Vislumbré un sueño oscuro, de masa igual a cero, y busqué su nombre. Apenas transcurridos diez segundos, lo que antes no era si no pura transparencia suspendida terminó haciéndose carne en mi cabeza. Giré y giré alrededor de su incandescencia, pero las ocultas leyes que gobiernan la masa de algunos cuerpos me negaron la buena nueva. Finalmente, desperté.
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