Viendo cautivo mi corazón, me decía a mí, no te mueras, vida mía, no te vayas por la puerta falsa de ese corral que a nada conduce. Otros días pasé en los que desesperaba por no encontrar cosa que de fuese digna de contar, y viéndome cómo me veía, seco el rostro, contrahecho y de mal talle, pensaba que todo iba mal porque en todo el día apenas si me había desayunado. Y ese pensamiento me tranquilizaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario