lunes, 4 de junio de 2012

EL FANTASMA Y EL BEODO

Dignificado por el tiempo, vino hacía él un espectro procedente del reino del pasado y lo que primero que denotó es que el cuerpo al que se dirigía olía a vino. El desagrado, la devastación y el impacto que sufrió el cuerpo del beodo con la presencia del espectro corrió parejo al que sufrió el espectro con la presencia de aquel cuerpo completamente ebrio al cual se dirigía para cumplir con sus deberes fantasmales. Cuando llegó a él, intentó dirigirle las palabras de rigor, pero no pudo. Volvió sus pasos en dirección a donde vino con el firme propósito de no salir del encriptamiento nunca más; el beodo, por su parte, juró no volver a ingerir jamás esos cuartillos que tan mala resaca traían.

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