Por pura obstinación instintiva más que por otra cosa, imaginé otra vida al margen de la tuya y un vaho helado se apoderó de mis cejas. Menos mal que el ordenador desde el que escribo, que tiene conciencia de su ser y es más listo que el hambre, me dijo cómo salir del embrollo en el que me había metido. Hoy todo está en calma y la niebla del tiempo va recubriendo uno tras otro todos los detalles.
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