Gozo silencioso y raro este, consistente en dormir solo a su lado. O mejor aún, solo, pero a su lado. Solo, en una especie de soliloquio mustio y circunspecto, y a su lado, precisamente en el lado que resultó ser una geografía rayana con el circunloquio y el pretexto. Él, que vivió la desmesura, el fervor iluso de su hallazgo; él, el mismo él, vive hoy de rumiar aquí y allá brotes de cariños mustios.
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