Es difícil de explicar, pero haremos lo posible. Yacía el sacro imperio del abismo en el lecho impar, allí, justo allí, donde se extravían los tactos expertos y los espíritus pierden su última consciencia. Su bostezo, al ser como era mezcla impura de liquen y alga, se adueñó del mar, mientras sus suspiros, como las tuercas, se oxidaron en el último giro fortuito que echó a perder la siesta de los gorriones.
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