viernes, 11 de febrero de 2011

EL FARAÓN

En medio de aquél totúm revolútum, como una sombra derretida sobre otra sombra, los comadreos de las callejuelas anunciaban la buena nueva: el Faraón se diluyó en la nada y su efigie quedó enterrada para siempre bajo una mortaja de dignidad con aspecto de piedra herida. Fue así como se cumplió la profecía. Ese rostro triste embadurnado con el color de la cera permanecerá en mí como una pesada carga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario