El orden incomprensible de las cosas que me atañen está de mírame y no me toques. Los sesos que solía llevar en la nuca han ido deshaciendo, dejándome las palabras suspendidas en el tiempo y el pelo plumboso. Pensaba que estaba cerca, que un espasmo más y lo lograba. Pero no. La luna sigue brillando en los ojos de Hamlet y, visto lo visto, llegaré a la tumba con el corazón gastado.
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