En lo más espeso del insomnio se desprendió un beso que resultó ser una esquirla de piedra preñada. Ese fue el principio. Luego vio cómo racimos de rostros rabiosos y asustados se agrupaban en torno al general en jefe del arado, y más tarde pudo observar un granizo de una espiga de trigo que se desgranaba con dulzura en pequeñas muertes. Y ya no vio nada. Murió en defensa propia.
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