Su cuerpo amaneció emitiendo las típicas señales que la materia inerte suele enviar al cerebro cuando la tal materia está en las últimas. En su cabeza se fue haciendo más y más grande la idea de no hacer nada. En un último ataque de lucidez, pensó que no sería una buena idea empezar a vernos a nosotros mismos como nos ven los demás. Dejaríamos a los demás sin trabajo y, de paso, dejaríamos de ser nosotros mismos.
Pocos dirigibles he visto volar tan bajo.
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