domingo, 12 de septiembre de 2010

AMARGO COMO EL NOLOTÍL

Antes de que sus ojos se convirtieran en estanque se pasaba las horas muertas tratando de acariciar la luna que se mecía en el agua. Más tarde, por este orden, observó la transpiración del algodón, escardó la hierba, se refugió en el musgo y acarició multitud de crisantemos. Después el mundo se hizo amargo como el Nolotíl, y él demasiado viejo. Hoy, en medio de una profundidad aterradora, todo eso ha desaparecido.

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