Era muy riguroso en este tipo de asuntos y lo cumplía a rajatabla: cada vez que tenía que hacer algo urgente, se apresuraba con una lentitud pasmosa. Las recompensas, sin embargo, eran escasas. Esa especie de cosa arrugada y cartilaginosa que arrastraba por el mundo, ese trozo de carne a la deriva, nunca fue bendecida con indulgencias, y eso aun a pesar de que, antes de persignarse, solía humedecer sus manos con agua bendita.
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