viernes, 17 de septiembre de 2010

PRÍNCIPE DE SAPOS

Baboso y enjuto todo a un tiempo, y demasiado cansado para mostrar curiosidad por lo que sucedía a su alrededor, este sapo del que les hablo tenía cara de no haber sido honrado jamás. Su sueño evocaba siempre la misma sorpresa: recibía en su rosal trepador el beso salvífico de una mujer alada, de forma que cedía su habitual aspecto de vieja esponja zarrapastrosa para convertirse de sopetón en príncipe de sapos.

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