuma, la espesura de huesos, y los piojos de mesón. Y le digo más: que se deje llevar del pañal y la escuadra de pezones que vienen a cada rato, en sonrisa diagonal, a nacer con él.
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